lejano oeste y cámara lomo

lunes, 27 octubre 2008. Estoy en una cantina como las de oeste con Maribele, Purranki y Joan. A Maribele le sirven un chuletón enorme. Protesta al camarero, le dice que es vegetariana y quiere que le cambien el plato. Ella misma se levanta y va a la cocina. Vuelve feliz con un plato de lentejas con chorizo. Mientras esto ocurre, Joan se ha comido toda una fuente de lasagna y empieza a robarle comida a los de la mesa de al lado que, para defenderse, se tiran vasos de agua. Salimos y las calles son, efectivamente, las de un pueblo del oeste, pero sólo yo me sorprendo. Todos se suben a un molino de agua y hacen piruetas hasta que empiezan a caer. Joan se queda colgando de una mano, pero finalmente cae. Cuando voy a ver si se han hecho algún daño, veo que se han convertido en pinzas de madera de tender la ropa.
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José Luis va con una niña en un vagón de tren. Están sentados en el suelo. La niña dice muy orgullosa palabras que no se corresponden con su edad, pero las dice ton ni son. José Luis quiere que le enseñe mi cámara, pero me da vergüenza porque está llena de arena y, como él es fotógrafo profesional, pienso que voy a darle mala impresión. Intento buscar las palabras precisas para explicarle que tengo cámaras muy buenas que cuido delicadamente, que esa es sólo mi Lomo de batalla, pero la niña me roba las palabras antes de que yo las pronuncie. No debiste llevar la cámara al Sahara, me dice. En ese momento compruebo que no le he puesto película y que el ridículo que voy a hacer, cuando él se dé cuenta, es espantoso.

bombero pirómano

viernes, 24 octubre 2008. Mientras tiendo ropa que mi hermana se ha dejado chorreando en un cubo, Javier me dice que ya tiene los libros. Me enseña dos folios verdes impresos. Uno es de Héctor y el otro mío. Héctor no comprende cómo dos libros ocupan sólo dos folios. Indignado, le quita a Javier el suyo y desaparece. Las luces se apagan y Paco Cumpián se sube a una máquina gigante. Javier me explica que es la más antigua del mundo. La sombra de Cumpián subido a la máquina es preciosa y pido permiso a Javier para sacar unas fotos.
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Ayudo a mi suegra a pasar por un camino de barro. A la puerta de un restaurante hay un puesto de cosas viejas que la lluvia ha mojado. Entre ellas álbumes de fotos antiguas. Le pregunto al dueño cuánto cuestan. Dice que no sirven para nada, que sólo me cobrará 12 euros. Mientras hablo con él, mi suegra se ha subido a una mesa camarera y patina sobre ella como si tuviera cinco años. Junto a los álbumes hay figuritas de monos muy feas que cuando las miro cambian de postura y me ponen caras.
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Llegamos a un bar. Se sientan con nosotros Muñoz Quintana e Isa. Nos traen una cerveza a cada uno, menos a Alberto que le ponen delante cuatro copas pequeñas con hielo rosa y un Martini. De los cubitos saca cuatro muñecos Kinder y me da uno. Ya sabes que siempre he odiado a los búhos, le digo. Reparte otra vez los muñecos y me da el último, un fantasma que en mis manos se convierte en una figurita Disney. Ya sabes que siempre he odiado a Disney, le digo.
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Carmen y Enrique están muy serios en la puerta de un bar, esperando a que abran. Los saludo desde lejos pero no responden, parecen dos figuras de cera. Una vez dentro, los veo sentados en una mesa muy larga que preside Lucas, el koala puesto. Lucas lleva unas gafas rojas de pasta muy exageradas. Actúan como si yo fuera invisible. Una de las chicas de esa mesa, le da una patada a una salamanquesa pequeña que hay a la entrada de los servicios. Le digo que es más animal que la salamanquesa. La chica me insulta. Lucas me hace un gesto como diciendo que está de mi parte. Después les dice a todos que sólo a mí se me podía ocurrir escribir una novela sobre un bombero pirómano. Un chico me da un single, pero dentro de la funda sólo hay una caja de cerillas. Pienso que se están burlando de mí, pero me da igual, porque al menos ya no soy invisible.

