domingo, 31 octubre 2010. Llego a la terraza de un bar y me siento con dos chicas que toman café. Intento entablar conversación. Una de ellas me da un bebé envuelto en una toquilla, pero cuando lo acuno con cuidado me doy cuenta de que es un muñeco mecánico. Junto a la puerta de la cafetería hay un caramelo gigante. Me fijo en el cinturón del camarero. Lleva presillas para balas, pero en vez de balas guarda caramelos como el de la puerta. Intento hablar de un libro. Pregunto a las dos chicas si lo han leído. Ni caso. Un gato negro con la cabeza amarilla busca un poco de sol en la acera. Cuando lo encuentra se sienta y cierra los ojos. En la boca lleva unas hojas de árbol muy verdes. Las chicas intentan hablar conmigo del libro que les dije antes, pero yo ya sólo tengo ojos para el gato.
mala memoria y huellas dactilares
jueves, 28 octubre 2010. Llego al que fue mi instituto. Parece que es el primer día de curso. Una chica que fue compañera de clase sale de secretaría a saludarme. Está embarazada. Me pregunta en qué clase me ha tocado. No tengo ni idea. Ni siquiera sé en qué curso entro.
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Un hombre chino me acompaña con mucho misterio a la trastienda de un negocio. Va descorriendo puertas de madera y cortinas. Dice que antes de seguir debe tomarme las huellas. Extiendo mi mano y el hombre me chupa los dedos uno a uno. Después acerca mi mano a la boca de un perro que también chupa mis dedos. Siento un asco enorme.
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Un hombre chino me acompaña con mucho misterio a la trastienda de un negocio. Va descorriendo puertas de madera y cortinas. Dice que antes de seguir debe tomarme las huellas. Extiendo mi mano y el hombre me chupa los dedos uno a uno. Después acerca mi mano a la boca de un perro que también chupa mis dedos. Siento un asco enorme.
plato de postre volante y zorros imaginarios
miércoles, 27 octubre 2010. Me asomo a una ventana de un piso muy alto. Abajo juegan al baloncesto. Distingo a Juan Marqués. Me extraña verlo haciendo deporte. Es el que mejor juega. En uno de los tiros a canasta la pelota llega hasta la ventana donde estoy. Oigo aplaudir en la ventana de al lado. Es Susana, su novia. Nos miramos, nos decimos hola con la mano, nos reímos y aplaudimos.
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Entro descalza a una zapatería enorme, el suelo está muy brillante y resbaladizo. Una especie de suela de madera me persigue. Al cabo de un rato la suela se convierte en un plato de loza de postre que también me persigue, pero ahora volando. Verlo venir hacia mí me da un miedo enorme.
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¿Tú también los ves?, le pregunto a mi madre. Me refiero a unos zorros pequeños que me persiguen por la casa a todas horas. Yo no los veo, dice. Pues aunque sólo me los imagine me duelen muchísimo los mordiscos que me dan, le digo.
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La casa está a oscuras. Mi hermana enciende la tele, dice que va a empezar el programa que yo quería ver, y la habitación toma un tono azul muy bonito. Quiero sentarme a verlo, pero una niña pequeña corre por la casa con dos paraguas y cables de teléfono en la mano. Eres un demonio, vete a tu casa, le grito. La niña tira al suelo varias bolsas de papel llenas de libros que yo tenía ordenadas cerca de la puerta. Abre el mando a distancia de la tele y tira las pilas a otra bolsa llena de cables. Suena el teléfono, la niña corre a cogerlo y dice "Aquí no vive nadie". Le digo que se vaya de una vez, pero veo que es de noche y temo que le pase algo si sale sola a la calle. Intento entretenerla con unas canicas, pero en ese momento mi hermana me dice que al abrir el grifo de la cocina, el agua cae del techo.
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Entro descalza a una zapatería enorme, el suelo está muy brillante y resbaladizo. Una especie de suela de madera me persigue. Al cabo de un rato la suela se convierte en un plato de loza de postre que también me persigue, pero ahora volando. Verlo venir hacia mí me da un miedo enorme.
