jueves, 15 marzo 2018. Un tipo ha heredado una casa, pero no puede vivir en ella si no tiene pareja. Vive en el jardín de su propia casa con otros ocupas. Recoge sus cosas y se marcha. Me pongo un jersey de rayas azules y negras, y salgo tras él para convencerlo de que no se vaya. Mientras caminamos, le digo que se pregunte si no está enamorado de esa chica que vive en el jardín, que quizá sea su última oportunidad, la de los dos. Se para sorprendido y vuelve a casa. Tengo la sensación de que no me ve, de que sólo me oye como si fuera su conciencia. Lo veo entrar, buscar a la chica, se abrazan. Me quito el jersey y lo dejo junto a un contenedor. Sólo me he alejado dos pasos, pero vuelvo a por él por si voy a necesitarlo en el futuro para convencer a alguien de algo.
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Oigo una voz en off que advierte de que hay que despejar los descansillos. Entro como una autómata en el ascensor, bajo al tercer piso y veo que el tramo de escalera está lleno de cajas, zapatos, basura y hasta una pecera. Se supone que mi deber es denunciarlo. Pienso en que quizá en esa familia sean muchos y el piso muy pequeño. Pienso si la voz en off sabrá lo que he visto.