lunes, 19 marzo 2018. Entro en un bar de estética hipster. Me cuentan que el el primer día y sólo pueden ofrecer desayunos, pero esperan hacer hasta conciertos. Otra chica me cuenta que acaba de empezar una nueva vida con una compañera de colegio a la que no veía hacía años. Su novio sale con su hija en brazos. Lo seguimos, ellas me cuentan su historia de amor. Les digo que quizá no funcione, pero nadie sabe si su historia va a funcionar. Les digo que no comprendo cómo de un día para otro se puede ser lesbiana, que yo sólo podría serlo de cuello para arriba, porque no sabría qué hacer con el cuerpo de una mujer. Se ríen. Me doy cuenta de que me he llevado un libro que no es mío y vuelvo al bar. Hay una fiesta impresionante. La dueña me saluda como si me conociera de toda la vida. Todas las mesas están llenas, comen platos con muy buena pinta. Al fondo veo al actor Francesco Carril explicando a unas chicas embobadas cómo hay que mirarse al espejo mientras ensayas una escena. Una de las chicas estaba en mi clase. Está igual, sólo que ahora lleva las puntas del pelo teñidas de rosa. Junto a la barra está Houellebecq muy despeinado. Hace unos gestos muy raros. No sé si va a arrancarse a cantar flamenco o a bailar. Un chico quiere un autógrafo, pero no lleva encima ningún libro suyo. Le ofrezco una revista donde aparece, pero su novia me mira mal y decido no insistir.