un galgo

martes, 23 noviembre 2021. Un galgo que se me acerca. Recuerdo que vi en un vídeo a varios perros que, al darles un beso, pegaban su cabeza al dueño. Le doy un beso y efectivamente pega su cabeza a la mía. Pienso si pasará con todo. Comienzo a darle besos a una cuchara, un plato y hasta una linterna enorme y pesada que tiene mi padre sobre la mesa. Todo se me queda pegado a la cara.

andador

viernes, 19 noviembre 2021. Estoy sentada en el sitio del sofá donde suele sentarse mi padre. Él, que dice que es incapaz de sostenerse sin andador, camina de un lado al otro del salón. No sé si decirle, ¡ves cómo puedes!. Aunque quizá darse cuenta de que puede le animaría, no le digo nada porque quizá reaccione mal y se caiga.

brazos de chicle

jueves, 18 noviembre 2021. Llego en un bus con aspecto de teleférico a lo alto de un monte. Oigo decir a un pasajero que le han dicho que por allí hay una librería con terraza y bar. Le digo que es justo el edificio que tenemos a la izquierda, que hay muy buenas vistas. Nos bajamos. Entro en una sala de exposiciones. Me recibe Oeste. Me abraza, se alegra mucho de verme. Una guía nos va explicando cada pieza. Hay cuadros y objetos personales de Paul Klee. Sobre una mesita hay unas tiras de papel con algo escrito. Reconozco la letra de Klee. Son originales, me dice la guía. Me extraña que las tengan así, para que todo el mundo las toque. Las huelo, las dejo en su sitio. No sabía que te gustara Klee, le digo a Oeste que mira el reloj en ese momento. Me fijo en lo tarde que es. Oeste me acompaña a la salida. Me coge de la mano y tira de mí. Corre, que todavía llegas al bus de vuelta. No se fija en que hay un escalón y cae. El escalón es una caída de al menos cinco metros. Lo sujeto colgado de mi dedo índice que he doblado en forma de gancho. Me tumbo en el suelo y estiro el brazo como si fuera de chicle para que al soltarse esté lo más cerca posible el sueño. Consigo que sólo esté a medio metro. Cae de pie. Ahora déjame pensar cómo te saco de ahí, le digo.

manos frías

lunes, 15 noviembre 2021. Salón de actos totalmente lleno. Todavía no se han encendido las luces. Salgo sin hacer ruido. Veo a Oeste sentado en el extremo de una de las filas. Al pasar a su lado me agacho a saludarlo. Me da la mano. La tiene helada. Se la cojo entre las mías. Al salir, me espera una sala que a ratos parece una catedral que han convertido en sala de exposiciones. Se supone que las fotos que hay expuestas son mías. Oeste se queja de que no les hayan dejado "filito blanco". Es verdad que resultan ahogadas. Le digo con un gesto que me da igual. En realidad quiero largarme de allí cuanto antes.

larvas

domingo, 14 noviembre 2021. Preparo un brazo de gitano en la cocina de la casa de mis padre. Andrés llega, toma un cuchillo de sierra enorme, lo corta por la mitad y el brazo de gitano se deshace. Está mal hecho, dice. Yo intento recomponerlo. Nada, se convierte en un charco de natillas. Comienzan a parecer larvas del tamaño de un dedo índice. Me da asco tocarlas. Andrés propone tomarlas con las pinzas de sacar el pan de la tostadora y tirarlas por el patio de luces. Eso hacemos.
sábado, 13 noviembre 2021. Voy de copiloto en un coche rojo. ¡Frena! Un tren pasa a toda velocidad delante de nuestras narices. Pasa dando una curva cerrada. Tan cerrada que se tumba pero sigue su camino en horizontal. Quiero volver a casa, pienso. Salgo del coche y camino. Son senderos de tierra. Llego a un pueblo. Me voy encontrando amigos y a todos les pregunto si pueden llevarme a casa. Mi prima Elisa dice que ella también se queda. Veo pasar a Alberto. Sube por un camino de tierra. ¿Me llevas a casa? Se vuelve con gesto enfadado. Sé que dice algo porque le veo mover los labios, pero ni oigo ni entiendo lo que dice. Después de un rato echándome la bronca le digo: Fin. Me doy la vuelta y bajo de nuevo al pueblo. Veo a Colin Firth en una esquina, sentado en el suelo sobre una toalla. ¿No estará mendigando?, pienso. Lleva bañador de palmeras y tiene heridas en las piernas. Pienso que se las hizo haciendo surf. Intenta consolarme. Todo se arreglará, dice. Yo niego con la cabeza. Dudo si sentarme con él sobre su toalla. Veo a Masip a lo lejos. Lleva el pelo con mechas verdes, pantalón corto y calcetines hasta la rodilla. Se le ve joven y feliz. Cuando me ve, se acerca sin decir nada y me pone un caramelo en la boca. Después cruza la calle bailando. Yo me quedo sentada en el escalón de un portal muy oscuro, viendo como se aleja.

