domingo, 7 septiembre 2008. Tengo que limpiar la muralla china. Paso a uno de sus tramos por un arco. A los dos lados hay una doble fila de asientos de avión. Miro debajo de cada uno, y voy echando en un cubo de basura lo que encuentro. Lo que más hay son calcetines de color claro y camisetas. Todo sucio. Sobre cada asiento que he dejado limpio, coloco un pastelito de arroz envuelto en alga Nori. Debajo de uno de los asientos, hay un maletín. Lo abro con cuidado. Dentro hay exquisitamente ordenados tres pares de calcetines negros. Alberto se me acerca y me dice muy alegre: Mis calcetines, me alegro de que los hayas encontrado tú.
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Llevo un cinturón de tela a una tienda, como si se tratara de unos zapatos, para que lo metan en la horma. Espero delante del mostrador con dos monedas en la mano. Le hago un gesto a la chica, pero me dice que no estará listo hasta la hora de cerrar. Salgo de la tienda y pienso que mientras iré a ver a Clara, la hija recién nacida de Daniel. Aunque dudo si será un buen día porque Daniel cumpleaños y estará toda su familia en casa.
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Llevo un cinturón de tela a una tienda, como si se tratara de unos zapatos, para que lo metan en la horma. Espero delante del mostrador con dos monedas en la mano. Le hago un gesto a la chica, pero me dice que no estará listo hasta la hora de cerrar. Salgo de la tienda y pienso que mientras iré a ver a Clara, la hija recién nacida de Daniel. Aunque dudo si será un buen día porque Daniel cumpleaños y estará toda su familia en casa.