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¿Tú también los ves?, le pregunto a mi madre. Me refiero a unos zorros pequeños que me persiguen por la casa a todas horas. Yo no los veo, dice. Pues aunque sólo me los imagine me duelen muchísimo los mordiscos que me dan, le digo.
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La casa está a oscuras. Mi hermana enciende la tele, dice que va a empezar el programa que yo quería ver, y la habitación toma un tono azul muy bonito. Quiero sentarme a verlo, pero una niña pequeña corre por la casa con dos paraguas y cables de teléfono en la mano. Eres un demonio, vete a tu casa, le grito. La niña tira al suelo varias bolsas de papel llenas de libros que yo tenía ordenadas cerca de la puerta. Abre el mando a distancia de la tele y tira las pilas a otra bolsa llena de cables. Suena el teléfono, la niña corre a cogerlo y dice "Aquí no vive nadie". Le digo que se vaya de una vez, pero veo que es de noche y temo que le pase algo si sale sola a la calle. Intento entretenerla con unas canicas, pero en ese momento mi hermana me dice que al abrir el grifo de la cocina, el agua cae del techo.
agujero y mentira
martes, 26 octubre 2010. La calle donde vivía mi abuela está en obras. Unos niños corren con sus bicis entre los montones de escombros. Mi prima Elisa, muy niña, monta su triciclo y corre hacia un agujero tapado con un plástico. La veo caer. Pido ayuda, grito que hay que sacarla de allí como sea. Intento descolgarme pero el agujero es muy hondo. El agujero cambia y se convierte en una explanada que da a un colegio de monjas. Una monja sale y le da a Elisa un plato de comida. Le digo a gritos que entre al colegio y desde allí suba a la calle, pero la monja no la deja y ella no insiste, se sienta en el suelo a comer.
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Al quitarme la camiseta veo una mancha morada enorme en mi pecho izquierdo. Mi madre entra en ese momento. Intento sonreír, seguirle la conversación. Pienso que no debe enterarse porque sufrirá mucho, pienso que voy a tener que inventar alguna buena mentira para desaparecer un tiempo hasta que me cure.
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Al quitarme la camiseta veo una mancha morada enorme en mi pecho izquierdo. Mi madre entra en ese momento. Intento sonreír, seguirle la conversación. Pienso que no debe enterarse porque sufrirá mucho, pienso que voy a tener que inventar alguna buena mentira para desaparecer un tiempo hasta que me cure.
milikito
lunes, 25 octubre 2010. Emilio Aragón, subido a una mesa, les grita a los presentadores de "Sé lo que hicisteis" que todos los domingos hay que programar películas de Robert Redford. Yo paso por allí sin detenerme, y pienso que no sabía que Milikito tuviera los ojos claros.
performance
domingo, 24 octubre 2010. Unos chicos salen de una furgoneta y lanzan desde a la acera de enfrente un montón de espadas y cuchillos de plástico. Pienso que es una performance, cojo un sable y una daga y juego a luchar contra ellos. Todo el que pasa por la calle, coge un cuchillo y se pone a jugar. Después entran de nuevo en la furgoneta, quieren que vaya con ellos, dicen que van a una casa de té donde unas japonesas muy guapas te lo sirven en las manos. En un descuido me bajo de la furgoneta en marcha. Me acerco a una cabina te teléfono, pero me doy cuenta de que es falsa. Marga se acerca, me abraza, dice que es imposible llamar a nadie desde allí.
cebolla
viernes, 22 octubre 2010. Camino por la calle con una cebolla entre las manos. La llevo con cuidado para que no se me caiga. Le hablo como si fuese un bebé.
incendio y ruedas quemadas
jueves, 21 octubre 2010. Se supone que es la casa de Carmen y Enrique. La casa tiene tres pisos. Huelo a quemado y subo al tercero. Está ardiendo. Bajo a decirles que todavía hay tiempo de llamar a los bomberos pero, ellos y otros amigos, se ponen a buscar albornoces, se los prueban, se ríen. Les digo que las llamas empiezan a bajar, que hay que darse prisa, que todavía podemos salvar los libros de la planta baja. Nada. Saco todos los libros que puedo a la calle y los voy colocando en fila sobre la acera.
