lunes, 29 octubre 2018. Llego a casa de mi abuela. La puerta está abierta. En el último cuarto están mi prima con sus hijos, mi madre y mi abuela. Al parecer, mi padre ha dicho que va a gastar todo el dinero que tiene en reunir a sus amigos para que vayan a su entierro. Mi madre enfurece y pega a mi prima y a mí abuela. Mi abuela, al llorar, se convierte en un saco pequeño lleno de cebollas. La consuelo, al ser cebollas, me hace llorar a mí.
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Jurdi y yo dormimos en el que era mi cuarto en la casa de mis padres. Donde estaba la puerta hay una ventana. Puedo ver edificios con ventanas e incluso lo que pasa dentro de esas casas. ¿Nos verán?, pienso. Salgo de la cama intentando no despertar a Jurdi y bajo a la calle. Alguien me dice que para cruzar al otro lado tengo que pasar por encima de una furgoneta y que es realmente difícil. La furgoneta tiene una escala hecha con grapas enormes. No tardó más de cinco segundos. Al otro lado hay campo. Han puesto jaimas y tenderetes donde venden ropa jipi/medieval. Intentan que me vista como ellos. Les cuento que de joven vestía de negro y me pintaba ojeras, dándoles a entender que no me va nada su rollo. Mientras les hablo, pienso en cómo podría largarme de allí cuanto antes y volver con Jurdi.