jueves, 25 diciembre 2008. Llego con Juan Pardo a su casa, que por fuera parece una caseta de playa. Juan me da unos zapatos morados como los que se usan para hacer escalada. Llaman con los nudillos a la puerta. Es su mujer, Ana, pero en vez de ser rubia con el pelo rizado es morena con el pelo lacio. Está muy alterada. Abre armarios y cajones buscando algo. Cuando ve que llevo los zapatos en la mano me los quita de un tirón. Vete, grita. Miro a Juan esperando una respuesta. Los zapatos son de Ana, dice.