kafka y los okupas

jueves, 23 octubre 2008. Mi madre y mi tía Encarna están en un bar. No sé si acaban de llegar o ya se van, porque llevan puestos sus abrigos. Daniel y Héctor están sentados con ellas. Daniel tiene en brazos a su hija Clara. Héctor me dice algo al oído que no consigo entender. Les digo que he quedado con Joan y llego tarde. Mi madre me dice que tenga cuidado con las drogas. Quédate tranquila, yo sólo soy de cerveza.
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Mi madre, mi hermana y yo vemos, desde el jardín de la casa de mi abuela, unos tornados que se acercan desde el monte. En ese monte pasan cosas muy raras, le digo a mi hermana, ¿te acuerdas cuando vimos aquel platillo volante? En ese momento, mi madre levanta los brazos y hace girar una tarta sobre nuestras cabezas. Esto sí que es un platillo volante, dice. Un rayo cae sobre la tarta. Que bien, dice mi madre, ahora es de chocolate.
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Juan y yo tomamos unas tapas en la acera, junto al portal de casa. Las tapas son cabezas huecas de pájaro. Tengo una sorpresa para ti, me dice, mira dentro de las cabezas. Veo una imagen en movimiento de Agustín paseando por una calle de Montreal. Cuando voy a mirar dentro de otra, me doy cuenta de que nos las hemos comido todas. Nos hemos comido incluso los picos y los ojos, le digo asqueada. Recogemos de la acera cáscaras de mejillones, varias servilletas y entramos al portal. Juan no entiende que en el buzón haya escrito el nombre de Kafka junto al mío. Le explico que desde que murió Kafka no recibe sus cartas, así que me pidió el favor de que se las enviaran a mi casa. Juan me ayuda a sacar la publicidad del buzón. Ni los dos juntos podemos con ella. Subimos a casa con una caja llena de cartas, publicidad, cáscaras de mejillón, vasos de cristal muy pesado y cubiertos. Al llegar a la puerta vemos que está arrancada. Entro con el vaso y los cubiertos en la mano a modo de arma. En el cuarto de Alberto hay dos chicos usando el ordenador. Juan dice que va a llamar a la policía. Me da mucha pena porque son muy jóvenes, les pregunto por qué han roto la puerta. Me explican torpemente que viven en la planta de arriba y no tienen internet. Les digo que podían haberme pedido permiso, que por esta vez no voy a denunciarlos, pero que cuando se vayan se lleven todas las banderas del Real Madrid que han colgado en la habitación.

sal y fresas

miércoles, 22 octubre 2008. Estoy tumbada con Eski sobre una montaña de sal. Mientras hablamos, a ratos es él y a ratos una niña pequeña. Le pregunto cómo lo consigue.
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Daniel está durmiendo. Mientras, lavo unas fresas bajo el grifo. Me acerco a la cama muy despacio y le meto una fresa en la boca.