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Alguien me dice que tengo que pasar unas ruedas de bicicleta de un lado a otro del patio del que fue mi colegio sin dejar huellas en el suelo. El patio está nevado, las ruedas también, los radios son hilos de hielo que temo romper. Pongo un hilo de pescar de una ventana a otra y voy pasando las ruedas una a una. Una chica japonesa se asoma a la ventana y me dice que lo estoy haciendo muy bien.
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Alguien me dice que tengo que pasar unas ruedas de bicicleta de un lado a otro del patio del que fue mi colegio sin dejar huellas en el suelo. El patio está nevado, las ruedas también, los radios son hilos de hielo que temo romper. Pongo un hilo de pescar de una ventana a otra y voy pasando las ruedas una a una. Una chica japonesa se asoma a la ventana y me dice que lo estoy haciendo muy bien.
hélice analgésica
miércoles, 20 octubre 2010. Vuelvo a casa de mis padres, es de noche y la calle está en obras. Unos gatos me atacan por la espalda, me clavan las uñas en el cuello y los hombros. Cuando llego por fin a casa, el portal está lleno de cachivaches de un vecino que se muda, y no puedo entrar. Entre sus muchas cosas hay una hélice de madera enorme, preciosa. Hélice de barco, oigo decir a mis espaldas. Y como si esas palabras fueran mágicas, los gatos y el dolor desaparecen.
hojas secas
martes, 19 octubre 2010. Me cepillo los dientes. Comienzan a salirme hilos verdes que se van convirtiendo en hojas frescas pequeñas, parecidas al perejil. Cada vez que me enjuago y escupo en el lavabo aparecen más y más grandes. Acabo escupiendo hojas secas de árbol.
lo imposible
lunes, 18 octubre 2010. Trato de explicarle algo a mi hermana, pero cada vez que empiezo a hablar, ella lanza un grito. Le digo a mi madre que me voy, que la doy por imposible, abro la puerta de la cocina y da a una playa. Si hablar con tu hermana te parece imposible ya verás lo que es bañarte en la playa sin pagar, dice mi madre. Efectivamente, en la orilla hay un tipo que cobra por cada cubo de agua que quieres echarte por encima.
animales domésticos y canicas únicas
domingo, 17 octubre 2010. Subo una cuesta con Alberto y Antonio. De todas las casas salen perros a ladrarnos. Intento ponerme cerca de los muros para proteger a Antonio ya que le tiene fobia a los perros. Llegamos a una especie de balneario donde hay un fiesta. Alberto y Antonio corren al centro de la fiesta como si hubiesen estado deseando. A mí me atacan unos gatos muy pequeños, noto como se van clavando sus uñas en mi espalda.
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Veo en un frasco de canicas en un escaparate. Todas son iguales a la canica que me dio mi padre. Por una parte me alegro, porque podré comprar una para regalársela a Ibán. Por otro me siento muy triste porque mi padre me dijo que era una canica única y pienso que quizá me haya mentido.
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Veo en un frasco de canicas en un escaparate. Todas son iguales a la canica que me dio mi padre. Por una parte me alegro, porque podré comprar una para regalársela a Ibán. Por otro me siento muy triste porque mi padre me dijo que era una canica única y pienso que quizá me haya mentido.