dos pájaros y un gato

viernes, 12 noviembre 2021. Miro una foto pegada a un cartón (como las fotos antiguas). La foto es de mi cuarto (aunque no se parece en nada). Mirarla me da mucha tranquilidad. En la foto la ventana está abierta y entran dos pájaros que desaparecen al llegar a lo que se supone el tope de la foto. Así, en bucle.
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Vuelvo a casa. Llevo al erizo César en la mano. En los bajos del bloque han puesto un bar. Hay grandes colas para entrar. Todos son amigos de Pablo y van con trajes de chaqueta oscuros. También algunas chicas muy arregladas. Tropiezo con una de ellas que trata de quitarme a César. Si no lo sueltas te arrancaré la cabeza, le digo. La chica sigue luchando por él con una sonrisa odiosa. Se lo voy a contar a Pablo, le digo y lo suelta. Pepe me reconoce (hace años que no nos vemos) y dice que no he envejecido nada, que estoy guapa sin siquiera haberme pintado la raya del ojo (y mira a la chica odiosa que en ese momento me odia todavía más). Jamás me he pintado la raya del ojo, respondo. No mientas. Vivo aquí arriba, sube y registra mi casa: no encontrarás lápiz, ni maquillaje, ni nada de nada.
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Mi madre y yo salimos de casa. Oigo al gato de mi hermana quejarse desde dentro y le abro la puerta. Llamamos al ascensor. Oímos un ruido muy raro. Al abrir la puerta vemos que dentro hay cartones y manchas de pintura. Nos miramos. Le pregunto si es capaz de bajar siete pisos andando. Vamos allá, dice mi madre. Por el camino mi madre se ha convertido en Alberto. Llegamos a l a planta baja. para bajar al garaje (en mi bloque no hay), hay que saltar porque no hay escalera. El gato salta antes que yo. Oigo una queja muy leve. Cuando miro el gato es un muñeco de felpa rojo de unos siete centímetros. Lo pongo en la palma de mi mano y le digo: No te has hecho daño porque estás relleno de arroz. El gato responde con un Miau feliz. Alberto dice que no recuerda dónde tiene el coche. Nada más decirlo, ya estamos dentro. Yo, sentada en el asiento trasero y el gato en el lugar del copiloto.

rubio platino

martes, 9 noviembre 2021. Suena un móvil. Es el mío y está sobre la mesa del comedor de mis padres. Al sonar, aparece una foto de mi hermana con el pelo rubio platino, liso y muy largo, y una ropa que brilla. La veo entrar desde la terraza peinada y vestida igual que en la pantalla. Es para mí, dice. En ese momento recuerdo que le presté un momento mi móvil para que llamara, pero se ha hecho con él y le ha dado el número a todo el mundo. No le digo nada. Entro en la cocina. Me quejo a mis padres, lloro de rabia. Mis padres están descalzos y en pijama, comen algo en pie, con las manos. Parecen dos animales de zoo abandonados en comparación con el pelo y la ropa de mi hermana. La lavadora está en mitad de la cocina. Se ha roto, dice mi madre sin emoción alguna. Las lágrimas de rabia se transforman en tristeza y dolor.

en cuclillas

lunes, 8 noviembre 2021. Voy con Ángeles y Emilio. Ángeles se encuentra mal, quiere tomarse la tensión y entramos en un portal. Nos reciben una madre y una hija muy guapas. La hija está tumbada en el suelo. Se queja (sin mucha convicción) de que es fea y gorda. Mientras la madre la consuela, Ángeles de agacha y extiende el brazo para que le tome la tensión. En cuclillas no saldrá bien, pienso. Mientras, le cuento a la chica que yo siempre me quejé de ser gorda y, ahora, cuando miro fotos de joven veo lo delgada que estaba. La chica se levanta y me da las gracias. Nos vamos. Emilio dice que la madre estaba buenísima. Yo le digo: de liarme con alguien, me liaría con la hija.

heridas

domingo, 7 noviembre 2021. Mi padre llega muy arreglado, como cuando volvía del trabajo. Antes de saludar o decir algo, se remanga las dos perneras del pantalón y me enseña unas heridas que tiene en las espinillas. ¿Y esto qué?, ¿¡y esto qué!?, repite enfadado como si yo tuviera la culpa.

en formación

sábado, 6 noviembre 2021. Estoy con Manuel en un bar (aunque se supone que es su casa). Lo tiene casi todo empaquetado porque va a mudarse. Yo llevo a la espalda una bolsa-mochila de una tela muy ligera (parece de papel). La miro y recuerdo que esa bolsa sea mía. Me doy cuenta de que la bolsa tiene un desgarro y se ha salido lo que llevara. Pienso que llevaba botellas de vino, pero ni de eso estoy segura.
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Mi hermana tiene dos gatos. Uno está durmiendo enroscado sobre un sillón. El otro en el suelo, completamente aplastado, como si fuese una alfombra. Mi hermana sale desgreñada de su dormitorio. Le pregunto qué es eso y, al verlo, se desploma. La cojo en brazos y la llevo a su cuarto para ponerla en la cama, pero todo la habitación está llena de soldaditos de plástico colocados en formación. Temo tumbarlos.