sobresaliente en dibujo

martes, 21 octubre 2008. Marcos y yo escalamos la fachada de una casa hasta llegar a la azotea. Las barandas son de madera verde y nos hacen daño en las manos, pero él está muy emocionado a pesar del dolor porque, dice, es su primera vez. Le advierto que cuando estemos dentro no podremos hacer ningún tipo de ruido. Entramos por una ventana a un dormitorio. Dentro hay dos chicas que hablan animadamente mientras comen pipas. Marcos se ha vuelto de repente un bebé y llora sobre la cama. Les digo a los tres que se callen mientras tapo la mirilla de la puerta con un dedo. Se ríen. Abro la puerta para que la dueña pueda ver que hemos entrado. Ya me he cansado, les digo enfadada. Antes de que la dueña entre en el dormitorio meto las sábanas de la cama en una bolsa de deporte para no dejar huellas y corro escaleras abajo.
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Llego a una comisaría donde me dicen que han encontrado mi DNI en una papelera. Está tan deteriorado que tenemos que hacerte otro, me dice una chica muy amable. Saca de un cajón todos los boletines de mis notas y las copia con letra muy pequeña en el nuevo DNI. Me felicita al ver que saqué sobresaliente en dibujo en todos los cursos.
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Mamá tiene la cocina llena de cajas de leche y de los nuevos pastelitos de Nocilla. Le digo que hace tiempo que quiero probarlos pero no los he visto en ninguna tienda. Cómete los que quieras, me dice. Sin llegar a probarlos, me voy al supermercado. Allí está mi padre sopesando el precio de un pijama para mi hermana. Es que quiere un pijama de ositos como el tuyo, me dice. Junto a las estanterías hay una cama muy estrecha donde se han tumbado mi abuela y mi tía Encarna. Busco los pastelitos, pero sólo hay estanterías con ropa. Siempre quise unas zori, le digo a mi padre. Hay un cajón lleno pero ninguna de mi número. Entre otras cosas encuentro un pashmina verde y un polo gris por sólo 10 euros. Al fondo del cajón, bajo la ropa, hay envases de bacon. Pienso que debo llevarlos al encargado porque si siguen entre la ropa se estropearán, pero me distraigo con unas figuritas de los Simpson que hay también bajo la ropa.

pelusas gratis

lunes, 20 octubre 2008. Daniel se queja de que no sabe distinguir las medias de Ángeles, y cada vez que le pide unas, tiene que dar dos paseos porque siempre las confunde. Lo veo tan deprimido que consigue entristecerme, pero no sé cómo decirle que todo eso es una tontería. Alberto llega en ese momento y dice que nos lleva a casa. Daniel tiene miedo de ir en el coche porque no tiene matrícula. Pienso que no es normal que cosas así le preocupen. Cuando pasamos por el paseo marítimo, vemos un barco construido en piedra, navegando. Mira, es igual que el tuyo, le digo a Daniel. El mío se hundió, responde.
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Daniel y yo esperamos a Purranki en su trabajo. En su ordenador hay unas ranas saltarinas. Pienso que es un salvapantallas demasiado infantil para él, que ya es padre de familia. Las ranas salen de la pantalla y escapan por la moqueta ensuciándolo todo. Creo que el ordenador de Purranki ya está libre de virus, le digo a Daniel. Daniel ha descubierto bajo la mesa revistas de decoración de habitaciones de bebé. Una de ellas regala un biberón y otra pelusas. Mientras esperamos hacemos bolas de pelusas y soplamos para que vuelen.

espaguetis musicales

domingo, 19 octubre 2008. Casa deshabitada, la misma de otros sueños. Un grupo entra para celebrar una boda. Miro desde la acera cómo beben y bailan. De repente estoy dentro, pero ya no hay fiesta, alguien ha cerrado la puerta y las ventanas. La novia grita histérica hasta el punto de arrancarse el velo. El resto de invitados se echa a dormir en el suelo. Uno de ellos dice: Moriremos de hambre. Acto seguido también se duerme tranquilamente. Le pido a uno de ellos que me ayude a romper un cristal para salir. El cristal resulta ser de vinilo naranja y sale de una pieza, Salgo a la calle entre los barrotes. El chico me dice que él se queda. Corro hasta llegar al cauce de un río seco. Me doy cuenta de que llevo la mochila verde que mi madre me compró en 6º EGB. Saco de la mochila unas ramas secas para hacer fuego cuando llegue la noche y me siento a esperar.
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Hemos quedado para cenar con Isa y Javier. Mientras nos traen la cena, les digo que voy a enseñarles mi último invento. Saco del bolso un paquete de espaguetis y, sin abrirlo, los manoseo. De los espaguetis sale una música deliciosa. ¡Es Haendel!, dice Javier entusiasmado.