las nutrias del pasado
sábado, 16 octubre 2010. Es una playa entre tres paredes de roca. Varias chicas, que parecen modelos, están tumbadas tomando el sol, pero es de noche, ni siquiera hay luna. Varios chicos gritan y se ríen. A ellas no las conozco, a ellos sí. Yo miro la escena desde lo alto de un muro lateral. Me llama la atención que se lleven tan bien porque apenas se conoces. Unos son mis amigos de toda la vida (Alberto, Salvador y Francis) y otros los amigos poetas (Antonio, Andrés, Joan y Sergio). Me gritan desde la playa para que baje. Me agarro a una cuerda, me balanceo y me dejo caer. Sergio me espera en el otro extremo del muro, dice que no voy a conseguirlo, se ríe. Me agarro con las puntas de los dedos al borde del muro, Sergio aplaude, intenta ayudarme pero le digo que quiero hacerlo sola. Una vez arriba, agotada, le digo: pude. Él se tumba sobre mí y me besa. Su boca es muy blanda. Mientras me besa recuerdo algo que me dijo Joan: En los sueños todas las bocas son blandas. Bajamos a la playa, ellas siguen tomando el sol, ellos gritando. Le digo que no griten, que despertarán a los del pueblo. En ese momento, al fondo del paisaje comienzan unos fuegos artificiales. De entre los árboles salen chicos y chicas en bañador, que se tiran al agua sin pensárselo. Podéis gritar, les digo. Un chico muy gordo toma carrerilla desde donde estamos nosotros, nos mancha de arena, y se tira al agua al grito de ¡Por las nutrias del pasado!. Sergio y y nos miramos y decimos a la vez que es un gran título para un poema. Llega un autocar con turistas. Un tipo me pide el ticket por acampar en esa playa. No tengo, pero Salvador saca un montón de la cartera, se lo da al tipo y me guiña. Pienso que siempre está en todo aunque también creo que los tickets eran falsos. Nos acercamos a saludar a Emilio, que baja del autocar y reparte tarjetas de navidad. Pienso que quizá los fuegos sean porque es fin de año. Feliz año nuevo, le digo a Alberto. Se acerca y me da dos besos. Mientras volvemos a la playa me pregunto si las tarjetas las habrá hecho Emilio o las habrá comprado.
matrimonios
viernes, 15 octubre 2010. Alguien me cuenta que un poeta muy famoso que acaba de dar una conferencia sobre el matrimonio, en realidad tiene un novio muy joven desde hace cuatro años. Le digo que es imposible, que yo lo conozco bien y sé que le gustan, y mucho, las mujeres. Desde hace cuatro años, repite.
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Juanjo me habla de sus nueva novela, de que le queda muy poco para acabarla. Me maravilla oírlo hablar porque yo no sé nunca, de antemano, cuándo voy a acabar un libro. Alberto me pregunta si quiero ir con él al cine. Le digo que no. ¿Dejas que tu marido se vaya solo al cine?, dice Juanjo escandalizado. Te recuerdo que tú has dejado a tu mujer en Madrid por venir a verme diez minutos, le digo. Juanjo dice que tengo razón y que lo ayude a vestirse porque va a perder el Ave. Saca de la chaqueta unos calcetines y se los pongo con cuidado. Después, dos tipos uniformados traen unos aparatos metálicos que le coloco en brazos y piernas.
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Juanjo me habla de sus nueva novela, de que le queda muy poco para acabarla. Me maravilla oírlo hablar porque yo no sé nunca, de antemano, cuándo voy a acabar un libro. Alberto me pregunta si quiero ir con él al cine. Le digo que no. ¿Dejas que tu marido se vaya solo al cine?, dice Juanjo escandalizado. Te recuerdo que tú has dejado a tu mujer en Madrid por venir a verme diez minutos, le digo. Juanjo dice que tengo razón y que lo ayude a vestirse porque va a perder el Ave. Saca de la chaqueta unos calcetines y se los pongo con cuidado. Después, dos tipos uniformados traen unos aparatos metálicos que le coloco en brazos y piernas.
flecos
miércoles, 13 octubre 2010. Sentada en un taburete giratorio junto a la barra de un bar, me pruebo unos flecos de colores sobre el vaquero. Un chico me dice que no le dé más vueltas y se los cosa. Ya sabes, dice, los flecos sólo les quedan bien a las chicas de pechos grandes.
mechones de pelo y dedos de mercurio
martes, 12 octubre 2010. Una chica con el pelo blanco, muy corto y de punta, intenta explicarme algo y como ejemplo usa unos ramos de flores que lleva envueltos en tubos de red de plástico verde. Al doblarlos por la mitad, los ramos parecen más densos, dice. Yo sólo me fijo en su pelo que también parece de plástico. Me toco el mío y veo un enorme mechón entre mis dedos. Sigo tocándomelo hasta que me quedo sin pelo.
