sábado, 29 noviembre 2008. He llegado con Alberto a una especie de centro comercial al aire libre, y digo una especie porque tiendas no hay. La gente que pasea, bebe, come, sube y baja escaleras, llevan actitud de comprar, pero no hay tiendas ni restaurantes, sólo escaleras de piedra y jardines sin cuidar. De vez en cuando, un autobús trae y lleva gente. Veo que de uno de ellos baja Juan. Lleva un anorak verde y las manos en los bolsillos. No se mueve, no saca las manos siquiera para saludarme. Sonríe. Sé que ha venido sólo para verme un momento y pienso que se ha puesto ese anorak, que posiblemente no es suyo, porque el verde es mi color favorito y "anorak" una de mis palabras favoritas. Me siento completamente feliz. Me vuelvo para avisar a Alberto de que Juan ha llegado, pero no lo veo. Cuando vuelvo a volverme Juan tampoco está. El último autobús está a punto de salir y me subo en marcha. En él sólo van cuatro chicas muy jóvenes que hablan de todo lo que han comprado, aunque no llevan bolsas ni compra alguna. Una de las chicas me dice: Creo que te has equivocado de bus.