viernes, 19 diciembre 2008. Mi padre ha quitado el plafón del hall y ha cerrado el agujero con escayola. No te quejarás, le dice a mi madre, ahora el hall parece la cúpula de Barceló. Mi madre responde que ya había comprado una lámpara y hasta le había buscado un nombre, como si se tratara de una mascota. Mientras, mi hermana se come un plátano sentada entre dos amigas mucho más niñas que ella. Yo observo la escena sin intervenir.
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Un tipo dice que tengo que salir a leer poemas. Le pregunto si puedo leer poemas antiguos porque los recientes no me gustan nada. Mientras se lo digo me caen lagrimones. Veo en sus ojos que por fin alguien me cree cuando digo que no me gustan mis poemas.
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Una profesora escribe con tiza en mi mesa una serie de fracciones, todas con el denominador común 5. Las miro un segundo y le doy el resultado a viva voz. Sobresaliente, dice. Acto seguido intenta prenderme fuego.
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Un tipo dice que tengo que salir a leer poemas. Le pregunto si puedo leer poemas antiguos porque los recientes no me gustan nada. Mientras se lo digo me caen lagrimones. Veo en sus ojos que por fin alguien me cree cuando digo que no me gustan mis poemas.
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Una profesora escribe con tiza en mi mesa una serie de fracciones, todas con el denominador común 5. Las miro un segundo y le doy el resultado a viva voz. Sobresaliente, dice. Acto seguido intenta prenderme fuego.