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Me sacudo los dedos como si los tuviese mojados y algunos caen al suelo. Cuando los recojo, se han convertido en termómetros de mercurio. Todos marcan 37,6 grados.
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Me sacudo los dedos como si los tuviese mojados y algunos caen al suelo. Cuando los recojo, se han convertido en termómetros de mercurio. Todos marcan 37,6 grados.
family's corner
sábado, 9 octubre 2010. Sorteo varias zanjas, vallas de cintas amarillas y charcos de barro para ir a casa de mis padres. Al llegar al portal y volverme, la calle ya no está en obras. Por más que llamo al portero no me abren. Una vecina me dice que ya están en el restaurante, que están allí desde muy temprano. Por su gesto, parece que lo diga en tono de reproche. Es restaurante está en la esquina, unas letras mal pintadas dicen "Family’s corner". Me paro en la puerta, miro la esquina de enfrente y recuerdo el kiosco que había cuando era niña. Un kiosco bajo el único árbol de la calle. A veces me paraba frente a ese kiosco sólo por estar bajo aquella luz, digo en alto. La frase suena realmente cursi hasta para mí. Pasa un autobús lleno de gente. Alguien me mira desde una ventanilla y se pone el índice en la sien para decirme que estoy loca. Cuando estoy a punto de echarme a llorar, un portazo a mis espaldas. Si ibas a llegar tarde deberías haber avisado, oigo decir.
libreta
viernes, 8 octubre 2010. Al fondo de la habitación, cerca del suelo, hay una luz que no me deja dormir. Pienso que es el aparato para ahuyentar a los mosquitos. Veo al fotógrafo Ibán Ramón entrar sigilosamente y dejar en el suelo, apoyada en la pared, una libreta negra. La libreta no deja pasar la luz. Me mira, hace un gesto con la mano y me dice muy flojito: Ahora duerme.
enemigos
jueves, 7 octubre 2010. Mi amigo Francis me persigue por una casa llena de muebles para matarme. A ratos lleva una pistola, a ratos un mazo de madera. No sé qué le pasa. En un descuido consigo salir de la casa, dudo si bajar a la calle o subir a la azotea. Pienso que él pensará que he bajado a la calle, así que subo. En la azotea hay toda una ciudad de edificios de tres plantas con jardín. Alguien me pregunta si quiero alquilar una casa. Me pregunto si Francis me encontrará.
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Estoy sentada en el escalón de un portal mirando a la gente que pasa y recuerdo que alguien me ha dicho, después de acostarse conmigo, que no había pensado en mí. Pienso que en realidad me da lo mismo. Pienso en si ha sucedido de verdad o lo habré soñado.
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Voy en autobús con Camilo. En una parada sube Purranki, se sienta al fondo. Me acerco a saludarlo. Lo noto muy serio, como si prefiriera que no lo hablara. Le presento a Camilo y se ponen a charlar animadamente. Me bajo en la siguiente parada, para dejarlos hablar en paz.
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Alberto y yo entramos en el ascensor de un hotel en el momento que Cumpián sale. Le doy a Alberto la llave de la habitación y le digo a Cumpián si puedo acompañarlo un poco. Para cruzar la calle me agarra de la cintura del vaquero, me levanta y me lleva como si fuera un saco. Casi nos atropellan. En un descampado una mujer gordísima lava a su marido, igualmente gordo, echándole tinas de agua por encima. Los dos están desnudos. El hombre llora como un bebé gigante. Le doy un codazo a Cumpián para que los mire y le digo que parece una escena de Beckett. ¿De verdad has leído a Beckett?, dice. Todo, no me he dejado ni una palabra sin leer. ¿Saber lo único que echo de menos?, que por las calles no sonara como hilo musical de fondo, la voz de Beckett leyendo su obra, le digo. Cuando me vuelvo a ver su cara, me doy cuenta de que Cumpián se ha quedado unos pasos atrás y está mirando un escaparate lleno de figuritas de barro.
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Estoy sentada en el escalón de un portal mirando a la gente que pasa y recuerdo que alguien me ha dicho, después de acostarse conmigo, que no había pensado en mí. Pienso que en realidad me da lo mismo. Pienso en si ha sucedido de verdad o lo habré soñado.
