lunes, 27 octubre 2008. Estoy en una cantina como las de oeste con Maribele, Purranki y Joan. A Maribele le sirven un chuletón enorme. Protesta al camarero, le dice que es vegetariana y quiere que le cambien el plato. Ella misma se levanta y va a la cocina. Vuelve feliz con un plato de lentejas con chorizo. Mientras esto ocurre, Joan se ha comido toda una fuente de lasagna y empieza a robarle comida a los de la mesa de al lado que, para defenderse, se tiran vasos de agua. Salimos y las calles son, efectivamente, las de un pueblo del oeste, pero sólo yo me sorprendo. Todos se suben a un molino de agua y hacen piruetas hasta que empiezan a caer. Joan se queda colgando de una mano, pero finalmente cae. Cuando voy a ver si se han hecho algún daño, veo que se han convertido en pinzas de madera de tender la ropa.
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José Luis va con una niña en un vagón de tren. Están sentados en el suelo. La niña dice muy orgullosa palabras que no se corresponden con su edad, pero las dice ton ni son. José Luis quiere que le enseñe mi cámara, pero me da vergüenza porque está llena de arena y, como él es fotógrafo profesional, pienso que voy a darle mala impresión. Intento buscar las palabras precisas para explicarle que tengo cámaras muy buenas que cuido delicadamente, que esa es sólo mi Lomo de batalla, pero la niña me roba las palabras antes de que yo las pronuncie. No debiste llevar la cámara al Sahara, me dice. En ese momento compruebo que no le he puesto película y que el ridículo que voy a hacer, cuando él se dé cuenta, es espantoso.
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José Luis va con una niña en un vagón de tren. Están sentados en el suelo. La niña dice muy orgullosa palabras que no se corresponden con su edad, pero las dice ton ni son. José Luis quiere que le enseñe mi cámara, pero me da vergüenza porque está llena de arena y, como él es fotógrafo profesional, pienso que voy a darle mala impresión. Intento buscar las palabras precisas para explicarle que tengo cámaras muy buenas que cuido delicadamente, que esa es sólo mi Lomo de batalla, pero la niña me roba las palabras antes de que yo las pronuncie. No debiste llevar la cámara al Sahara, me dice. En ese momento compruebo que no le he puesto película y que el ridículo que voy a hacer, cuando él se dé cuenta, es espantoso.