miércoles, 25 junio 2008. Alberto va a ir a una boda y dice que yo no estoy invitada. Veo a los invitados vestidos de negro a la puerta de la iglesia. Parece un funeral, pienso. Cuando todos están dentro, entro yo sin hacer ruido y me siento al fondo. En el banco de delante hay dos hombres vestidos con mono de trabajo. Uno se vuelve y pone el índice sobre sus labios. Es Juan Pardo Vidal.
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Me he sentado en un escalón porque estoy muy cansada. A mi lado empiezan a aglomerarse niños y niñas. El padre y el hermano de una de ellas la sacan de la fila y la zarandean. Dicen que el niño con el que está no es su novio y que está avergonzando a toda la familia. Se van. La niña se sienta a mi lado. Le pregunto si siempre es igual en las familias gitanas. Dice que sí. Le pido que me cuente más. La niña no dice nada, saca una bolsa llena de chicles y empieza a comer.
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Alberto quiere que vaya con él a un partido de fútbol. Prefiero quedarme en el hotel, le digo. Se marcha enfadado sin darme un beso. Abre la puerta y entra. Pienso que al fin se ha acordado y viene a despedirse, pero sólo entra con un martillo en la mano, da un martillazo sobre un mueble, y se marcha de nuevo.
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Me he sentado en un escalón porque estoy muy cansada. A mi lado empiezan a aglomerarse niños y niñas. El padre y el hermano de una de ellas la sacan de la fila y la zarandean. Dicen que el niño con el que está no es su novio y que está avergonzando a toda la familia. Se van. La niña se sienta a mi lado. Le pregunto si siempre es igual en las familias gitanas. Dice que sí. Le pido que me cuente más. La niña no dice nada, saca una bolsa llena de chicles y empieza a comer.
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Alberto quiere que vaya con él a un partido de fútbol. Prefiero quedarme en el hotel, le digo. Se marcha enfadado sin darme un beso. Abre la puerta y entra. Pienso que al fin se ha acordado y viene a despedirse, pero sólo entra con un martillo en la mano, da un martillazo sobre un mueble, y se marcha de nuevo.