martes, 3 junio 2008. Es el día de la boda de Carmen y Enrique. Discuten. Están en ropa interior sobre una cama deshecha. Como si yo fuera el director de una película, les digo: Ahora haced las paces, abrazaos. Se abrazan apasionadamente, tanto que siento un dolor enorme. Qué envidia, pienso. Salgo de la habitación, mi familia se está preparando para ir a la boda. Mi madre sostiene una fuente de pasteles, pero no sabe cómo llevarlos sin que se estropeen porque ha empezado a llover. Mi hermana dice que no piensa conducir porque quiere emborracharse. Salimos a la calle, está lloviendo. Cojo en brazos a mi abuela, como si fuera un bebé, para que no se moje los zapatos. Mi hermana saca un plano del local donde se celebra la boda. Parece el plano de un circuito de Fórmula 1. Hay mucha gente, no conozco a nadie. Sobre la mesa hay candelabros humanos: chicos muy guapos con poca ropa, sosteniendo unas bombillas.