sobrinos y funeral

sábado, 18 octubre 2008. He quedado para la presentación de una revista de poesía. Mis sobrinos, que nunca han leído un libro, se muestran muy interesados en acompañarme. Elena me dice que todavía tiene que desmaquillarse, y Diego me pregunta si se ha vestido adecuadamente. Aunque son mayores se comportan como niños buenos. Cuando llegamos al local, hay una verbena y las revistas están tiradas por el suelo. Mis sobrinos se enfadan porque aquello es un desastre. Todos los poetas están borrachos o a punto de estarlo. La puerta de salida es de vinilo naranja transparente. Y encima ni hay una puerta decente, me recriminan mis sobrinos.
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En la plaza principal de Logroño se celebra el entierro de un amigo de Carmen y Enrique. Todos lo celebran como si fuese la fiesta patronal, hay puestos de comida y vino gratis para todos. Carmen está muy contenta porque todo está saliendo muy bien. El coche fúnebre es blanco. Noto que tengo fiebre y voy al hotel a tomar una pastilla. Con la cabeza embotada, espero en una cola de autocares con Alberto y Andrés. Los autocares se van sin nosotros y Alberto y Andrés desaparecen. Pienso que se han ido en el último. Intento entrar en un vagón de tren que está en marcha, pero un chico me dice que es muy peligroso. Me agarro a la barra de la puerta y en una curva estoy a punto de caer. El chico me ayuda a entrar y me cede su asiento. Dice que de todos modos ese tren no lleva a Logroño. El tren recorre una ciudad de calles estrechas a una velocidad de vértigo. Cuando veo una iglesia, le digo al chico que voy a saltar del tren. El chico acciona una palanca del techo y el tren frena. Salta ahora, me dice. Le agradezco la ayuda enseñándole a César, el erizo, y él se siente tan pagado como si le hubiera dado un millón de euros. Dice que le da pena saber que no volverá a verme. Yo le digo que también, pero es mentira. Corro por las calles como si llevara ruedas en los pies, hasta llegar a la plaza de antes, que todavía está llena de gente. En un bar, veo a mi Hermana y a su marido. No sé qué hacen allí y no me alegra nada verlos. Primero pienso en esquivarlos, pero finalmente me acerco y les pido que llamen a Alberto. Hero me dice que lo ha llamado varias veces pero debe de tenerlo apagado. Imagino que Alberto, al ver su número, no ha querido responder. Le pido que me lo deje para enviarle un sms y decirle que me he perdido.

letizia indignada

viernes, 17 octubre 2008. Mi hermana se queja de que la ropa no le entra porque ha engordado unos kilos. La princesa Letizia, que está sentada a su lado en el salón de casa de mis padres, le dice: Y encima, tienes que aguantar a los periodistas cuando sales de casa. Dicho esto, se levanta, se quita la ropa que lleva puesta y la tira al suelo.

monedas comestibles

jueves, 16 octubre 2008. Alberto y yo nos despertamos en el jardín de un hotel. Hemos pasado la noche tapados con el césped como si fuera una manta verde. A lo lejos, en la piscina, veo tirarse en bomba a un grupo de chicas. Me acerco para bañarme con ellas. Lo que de lejos parecía una piscina ahora es un riachuelo de fango.
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Álvaro García y yo hemos quedado con Marcos. Llevamos más de una hora esperándolo en la puerta de la zapatería que hay frente a la catedral. Unos chicos, sentados en el banco de al lado, se ríen de nosotros. Le pregunto a Álvaro si sabe de qué se ríen. Se ríen porque habíamos quedado bajo el segundo árbol de la alameda. En vez de enfadarme, agarro a Álvaro del brazo y le doy muchos besos, para que los chicos piensen que no me importa haber perdido el tiempo. Llegamos a una especie de claustro donde viven indigentes. Al fondo veo a Jurdi, hermano de Marcos, con una camiseta naranja. Le pregunto a Álvaro si se acuerda de él, pues fue Jurdi quien nos presentó hace años. Álvaro prefiere no acercarse a él. Jurdi y yo nos abrazamos, me alegro mucho de verlo. Me fijo en que lo que parecía una camiseta naranja es en realidad su piel curtida. Tiene una cicatriz circular en el pecho. Está muy delgado. Me cuenta que lleva tres meses sin comer. Una chica rubia con el pelo muy corto, se acerca y le da un billete de 3 dólares. Jurdi se pone muy contento. Pienso que el billete es falso y no le servirá para nada. Nos acercamos a un puesto de chucherías y Jurdi pide una bolsa de bolas naranjas. 50 dólares, dice la dependienta. Jurdi le entrega el billete falso y ella le da la bolsa, que al llegar a sus manos se ha convertido en una bolsa llena de monedas de cobre. Te invito a comer, le digo. Pero Jurdi ya ha empezado a comerse las monedas.

