proteo

miércoles, 2 septiembre 2020. Se supone que hemos ido al cine, cada uno a una película, la mía ha terminado antes y me he vuelto a casa. Alberto me llama, dice que ya ha salido, se ha ido a la librería Proteo y ha hecho algo muy loco. Nos vemos en la puerta de Proteo, dice. Le digo que voy a acostar a los sobrinos (son pequeños en el sueño) y voy para allá. Mientras acuesto a Diego oigo ruidos. La casa está a oscuras. Al abrir la puerta del baño veo a mi suegra desnuda, afeitando el grifo del lavabo. Su piel parece de cuero (no me extraña porque murió hace tiempo; tampoco me extraña que esté allí). ¿Qué haces? Está todo muy sucio, responde sin mirarme. Le digo que no se preocupe, que ya lo limpiaré yo mañana y que se vuelva a la cama. ¿Por qué tendrías que limpiar tú mi casa?, dice muy ofendida. No le digo que ahora su casa es mi casa. En ese momento llega a mi sobrina Elena (es un bebé con pijama de ositos) y nos dice que dejemos de hacer ruido, que no puede dormir. Visto el panorama, intento llamar a Alberto para decirle que no podré ir a Proteo, pero no me su número.