el peso del oro

miércoles, 3 noviembre 2021. Hay un montón de chicas vestidas de fiesta. Ocupan varias calles de bares. Alguien me dice que han llegado de todo el país para buscar pareja. Hombres no veo. No comprendo que piensen que puedan gustar a nadie disfrazadas de princesas Disney. Entramos en un local desangelado. Niños y niñas leen textos malísimos. Una niña muy resuelta dice que prefiere hacerlo sin micrófono. Es buena. Quiero apuntar su nombre para leerla en un futuro. Una pareja se me acerca tímidamente, dicen que han visto todas mis películas. No sé de qué hablan. Salimos del local (en el suelo consta que estamos en alguna ciudad de Irlanda). Hay borrachos tirados por todas partes, como si hubiera habido una gran fiesta. Bajo un banco veo una moneda muy pequeña. Al cogerla, pesa demasiado. Lleva una cadena y varias esferas y cascabeles de oro. A la entrada del bar hay un tipo en camiseta de tirantes con muy mala pinta haciendo de portero. No me fío. Aparecen dos mujeres policías. Les digo en inglés que me he encontrado eso bajo un banco, allí, les señalo. Me dan las gracias sin convencimiento. Es oro, insisto, su dueño se alegrará de recuperarlo. Sonia se enfada porque lo he devuelto. Tú habrías hecho lo mismo, le digo. Intento hablar con mi madre por videollamada, pero responde mi tía. Le voy enseñando las calles por las que pasamos. Bajamos por una escalera de caracol oxidada. Abajo hay una especie de placita cerrada donde todos miran un carro también de hierro. El carro de Molly Malones, dice Míchel. No lo es, respondo. Quiero irme de allí, huele a orines. Una chica nos dice que cuidemos de su novio, que ella tiene que volver a España. El novio es Javier Bardem. Los dos llevan unos kimonos a juego. Es difícil tirar de él porque quiere entrar en todos los locales. Entramos en uno. Aunque parezca un bar es una casa. Sobre la mesa alguien ha colocado su almuerzo y una lata de cerveza. Bardem se come todo lo que hay en el plato. Alberto se bebe la cerveza. Sonia y Míchel esperan fuera avergonzados. Aparece la dueña de la casa con sus dos hijos (una señora enorme con delantal). Su hijo lleva un cuchillo japonés y la hija un rodillo de madera. Me río para adentros porque parecen de dibujos animados. Se queja en francés. Le respondo, también en francés, que mis amigos se han equivocado, que creían que era una restaurante. Me amenazan. Mientras, Alberto y Bardem están mirando los cuadros que hay por los pasillos de la casa, como si estuvieran en un museo. Cuando aparecen en el salón y reconocen a Bardem, la señora y su hijo se quedan de piedra y comienzan a hacer reverencias. la hija se desmaya. Aprovechamos para largarnos.

visita inesperada

martes, 2 noviembre 2021. Se supone que acabo de levantarme de la cama. Estoy en la casa de mis padres. Al llegar al salón veo a Lolita y a un tipo que, se supone, es su novio. ¿Ese ruido no será lluvia?, pregunto. Efectivamente está lloviendo y el novio ha bajado el toldo. No le digo nada, pero me sienta muy mal que toque cosas que no son suyas. Lo recojo para que no se moje. Algo habrá que cenar, dicen. Tengo que entretenerlos mientras preparo la cena. Veo un radiocasete antiguo (con una cinta dentro) y una tele portátil que parece de juguete. Le doy al play: Joan Margarit lee poemas. Enciendo la tele: un Metróplis con grupos de los años 80. ¿Preferís a Margarit o música? Música, dicen. Me llevo el radiocasete, les dejo la tele puesta y marcho a la cocina. Desde allí los oigo quejarse y reírse de mí, de la casa y de la música. Me entran ganas de echarlos a patadas (pero en ningún momento me pregunto qué hacen en la casa de mis padres). La cocina está desordenadísima. No encuentro nada. Abro cajones buscando platos y cubiertos pero todo está sucio. Encuentro jamón. Hay pan, pero está congelado. El novio entra en ese momento. Le digo que no encuentro los platos, que usaré los míos. Sobre la encimera están los platos Duralex verdes que suelo usar en casa. Le digo que se los lleve para quedarme sola y pensar qué más les puedo poner de cena.

la fiesta de la vagina

lunes, 1 noviembre 2021. Estoy en una habitación con una pared de cristal desde dónde puedo ver lo que pasa fuera, pero desde fuera no me pueden ver. Parece la terraza de un bar cerca de la playa donde hay dos o tres personas desayunando. Como sé que no pueden verme, abro las piernas y, con una linterna, ilumino mi vagina que se proyecta en el cristal como si fuera una pantalla. Dentro se ve una especie de película de dibujos animados que no son personajes sino formas que se mueven. Me río sola al pensar en que podría dejar de escribir y dedicarme solo a eso, a proyectar lo que sucede dentro de mí, vendérselo a un museo de arte moderno y llamarle "La fiesta de la vagina".