globo azul y bolso morado

miércoles, 15 octubre 2008. Juan Luis estrena casa con una fiesta. La fiesta consiste en un chico muy gordo en pañales corriendo detrás de un globo gigante azul. El jardín todavía no tiene césped, así que me paso la fiesta preocupada pensando que el gordo va a herirse los pies.
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Mi padre me trae a la cama un vaso de leche. No creas que esto va a ser así todos los días, me dice, es que hoy tu madre ha ido a correr una maratón.
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Busco a Carmen en una iglesia. Mientras, Enrique me espera fuera. Salgo sin ella. Enrique y yo pensamos que quizá esté en el teatro, así que intentamos colarnos cuando abren las puertas. Con este bolso morado, nos dejan entrar seguro, me dice Enrique. Pues si quieres que nos dejen entrar, mejor deja que lo lleve yo, le respondo.
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He ido con Francis y sus hijos a un parque acuático. Víctor grita como loco, tanto que congela el agua que cae por los toboganes. Su hermana Elisa, le dice a su padre: Víctor está gritando a cántaros.

blancas y amarillas

martes, 14 octubre 2008. Camas gemelas, una junto a la otra. En una duerme Alberto y en la otra Juano. Voy a la cocina con la excusa de tomar una infusión. Lo que quiero es llorar sin que me vean. Alberto me sigue, dice que Juano y yo deberíamos cambiarnos de habitación. Aunque total, yo me marcho un día de estos, dice con alegría. Le digo que no quiero que se vaya o, si se va, que me lleve con él. Prefiero irme solo y emprender una nueva vida, dice. Me extraña que use la palabra emprender, aunque sé que se irá de todos modos. Decido que no quiero seguir viviendo. Cuando sale de la cocina, me tomo la infusión con un puñado de cápsulas blancas y amarillas, y caigo sobre la mesa.

patatas fritas y nubes

lunes, 13 octubre 2008. Alberto y yo acabamos de despertarnos, salimos a la terraza a desayunar, hace un día precioso. Nada más sentarnos, aparece su madre con dos escobas, una en cada mano, y nos dice que no perdamos el tiempo.
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En una clase con los alumnos sentados en círculo, leemos la Biblia. Yo voy cambiándome de silla para que no me toque leer. Tengo una carpeta llena de deberes que tampoco quiero hacer. Pienso que llamaré a Óscar para que me ayude a terminarlos. Me escapo de clase. Abajo está Rosamari, una niña del colegio a la que no veo hace años, vestida a ratos de enfermera ratos de princesa. El instituto también es a ratos un hospital. Oímos gritos, Rosamari dice que otra vez han matado a alguien, que eso pasa todos los días. Lo dice con absoluta tranquilidad. Mientras dobla sábanas. Tu hermana te está esperando abajo, dice. Mi hermana y Hero, su marido, están en un banco comiendo patatas fritas y nubes. Siento cierto asco al pensar en esa mezcla en sus bocas. Les digo que tengo mucha prisa y salgo a la calle corriendo. De repente estoy en un coche con Javi Rodríguez. No usa las manos para conducir, va recostado en el asiento con los ojos cerrados. A los lados de la carretera hay precipicios. No te preocupes, me dice Óscar desde el asiento de atrás, es un coche automático y en cuanto lleguemos al pantano, te salvo.
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Centro comercial que a la vez es hospital. Nos encontramos a Javier, Isa y Juan Cabezas en la cafetería. También han ido a visitar a alguien. Javier dice que estoy muy guapa, y yo le digo que está mucho más joven ahora que vuelve a tener pelo. Alberto se ríe de que nos digamos cosas bonitas. Saco del bolso unas fotos en blanco y negro, que al enseñárselas se hacen más largas y toman movimiento. Isa se las quita de las manos y dice que no quiere que las veamos porque en ellas sale con el pelo lacio y está muy fea. Se me ha olvidado a qué enfermo venía a visitar, le digo. Todos se ríen.

