sábado, 28 abril 2012. Elvira y yo estamos sentadas en el borde de un avión, con las piernas colgando de la puerta. El avión comienza a andar, saltamos. Alguien nos grita desde dentro que nuestro vuelo sale dentro de cinco minutos. Corremos a casa recoger las maletas. Yo creía haber dejado mi maleta hecha, pero mi cuarto es un caos, una auténtica leonera de ropa que además no reconozco como mía. Busco cualquier bolsa para meter cualquier prenda. Me pongo un jersey, pero tiene el escote roto, los puntos se deshacen. Pienso que no puedo ir a París vestida de mendiga. Intento meter en la bolsa cualquier cosa, ni siquiera encuentro el pijama. Elvira sale de casa con prisa junto a Fernando y Ale. Alberto dice que Maldonado acaba de llamarlo, que salimos ya o perdemos el avión. Prenda que meto en la bolsa, prenda que cae al suelo. Lloro desesperada, le digo que se vaya él. La habitación cada vez está más desordenada y llena de ropa por todas partes, me ahoga. Alberto se va. Me siento en el borde de la cama y lloro. (Alberto me despierta porque estaba llorando desconsoladamente. ¿Era mentira?, le digo al abrir los ojos. Noto los ojos hinchados de tanto llorar.)