viernes, 31 octubre 2008. Estoy sentada en un escalón y una niña se me acerca, se sienta en mis rodillas y se queda dormida. Su madre, me dice que vuelve en media hora y desaparece. Llega Daniel muy despeinado, no dice nada, ni siquiera me saluda. Al rato aparece Andrés con su cámara colgada. Hablan entre ellos como si yo fuera invisible. Dicen que han quedado con sus mujeres y sus respectivos hijos en el parque acuático. Quiero ir con ellos pero debo cuidar a la niña dormida. De repente se ha hecho de noche y la niña no está. Aprovecho para marcharme. Alguien camina justo detrás de mí. Es Camilo. Noto que se ha cortado el pelo pero no le digo nada porque no sé si puede verme y no quiero asustarlo. Me da las gracias por haber votado por su libro. Me alegro de que puedas verme, le digo, pero yo no estaba en el jurado. Me coge de la mano y me hace entrar en una sala de billar. Aquí no dan de comer, protesto, y además he quedado en el parque acuático. Se quita la ropa, debajo lleva una braga náutica azul muy ajustada. Ha salido el sol y estamos sentados en una escalinata por donde cae agua templada. Yolanda, a la que no veo hace años, llega con su hija y me fotografía con ella. Me alegra verte tan feliz, le digo. Camilo sigue a mi lado sin decir nada, vigilando que no me resbale ni me entre agua en los oídos. A veces me tapa las orejas con las manos si alguien salpica. En bañador pareces mucho más joven, le digo.