pokemon a la plancha

domingo, 12 octubre 2008. Voy con mi suegra por una carretera de tierra. Vemos que han construido bloques de pisos en los montes, tantos que sólo se ven ladrillos. Me gusta ver que la gente trababa, dice ella. ¿Y no te importa que hayan talado todos los árboles?, le pregunto. Que trabajen y no dejen de trabajar, eso es lo único que me importa.
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Tengo que preparar la cena para mi hermana y mi prima Cristina. Les pregunto si prefieren lomo o Pokemon a la plancha. Lomo, responden. Yo con patatas, dice mi hermana. Yo con monedas, dice Cristina.

masmenos

sábado, 11 octubre 2008. Antonio M. Quintana ha llenado de corazones las paredes del patio de mi abuela. Dentro de cada corazón ha escrito el símbolo masmenos.
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En u pasillo muy oscuro hay un espejo. Al mirarme, le espejo se ilumina y veo que no tengo ninguna peca.

nancy y julita

viernes, 10 octubre 2008. Nos vamos de vacaciones. Le digo a Alberto que antes quiero colarme en una casa que lleva unos meses deshabitada. Se alegra mucho, incluso aplaude. Saltamos el seto y abrimos el buzón. Dentro hay muestras de tampones. Me los guardo. Alberto tira las cartas al suelo y se ríe. Entramos en la casa, metemos ropa en una maleta y nos vamos, por fin, de vacaciones.
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Entro en una estación de autobuses muy destartalada. Arrastro una maleta. Busco un bar donde compara un helado. El chico me dice que no le quedan cucuruchos, así que me lo sirve en un vaso con el logo de Coca-cola. Dice que si le llevo el vaso cuando me coma el helado, me devolverá un euro. Al salir de la estación, me veo reflejada en las puertas de cristal y observo que voy vestida igual que mi muñeca Nancy, con un pantalón corto y una sobrefalda abierta abrochada a la cintura. Decido que no voy a devolverle el vaso.
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Bajo la silla hay un cuaderno de recortables. Cuando lo cojo para mirarlo, Ángeles me dice que son suyas. Le explico que no voy a quedármelas, que sólo quiero ver si entre ellas está una recortable que se llamaba Julita.

abejas muertas y embajada rusa

miércoles, 8 octubre 2008. Me quito los zapatos y aplasto un enjambre de abejas con los pies descalzos.
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Una chica y yo llegamos a la embajada rusa, está rodeada de un seto de cerámica. Me abro paso entre las hojas blancas y azules. Detrás del seto hay un hombre con un gorro de piel. Nos sonríe y nos dice que el concierto de Estopa es gratis. Pasad y tomad algo, dice. Nos sentamos en unos taburetes muy altos junto a una ventana y el hombre del gorro nos sirve unas bebidas. Empieza a colarse más gente a través de los setos, se tumban en la hierba a beber y a besarse. Dos chicos muy jóvenes intentan ligar con nosotras, que hartas de esperar nos metemos en un coche blanco muy pequeño, que parece hecho de cartón, y nos vamos. La chica conduce muy mal y acabamos dentro de una fuente. Creo que debemos despedirnos ya, le digo antes de bajar.
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Estoy intentando dormir pero noto demasiado peso en la cama. Cuando por fin estoy a punto, mi suegra entra en el cuarto a pasar la mopa. La acompaña la chica que conducía el coche de cartón.

lanzarote y falta de cordura

martes, 7 octubre 2008. Alberto y yo tratamos de convencer a Juan de que venga con nosotros a Lanzarote. Juan dice que no puede porque su hija le debe dinero. Quizá el año que viene, dice. El año que viene la isla se habrá hundido en el mar, le respondo.
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Toda mi familia está en la terraza de un bar. Unos niños salvajes aparecen con palos. Mi familia les pide entre risas y aplausos que les peguen con los palos en la cabeza. Los niños les dan encantados. Yo busco algo de cordura en Andrés, pero lo veo bailar con una falda naranja.

