patatas fritas y nubes

lunes, 13 octubre 2008. Alberto y yo acabamos de despertarnos, salimos a la terraza a desayunar, hace un día precioso. Nada más sentarnos, aparece su madre con dos escobas, una en cada mano, y nos dice que no perdamos el tiempo.
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En una clase con los alumnos sentados en círculo, leemos la Biblia. Yo voy cambiándome de silla para que no me toque leer. Tengo una carpeta llena de deberes que tampoco quiero hacer. Pienso que llamaré a Óscar para que me ayude a terminarlos. Me escapo de clase. Abajo está Rosamari, una niña del colegio a la que no veo hace años, vestida a ratos de enfermera ratos de princesa. El instituto también es a ratos un hospital. Oímos gritos, Rosamari dice que otra vez han matado a alguien, que eso pasa todos los días. Lo dice con absoluta tranquilidad. Mientras dobla sábanas. Tu hermana te está esperando abajo, dice. Mi hermana y Hero, su marido, están en un banco comiendo patatas fritas y nubes. Siento cierto asco al pensar en esa mezcla en sus bocas. Les digo que tengo mucha prisa y salgo a la calle corriendo. De repente estoy en un coche con Javi Rodríguez. No usa las manos para conducir, va recostado en el asiento con los ojos cerrados. A los lados de la carretera hay precipicios. No te preocupes, me dice Óscar desde el asiento de atrás, es un coche automático y en cuanto lleguemos al pantano, te salvo.
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Centro comercial que a la vez es hospital. Nos encontramos a Javier, Isa y Juan Cabezas en la cafetería. También han ido a visitar a alguien. Javier dice que estoy muy guapa, y yo le digo que está mucho más joven ahora que vuelve a tener pelo. Alberto se ríe de que nos digamos cosas bonitas. Saco del bolso unas fotos en blanco y negro, que al enseñárselas se hacen más largas y toman movimiento. Isa se las quita de las manos y dice que no quiere que las veamos porque en ellas sale con el pelo lacio y está muy fea. Se me ha olvidado a qué enfermo venía a visitar, le digo. Todos se ríen.