tendedero

miércoles, 28 noviembre 2018. Abro el tendedero junto a la barandilla. Noto que caen gotas minúsculas negras, manchan la ropa. Un vecino esta pintando algo en el tejado. Pienso que si le digo algo se asustará y caerá al vacío. Quiero apartar el tendedero, pero han llegado mis padres y se han puesto a tender. Los veo tan felices, que tampoco les digo nada.

de buzones, premios y exnovios

domingo, 26 noviembre 2018. Bajo con mi madre al portal (no es el de su casa ni el de la mía). Junto a los buzones hay una bayeta azul tendida con dos pinzas de plástico también azules. Al ir a quitarla explotan dos bombas fétidas. Pienso que es una trampa. ¡Huye!, le digo a mi madre.
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Estoy con Carmen y Enrique en un cine de verano enorme. Todos los asientos están ocupados, se nota que hay una gran expectación porque va a entregarse un premio de novela muy importante. Ferran pasa con varios originales y me hace una seña. Entiendo que el premio será para Carmen o Enrique. Como estoy sentada entre los dos, les doy una mano a cada uno. Pase lo que pase disfrutadlo y no os peleéis, les digo. Por megafonía oímos el nombre de Carmen, que baja al escenario a recibir el premio. Enrique y yo saltamos abrazados de felicidad.
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Begoña me presenta a su nuevo novio. Estamos en un bar muy feo con las paredes mal pintadas de amarillo. El novio parece no acordarse de mí. No sé cómo decirle a Begoña que era el novio de mi sobrina y que se aleje de él.

retrato

sábado 24 noviembre 2018. Habitación vacía. Solo hay un catre pegado a la pared. Justo enfrente, en la pared, el retrato de una mujer con el pelo muy negro. Está demasiado pegado al techo. Mi tía me pide que lo baje. Al cogerlo se convierte en una bolsa de supermercado.

imperdibles de oro

jueves, 22 noviembre 2018. Llego a una especie de fábrica abandonada. A la entrada, en el suelo, hay imperdibles dorados muy nuevos. Todos están abiertos. Al ir a coger uno para llevármelo de recuerdo, veo que junto al bordillo también hay anillos. Uno me recuerda al de mi bisabuela, con una perla barroca. Mientras la rozo con los dientes para saber si es buena, pienso que voy a pillar cualquier infección.

comida barata

miércoles, 21 noviembre 2018. Estoy en el que fue mi cuarto en la casa de mis padres. Todo está manga por hombro, como si estos años hubiera vivido allí un hámster. Intento ordenar el bolso, lo vuelco sobre la cama. Salen un montón de billetes arrugados. Se los doy a mi madre, le digo que no son míos. Pediré unas pizzas, dice. Mi padre (lleva barba, nunca la ha tenido), retrepado en una butaca del salón, dice que no quiere comer comida barata. Pienso que ha querido decir comida basura. ¿Y qué te apetece? Pizza, responde.

tres meses

martes, 20 noviembre 2018. Se supone que ya hemos estado en esta especie de farmacia donde también venden juguetes de madera y flores de tela. Alberto elige un puentecito de madera, pero duda de que no se rompa. Le pregunto al dependiente, como si ya lo conociera, si la cosa está mejor. Niega con la cabeza. Ya fuera, antes de marchar, me cruzo con dos chicas que llevan una niña de la mano. Les pregunto si han escrito algo. También niegan con la cabeza. Ya de lejos me despido con la mano y les grito: ¡Hasta dentro de tres meses!

renovarse o morir

lunes, 19 noviembre 2018. Estamos a la puerta de un bar. Andrés dice que va a comprarse una bolsa nueva (señalando la bandolera militar que lleva). A mi lado está Zayas. Lleva un mono aislante blanco, también máscara anti gas. Su voz distorsionada al decir: Ya era hora.

mi madre vs mi madre

domingo, 18 noviembre 2018. Estoy con mi madre en una habitación muy blanca y a la vez hablo con ella por teléfono. Voy contándole a las dos lo mismo, primero a la que está al teléfono y después se lo retransmito a la que está a mi lado. Acabo gritándole a las dos.

