cafetera

viernes, 5 septiembre 2008. Hay visita en casa de mi suegra. Me asomo por la ventana de la terraza y los veo a todos sentados alrededor de la mesa. Eres muy tranquila, me dice mi suegra con tono de reproche. Me dice que llevan esperando el café hace un rato. Por más que busco no encuentro la cafetera, sólo piezas sueltas que no se corresponden. La casa tiene varias cocinas, las recorro todas en busca de más piezas. Oigo la voz de Alberto, ha llegado de trabajar y está con las visitas en la terraza. Voy de una cocina a otra. Lo encuentro por fin delante de uno de los fuegos, está hirviendo un libro rojo de pastas duras. Le pregunto por qué no ha venido a darme un beso. Señala el libro como única explicación. Elena, mi sobrina, me dice que ha encontrado una cafetera. Está desarmada y sucia. Me doy por vencida, pego la espalda a la pared y me quedo muy quieta, mirando unos dibujos de Alberto, donde aparecen unas chicas que se bañan en la playa con tacones y guantes. Andrés se asoma por la ventana de la terraza. No sé cómo ha entrado ni qué hace allí. Está muy triste, dice que tiene que contarme una cosa. Le advierto que no es buen momento, que no podré animarlo.