domingo, 21 septiembre 2008. Marcos y yo estamos en el dormitorio de mi abuela, cada uno en una cama, separados por una mesilla de noche. No sé cómo le llega la mano hasta mi cama para acariciarme el pelo. Le pregunto si necesita una manta. Si vuelves a preguntármelo voy a tener de dejar de verte para siempre, dice. Te juro que no hará falta, le respondo.
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Paseo con mi tía Encarna por un solar en obras. Dice que ya recuerda cómo se tocan las castañuelas. Intenta enseñarme. Después corre hacia una tapia, choca, cae al suelo y se deja rodar. Tengo que parar su cuerpo con el mío. Le sacudo el polvo y camino con ella del brazo. Está llorando, dice que los enfermeros la despiertan muy temprano. Le digo que ya es hora de que vuelva a casa.
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Paseo con mi tía Encarna por un solar en obras. Dice que ya recuerda cómo se tocan las castañuelas. Intenta enseñarme. Después corre hacia una tapia, choca, cae al suelo y se deja rodar. Tengo que parar su cuerpo con el mío. Le sacudo el polvo y camino con ella del brazo. Está llorando, dice que los enfermeros la despiertan muy temprano. Le digo que ya es hora de que vuelva a casa.