exhibicionismo y gatos clandestinos

lunes, 1 diciembre 2008. Paseo desnuda por una casa que no es la mía. La casa tiene una cristalera que da a una piscina comunitaria. Está llena de turistas. Para comprobar si pueden verme, paso por delante de la cristalera dando saltos.
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Sigo a Perkins por la calle pero lo pierdo a cada instante. Llevo dos libros que he comprado en una librería de segunda mano y tengo que entrar en la librería del museo donde Perkins acaba de entrar. La dependienta me dice que debo pagarlos. Le explico que los he comprado en otra librería. Una de las dependientas pasa un escáner por los libros y dice que puedo pasar. Me entrega una silla. Entre la silla y los libros no puedo correr y alcanzar a Perkins. Lo veo pasar por una de las salas, dejo la silla debajo de un cuadro y corro hacia él. Dice que ha comprado una postal. Azucena, dice como si yo supiera de qué se trata. Es la foto de una vidriera muy bonita a la que le han dibujado encima, con purpurina varias mariposas. No sé qué decirle. Un amigo de Perkins llega en ese momento y dice que la postal es una cursilada.
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Mi suegra se sienta a mi lado al borde de la cama. Dice que no se moverá de allí hasta que lave los calcetines de su hijo. No sé de qué calcetines me habla. Yo ando quitándole unos clavos a una caja de madera forrada de toalla azul, y sólo pienso en que no se dé cuenta de que tengo varios gatitos en un cesto bajo una silla.