viernes, 9 marzo 2018. Camino con Rosamari por la calle donde vivían sus padres. Se supone que hay una fiesta en su casa. Dos niñas gemelas salen a recibirnos. ¿A quién se parecen? A tu hermana Susana, le digo. Cuando sueño contigo siempre eres una niña, le digo, pero no sé si me ha oído. La azotea está llena de gente que no conozco. Se convierte en una calle empedrada. Quieren hacer se una foto de grupo junto a una fuente, pero en vez de posar se sientan junto a la ventana de un bar. El camarero se pone nervioso porque nadie le hace caso. Me toca pedir las consumiciones de todos. Le pago. El camarero lanza sobre un barril, con desprecio, las monedas que le he dado. Dice que no valen nada. Las miro, algunas tienen forma de estrella, otras parecen botones. Nadie me hace caso, decido irme. Llego a casa de mis padres, el edificio está en obras. Subo por las escaleras. Al pasar por el piso de mías veo a un hombre metiendo muebles y un colchón. No sé si avisarlas porque ya imagino la que se puede liar y estoy muy cansada. Mi hermana y su novio entran a toda prisa. Llevan sombreros y abrigos negros hasta el suelo, parece que midan dos metros cada uno. Me recuerdan al personaje de "El cebo". Mi hermana me mira sin decir nada. La agarro por las solapas, la zarandeo. ¿¡Qué ha pasado!?, le grito. Alberto ha muerto, dice mi hermana. Tu padre también, añade el novio. Las piernas se me doblan, caigo al suelo. Mi padre, también con abrigo, me saluda desde el quicio de la puerta.