campana de gauss

domingo, 5 octubre 2008. Juan dice que tiene que enseñarme algo muy importante. Abre una puerta, es una clase con una pizarra enorme. En el centro de la pizarra hay dibujada una campana de Gauss. Tienes que memorizara porque esta noche tendrás que dibujarla delante de mis invitados, dice. Una vez en el salón de su casa, dibujo la campana en el aire, con los pies, sin ningún esfuerzo.

celofán

sábado 4, octubre 2008. Una chica muy guapa con un vestido de celofán rojo me presenta desde el estrado. Yo, desde la sala, le hago señas de que no quiero subir a leer. Dice que de todos modos tengo que cambiarme de zapatos para la cena. Me quito los verdes y me pongo unos rojos que ella misma me entrega. Le hago una señal a Óscar para que me saque de allí. Salimos de la sala y caminamos muy juntos, yo bajo su parka, para que nadie note nada. Una vez en la calle le digo que no puede seguir tan triste. La chica de celofán aparece al final de la calle. Óscar me empuja hacia un portal y finge que me besa para taparme y que la chica no me vea.

el burrito blanco y tapies

jueves, 2 octubre 2008. Mi suegra está tirando juguetes a un patio muy desordenado. Le pregunto si sin juguetes de Alberto. Dice que sí. Cuando se va, intento rescatar algunos, pero los ha tirado al patio de los vecinos. Los vecinos me ven y piensan que les estoy robando. En ese momento, del muro brota agua y, como si fuera una señal, los vecinos me dicen que coja lo que quiera. Cuando he conseguido salvar dos figuras de El Burrito Blanco, mi suegra sale al patio, me dice que deje de perder el tiempo y vaya a comprar naranjas de una vez.
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Estamos en casa de Diego Medina con su familia. En el techo hay una mancha de humedad muy bonita, parece un cuadro de Tapies. Les digo que si le ponen un marco, no tendrán que hacer obra. Marina, la hija de Diego, me dice que no es una mancha, es un fresco que pintó cuando era niña. Después me coge del brazo y me saca a la calle, dice que su novio quiere tener hijos y que ella no sabe qué hacer. Le aconsejo que espere si no está segura, que todavía es muy joven. Me abraza y llora.

pañales y endora

miércoles, 1 octubre 2008. Tengo que hacer un trabajo de Sociales para el lunes. No sé por dónde empezar. Le digo a Alberto que lo haga por mí. Mientras hablamos hacemos piruetas como si fuéramos del Circo del sol.
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Estamos en Chile y Alberto está haciendo un documental sobre desaparecidos. Entramos en una tienda de telas que antes fue un garaje donde, se supone, torturaban a los detenidos. Nos acompaña un militar que me apunta continuamente al ojo izquierdo. Mientras Alberto hace pregunta a los dependientes, le digo al militar que no es necesario que me apunte. Siéntate conmigo, le digo. Y nos sentamos en el escalón de la entrada a mirar el dibujo de un erizo con las púas redondas. Nos reímos.
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Papá está duchándose. Me pide que le lleve dos pañales, uno grande y otro pequeño, dice. Como estoy completamente desnuda, antes de acercarme al cuarto de baño intento buscar algo para taparme. Nada. Papá saca la mano sin abrir casi la puerta. Le doy los pañales y veo que el dormitorio de mi hermana, que está justo al lado, está completamente inundado. Achico agua con una fregona, pero no encuentro donde escurrirla.
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Alberto dice que Juan está al teléfono. No puedo entender nada de lo que me dice, porque Alberto me habla a la vez desde el pasillo donde se prueba varios bolsos bandolera.
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Una niña le dice a su madre que no piensa volver a hablar. La madre le dice que le da igual porque tiene poderes y podrá leerle la mente. La niña abre mucho los ojos y se tapa la boca con las dos manos. Mientras, una mujer muy parecida a Endora, de la serie "Embrujada", aplaude desde la copa de un árbol.