kafka y los okupas

jueves, 23 octubre 2008. Mi madre y mi tía Encarna están en un bar. No sé si acaban de llegar o ya se van, porque llevan puestos sus abrigos. Daniel y Héctor están sentados con ellas. Daniel tiene en brazos a su hija Clara. Héctor me dice algo al oído que no consigo entender. Les digo que he quedado con Joan y llego tarde. Mi madre me dice que tenga cuidado con las drogas. Quédate tranquila, yo sólo soy de cerveza.
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Mi madre, mi hermana y yo vemos, desde el jardín de la casa de mi abuela, unos tornados que se acercan desde el monte. En ese monte pasan cosas muy raras, le digo a mi hermana, ¿te acuerdas cuando vimos aquel platillo volante? En ese momento, mi madre levanta los brazos y hace girar una tarta sobre nuestras cabezas. Esto sí que es un platillo volante, dice. Un rayo cae sobre la tarta. Que bien, dice mi madre, ahora es de chocolate.
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Juan y yo tomamos unas tapas en la acera, junto al portal de casa. Las tapas son cabezas huecas de pájaro. Tengo una sorpresa para ti, me dice, mira dentro de las cabezas. Veo una imagen en movimiento de Agustín paseando por una calle de Montreal. Cuando voy a mirar dentro de otra, me doy cuenta de que nos las hemos comido todas. Nos hemos comido incluso los picos y los ojos, le digo asqueada. Recogemos de la acera cáscaras de mejillones, varias servilletas y entramos al portal. Juan no entiende que en el buzón haya escrito el nombre de Kafka junto al mío. Le explico que desde que murió Kafka no recibe sus cartas, así que me pidió el favor de que se las enviaran a mi casa. Juan me ayuda a sacar la publicidad del buzón. Ni los dos juntos podemos con ella. Subimos a casa con una caja llena de cartas, publicidad, cáscaras de mejillón, vasos de cristal muy pesado y cubiertos. Al llegar a la puerta vemos que está arrancada. Entro con el vaso y los cubiertos en la mano a modo de arma. En el cuarto de Alberto hay dos chicos usando el ordenador. Juan dice que va a llamar a la policía. Me da mucha pena porque son muy jóvenes, les pregunto por qué han roto la puerta. Me explican torpemente que viven en la planta de arriba y no tienen internet. Les digo que podían haberme pedido permiso, que por esta vez no voy a denunciarlos, pero que cuando se vayan se lleven todas las banderas del Real Madrid que han colgado en la habitación.