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Voy en autobús con Camilo. En una parada sube Purranki, se sienta al fondo. Me acerco a saludarlo. Lo noto muy serio, como si prefiriera que no lo hablara. Le presento a Camilo y se ponen a charlar animadamente. Me bajo en la siguiente parada, para dejarlos hablar en paz.
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Alberto y yo entramos en el ascensor de un hotel en el momento que Cumpián sale. Le doy a Alberto la llave de la habitación y le digo a Cumpián si puedo acompañarlo un poco. Para cruzar la calle me agarra de la cintura del vaquero, me levanta y me lleva como si fuera un saco. Casi nos atropellan. En un descampado una mujer gordísima lava a su marido, igualmente gordo, echándole tinas de agua por encima. Los dos están desnudos. El hombre llora como un bebé gigante. Le doy un codazo a Cumpián para que los mire y le digo que parece una escena de Beckett. ¿De verdad has leído a Beckett?, dice. Todo, no me he dejado ni una palabra sin leer. ¿Saber lo único que echo de menos?, que por las calles no sonara como hilo musical de fondo, la voz de Beckett leyendo su obra, le digo. Cuando me vuelvo a ver su cara, me doy cuenta de que Cumpián se ha quedado unos pasos atrás y está mirando un escaparate lleno de figuritas de barro.
elección
miércoles, 6 octubre 2010. Tengo que elegir vivir entre dos casas. En una el ascensor tiene el suelo despegado y hay que agarrarse a las paredes para no caer al vacío. En la primera habitación vive un perro enorme que, si está en casa, se te tira a la cara. En ésa viven estudiantes y tiene un pasillo muy largo. En la otra casa vive una familia que habla poco. La cocina tiene los muebles verdes y siempre hay alguien desayunando, sea la hora que sea. No sé con cuál quedarme.
papel mojado
martes, 5 octubre 2010. Hay un montón de ropa mojada sobre la mesa. Cuando voy a tenderla veo que, entre camisetas y toallas, están algunas de mis libretas. Los forros de tela se han descosido y encogido, las páginas están mojadas, y lo que estaba escrito se ha borrado.
gato atragantado y borja thyssen
lunes, 4 octubre 2010. Salud y yo estamos en una terraza de lo que parece un hotel. Le digo que le quedaría muy bien un vestido tipo japonés. En la mesa de al lado hay una señora sola, sentada mirando hacia la pared. La señora se mete en la conversación, dice que el vestido en azul le favorecería mucho más. Pienso que esa señora está muy sola. Tengo ganas de decirle que sería mejor que se sentara mirando hacia la gente y así le sería más fácil hacer amistades, pero no le digo nada.
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El buzón de la casa de mis padres está lleno de papeles, dos cartas para mí, una planta sembrada en un tapón de plástico y hasta un perro pequeño. Lo subo todo a casa y, cuando lo estoy dejando sobre la mesa, un gato se come la planta con maceta y todo. Si dejo sueño al perro, pienso que va a comerse al gato, así que con el perro en brazos intento sacarle la planta al gato para que no ahogue. El gato tiene los ojos muy abiertos, no puede respirar, consigo sacarle la planta, pero no el tapón, el perro intenta escapárseme.
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Estoy tumbada en el sofá de un recibidor, me duele mucho la cabeza y tengo fiebre. Borja Thyssen llega con bata blanca, me pasa la mano por la frente y me dice que tengo el hueso hundido. Después mete la mano por el escote del camisón hasta colocarla sobre mi pecho. Y además tienes fiebre, dice.
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El buzón de la casa de mis padres está lleno de papeles, dos cartas para mí, una planta sembrada en un tapón de plástico y hasta un perro pequeño. Lo subo todo a casa y, cuando lo estoy dejando sobre la mesa, un gato se come la planta con maceta y todo. Si dejo sueño al perro, pienso que va a comerse al gato, así que con el perro en brazos intento sacarle la planta al gato para que no ahogue. El gato tiene los ojos muy abiertos, no puede respirar, consigo sacarle la planta, pero no el tapón, el perro intenta escapárseme.