móvil blanco

sábado, 17 noviembre 2018. Estoy en lo que parece una habitación de hotel. Alberto dice que tiene un regalo para mí. Sobre la mesita de noche hay un móvil LG blanco. Me echo a llorar desconsoladamente. Le digo entre sollozos que no quiero un móvil nuevo, y menos blanco, y menos LG.

botones

martes, 13 noviembre 2018. Camino con una chica que me recuerda a Conchi (una compañera del instituto a la que hace años que no veo). Para acortar, cruzamos por una tienda de adornos de cerámica. Hay una familia con niños. Pienso que alguno acabará rompiendo algo. Al salir por la otra puerta, uno de los niños se pega a mí. Para cruzar lo cojo del brazo. Parece un fideo de plastilina. Tienes que hacer deporte, con estos brazos no vas a ningún sitio, le digo. Uno de sus hermanos viene a buscarlo. Hay un camión aparcado con muestras de tela. Pensamos que son para la basura y cojo algunas. Llegan dos chicas, dicen que el camión es suyo. No me lo creo pero no tengo ganas de discutir. Llegamos a una escalera encalada muy empinada de más de cien escalones. Imposible, le digo a la supuesta Conchi, aquí me quedo. Veo un rastro de botones en el suelo. Los sigo, los voy cogiendo. Son iguales a los que le cosí ayer (en la vida real) a un abrigo. Pienso que me servirán si pierdo alguno. Me llevan a un cine también muy empinado. Alberto está en la segunda fila. Bajo a sentarme con él, pero todo está ocupado. Vuelvo arriba con gran esfuerzo. Miro hacia atrás: la puerta. Si entrara un loco me mataría a mí la primera, pienso. Al momento llega Alberto y se sienta a mi lado.

tsumani vertical

domingo, 11 noviembre 2018. Voy con mi tía y mi madre en una caja/coche de plástico azul. Mi tía no tiene carnet de conducir. Se mete con espacios muy estrechos y pendientes que dan al mar. Miro hacia abajo y pienso: Ya está, nos matamos. Pero la caja/coche no cae, aparca en el jardín de una casa y bajamos. La casa se parece al castillo de Gibralfaro. Hay muchos turistas. Mi madre ve una cola para la cafetería y allá que va feliz. Todos son ancianos, pienso que estará acompañada y salgo a mirar el paisaje. Alguien grita: ¡Corran! ¡Tsunami vertical! No sé de dónde sale tanta agua. Baja a toda velocidad. Antes de empezar a correr, pienso que mi madre ya estará en casa y que la llamaré cuando baje el monte. Según avanzo voy pensando a qué árbol podría agarrarme si el agua llegara a mí. Un grupo me hace señas desde detrás de una verja. Aquí estaremos al salvo, dicen. Pienso que el agua traspasará los barrotes, pero no les digo nada. Miro hacia arriba. Una gran ola arrastra a todos los turistas que había en un mirador. No caen, quedan ordenados unos sobre otros. Piden ayuda a gritos, les digo con señas que los de arriba se vayan quitando para no aplastar a los de abajo. Otra ola. Grito, ¡No! y me despierto.

microteatro

jueves, 8 noviembre 2018. Al encender el portátil aparece una chica pelirroja con trenzas. Se hace llamar "Mi pequeña canadiense". En su página hace comentarios sobre Antonio Muñoz Quintana (entre otras cosas le llama "mi perrito"). Me irrita tanto que lanzo el portátil a la bañera. Alberto me consuela. No sé cómo estoy en la puerta del Hotel Sauce de Zaragoza. Voy a reservar para la semana que viene, le digo a Alberto, y entro. Un chico muy amable me pregunta si he llamado hace un momento para decir que mi era estaba ardiendo. Sin darme tiempo a contestar llama a los bomberos y a la policía. Alberto ha desaparecido. Me siento en el la cafetería del hotel. Dos señoras me miran fijamente las pecas. Ellas tiene el cutis perfecto. Hacen una pequeña exhibición para que les diga cuál tiene mejor tipo. Salgo a la calle. Se me acerca una familia disfrazada de tuaregs. Pasa un trono sin virgen. A mi lado, dos chicas. Me fijo en que una es Ruth Gabriel (de la otra no recuerdo el nombre). Le digo a Ruth que hace poco coincidí con su madre en Madrid y estuvimos hablando de San Fernando. Ruth desaparece de repente. Le cuento a la otra chica que es la segunda desaparición esa noche y que, como siempre olvido coger el móvil, no sé cómo voy a encontrar a nadie. Entramos en una sala de microteatro. El hall es una habitación de hotel. Todas mis cosas están sacadas de la maleta y esparcidas sobre la cama. Las recojo de malos modos y escondo la maleta bajo la cama. Empiezan a llegar actores. Se sientan en la cama, lían cigarrillos. Quiero irme de allí.

