viernes, 10 octubre 2008. Nos vamos de vacaciones. Le digo a Alberto que antes quiero colarme en una casa que lleva unos meses deshabitada. Se alegra mucho, incluso aplaude. Saltamos el seto y abrimos el buzón. Dentro hay muestras de tampones. Me los guardo. Alberto tira las cartas al suelo y se ríe. Entramos en la casa, metemos ropa en una maleta y nos vamos, por fin, de vacaciones.
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Entro en una estación de autobuses muy destartalada. Arrastro una maleta. Busco un bar donde compara un helado. El chico me dice que no le quedan cucuruchos, así que me lo sirve en un vaso con el logo de Coca-cola. Dice que si le llevo el vaso cuando me coma el helado, me devolverá un euro. Al salir de la estación, me veo reflejada en las puertas de cristal y observo que voy vestida igual que mi muñeca Nancy, con un pantalón corto y una sobrefalda abierta abrochada a la cintura. Decido que no voy a devolverle el vaso.
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Bajo la silla hay un cuaderno de recortables. Cuando lo cojo para mirarlo, Ángeles me dice que son suyas. Le explico que no voy a quedármelas, que sólo quiero ver si entre ellas está una recortable que se llamaba Julita.
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Entro en una estación de autobuses muy destartalada. Arrastro una maleta. Busco un bar donde compara un helado. El chico me dice que no le quedan cucuruchos, así que me lo sirve en un vaso con el logo de Coca-cola. Dice que si le llevo el vaso cuando me coma el helado, me devolverá un euro. Al salir de la estación, me veo reflejada en las puertas de cristal y observo que voy vestida igual que mi muñeca Nancy, con un pantalón corto y una sobrefalda abierta abrochada a la cintura. Decido que no voy a devolverle el vaso.
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Bajo la silla hay un cuaderno de recortables. Cuando lo cojo para mirarlo, Ángeles me dice que son suyas. Le explico que no voy a quedármelas, que sólo quiero ver si entre ellas está una recortable que se llamaba Julita.