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Estoy tumbada en el sofá de un recibidor, me duele mucho la cabeza y tengo fiebre. Borja Thyssen llega con bata blanca, me pasa la mano por la frente y me dice que tengo el hueso hundido. Después mete la mano por el escote del camisón hasta colocarla sobre mi pecho. Y además tienes fiebre, dice.
bolos, besos y coordenadas
domingo, 3 octubre 2010. En un jardín hay varias personas colocadas como si fuesen bolos. Un tipo les dispara desde un coche, al otro lado de la carretera. Les pido desesperada que entren en casa. A uno de ellos de da en el hombro y cae. Cuando voy a ver si está bien, compruebo que es un muñeco de cartón.
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Me duele la cabeza, me meto en la cama y noto que me dan muchos besos en la frente. Alberto está durmiendo a mi derecha. Veo que quien me da los besos es Salvador, que está tumbado a mi izquierda.
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Suena el móvil de Alberto. Cógelo tú, dice. Es Manuel, dice que me llama desde el Museo del Prado. Se le nota completamente feliz.
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Daniel tiene un niño en brazos. Me acerco a preguntarle si sabe algo de las aristas que se ven en el horizonte. Se ríe. En el horizonte se ven unas coordenadas x y z perfectamente dibujadas. Daniel me dice el nombre de la línea, un apellido francés. Y se ríe. Dice que hasta el niño que tiene en brazos sabe eso. No me creo nada de lo que dice. El niño vomita sobre mis zapatos.
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Me duele la cabeza, me meto en la cama y noto que me dan muchos besos en la frente. Alberto está durmiendo a mi derecha. Veo que quien me da los besos es Salvador, que está tumbado a mi izquierda.
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Suena el móvil de Alberto. Cógelo tú, dice. Es Manuel, dice que me llama desde el Museo del Prado. Se le nota completamente feliz.
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Daniel tiene un niño en brazos. Me acerco a preguntarle si sabe algo de las aristas que se ven en el horizonte. Se ríe. En el horizonte se ven unas coordenadas x y z perfectamente dibujadas. Daniel me dice el nombre de la línea, un apellido francés. Y se ríe. Dice que hasta el niño que tiene en brazos sabe eso. No me creo nada de lo que dice. El niño vomita sobre mis zapatos.
bee
sábado, 2 octubre 2010. Alguien me ha dado una lista de palabras en inglés que debo pasar al ordenador. Cuando escribo Bee, de la pantalla sale una abeja enorme. La siguiente palabra es Lion.
luz y virutas
viernes, 1 octubre 2010. Mis padres hablan en el que era mi cuarto de niña. No se dan cuenta de que la ventana está abierta y la lluvia está mojando mi cama, que está justo debajo. Pienso que es la primera vez que veo llover desde esa ventana, que no recuerdo ningún día de lluvia en esa casa a pesar de haber vivido mis ocho primeros años. Mientras ellos hablan y la cama se moja, cierro los ojos y veo los columpios del parque iluminados por el sol. Pienso que antes el sol iluminaba más y que esa luz no va a volver. Quiero mandarlos callar para pensar mejor, para procurar que la imagen sea más nítida, pero sé que no pueden oírme.
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Alberto dice que ha invitado a comer a una vecina y a su familia. Abro el frigorífico, le explico que acabamos de mudarnos y todavía está vacío. Van a venir de todos modos, dice y echa virutas de madera en una olla con agua. Salgo de la cocina sin decir nada. En la tele dicen que acaban de detener a una mujer por matar a toda su familia. Es nuestra vecina. No pongas más virutas en la sopa, me parece que no van a venir, le digo.
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Alberto dice que ha invitado a comer a una vecina y a su familia. Abro el frigorífico, le explico que acabamos de mudarnos y todavía está vacío. Van a venir de todos modos, dice y echa virutas de madera en una olla con agua. Salgo de la cocina sin decir nada. En la tele dicen que acaban de detener a una mujer por matar a toda su familia. Es nuestra vecina. No pongas más virutas en la sopa, me parece que no van a venir, le digo.
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