domingo, 3 julio 2011. Parece que vivo en la casa que fue de mi abuelo. Miro y toco los muebles con la emoción de quien ha viajado en el tiempo. La puerta tiene un agujero enorme por el que pueden verme los vecinos. Una vecina entra sin llamar, va cepillándose los dientes, me pregunta dónde están sus salchichas, si me las he comido yo. No me acuerdo, le digo, pero si estaban en mi frigorífico quizá me las haya comido. La chica se enfada muchísimo y se va dando un portazo.
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Bajo corriendo la calle del que fue mi colegio, la acera es a tramos de tierra y a tramos de agujeros. A cada zancada me impulso unos veinte metros, casi vuelo. Un chico negro recostado en uno escalones me pide un cigarro. Le digo que no fumo con un gesto de actriz de musical. Unos metros más abajo un niño de unos cuatro años se me acerca, me dice fea varias veces seguidas. Me agacho y le digo: Fea no, feísima. El niño se aleja asustado. Todo el mundo pasa comiendo polos de naranja. Busco en el bolsillo si llevo dinero. Llevo monedas minúsculas y algunos botones de plástico. Entro en una tienda y voy directamente al mostrador. La chica rubia que me atiende no parece muy lista. Me pregunta si el perfume es gratis. Le digo que estoy allí porque voy a pagarlo. Me dice que es increíble que sólo cueste diez euros. Insiste en que le diga de dónde lo he cogido y si sé si al día siguiente seguirá la oferta. Quiero irme de allí, Alberto se ha ido harto de esperar. Le digo a la chica que me apunte su e-mail y ya le escribiré. La chica escribe en el reverso de una tarjeta: ladespistadadelperro@ladelmostrador. ¿Punto es o punto com?, le pregunto. Punto bu, dice. Corro hacia la casa de mis padres, trato de alcanzar a Alberto, he adelgazado varios kilos de repente y mientras corro se me caen los pantalones. Una señora me para para preguntarme si solucioné lo del buzón. No sé de lo que me habla, pero le digo que sí y que si ella quiere solucionarlo tendrá que es personalmente. A mí todo me lo soluciona mi hija, dice satisfecha.
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Bajo corriendo la calle del que fue mi colegio, la acera es a tramos de tierra y a tramos de agujeros. A cada zancada me impulso unos veinte metros, casi vuelo. Un chico negro recostado en uno escalones me pide un cigarro. Le digo que no fumo con un gesto de actriz de musical. Unos metros más abajo un niño de unos cuatro años se me acerca, me dice fea varias veces seguidas. Me agacho y le digo: Fea no, feísima. El niño se aleja asustado. Todo el mundo pasa comiendo polos de naranja. Busco en el bolsillo si llevo dinero. Llevo monedas minúsculas y algunos botones de plástico. Entro en una tienda y voy directamente al mostrador. La chica rubia que me atiende no parece muy lista. Me pregunta si el perfume es gratis. Le digo que estoy allí porque voy a pagarlo. Me dice que es increíble que sólo cueste diez euros. Insiste en que le diga de dónde lo he cogido y si sé si al día siguiente seguirá la oferta. Quiero irme de allí, Alberto se ha ido harto de esperar. Le digo a la chica que me apunte su e-mail y ya le escribiré. La chica escribe en el reverso de una tarjeta: ladespistadadelperro@ladelmostrador. ¿Punto es o punto com?, le pregunto. Punto bu, dice. Corro hacia la casa de mis padres, trato de alcanzar a Alberto, he adelgazado varios kilos de repente y mientras corro se me caen los pantalones. Una señora me para para preguntarme si solucioné lo del buzón. No sé de lo que me habla, pero le digo que sí y que si ella quiere solucionarlo tendrá que es personalmente. A mí todo me lo soluciona mi hija, dice satisfecha.