libélula

martes, 23 octubre 2018. Se supone que he dormido en casa de mis padres porque todos estamos en pijama. ¿Qué tal estás hoy?, pregunto a mi padre (parece que haya encogido durante la noche). ¡Genial!, responde y se retrepa en el sillón verde. Cuenta que una vez vino a casa la policía, le entregaron un ramo de flores mientras sonaba el himno nacional. Pienso que ha perdido la cabeza. En la cocina está todo manga por hombro. Hay que limpiar y hacer la comida, le digo a mi hermana, que aprovecha ese momento para desaparecer porque ha visto una araña. Es una libélula, le digo. Nada. Detrás del frigorífico descubro una alacena con otro frigorífico. La puerta del congelador no cierra porque está atiborrado de cajas de comida precocinada. Llevo unos cuántos al otro frigorífico y consigo cerrar la puerta. Habría que descongelarlo, pienso, pero no sé cómo apagarlo. Hay un enjambre de cables negros y amarillos. Mi hermana asoma la cabeza. Y se sorprende (para bien) de tanta comida en cajas. Si vieras mi congelador sabrías te darías cuenta de lo poco que nos parecemos, le digo.