pelapatatas

miércoles, 7 noviembre 2018. Mi madre ve que estoy pelando patatas. se acerca sigilosamente y dice que mi padre no se entere de que no las pelo con cuchillo. ¿Qué tiene de malo el pelador? Nada, pero dice que si no están peladas con cuchillo no se las come. Uso un cuchillo enorme. Las patatas se me quedan en nada.

rublos como pañuelos

martes, 6 noviembre 2018. Retransmito desde un palco (tipo los picapiedra) el paso fugaz de una atracción (tipo los autos locos). A pesar de verse muy mal porque es de noche, la gente se agolpa, grita y aplaude cada vez que creen ver algo. Por fin llegan. Comienzo a contar con emoción fingida lo que veo. Todos gritan aún más fuerte y sacan sus móviles para grabarlo. ¡No estáis mirando! ¿Preferís verlo después mal grabado en casa!, les grito por los altavoces y me voy. Llego a una estación del cercanías. Un extranjero saca varios billetes para él y sus hijas. Todos son rubios y enormes. Cuando es mi turno, no sólo no sale mi billete sino que, como si se tratara de una tragaperras, comienzan a salir rublos. Llamo al extranjero y se los doy porque pienso que se le ha olvidado recoger el cambio. Pero siguen saliendo rublos. Son bonitos, cuadrados, con estampados, parecen pañuelos. Dudo si correr hacia el tren sin billete (es muy tarde y no sé si habrá otro) o llevarle todos los rublos al chico de la taquilla. Dejo que el tren se vaya. Le cuento al chico lo sucedido y le doy un puñado enorme de rublos-pañuelo. Llama a una compañera. Dicen que es imposible que la máquina no me haya dado mi billete ni que esos rublos hayan salido de allí. Me hacen meter la mano en una especie de cámara fotográfica antigua para demostrarlo. Meto la mano y saco más rublos. El chico me da un billete para el próximo tren. Seguro que te has quedado con algunos rublos, dice. Lo miro con absoluto desprecio. Qué decepción, le digo. El chico se pone pálido y, para arreglarlo, dice que me invita a lo que quiera. ¿Unas Ruffles?, dice. No está de broma, es un simple, el pobre. Después, para hacer las paces, me da un paseo por el pueblo mientras llega el tren. Me cuenta que está muy orgulloso porque su novia está en Gran Hermano. Como ve que ningún tema me motiva, me dice entusiasmado: ¿Sabías que han descubierto que Dios es de Murcia?

óptica china

domingo, 4 noviembre 2018. Camino por la calle con un grupo. Lo lidera el poeta Irazoki. Dice que tiene una sorpresa para nosotros. Entran en una óptica. Me quedo atrás mirando las enormes aceras. Me fijo en que todos son chinos. ¿Cuándo llegamos a China?, pienso. Al entrar en la óptica un chino me dice con gestos que me dé prisa y que pase detrás de una cortina. Hay una grada de bancos que casi no se sostiene. Todo el grupo de ha colocado para una foto. Irazoki en el centro. Solo queda un sitio en la última fila. Al subir, casi caigo. Me agarró a la cortina y la descuelgo. Un chino sube rápidamente a engancharla y me dice algo al oído. Se ríe. Después de la foto todos desaparecen. Me quedo rezagada otra vez, mirando el suelo de la óptica. La han construido directamente sobre la acera. Al salir, subo una cuesta empinadísima. Se levanta viento, arranca una persiana y me agarró a ella pensando que si sale volando podré violar también. Dicho y hecho. Vuelo sobre la ciudad y sobre el mar. Cuando me canso, me suelto. Deberían aparecer unos delfines, como en las películas, y llevarme hasta la orilla. Así sucede, pero son tan pequeños que temo hacerles daño si me agarró a sus aletas.