domingo, 30 septiembre 2012. Alguien ha pintado en un muro unos monigotes. Me fijo bien y veo que se mueven. Le pregunto a Alberto si cree que tendrán hambre porque está muy delgados.
trastornada
miércoles, 26 septiembre 2012. Mi hermana se encuentra a Nathalie Seseña en la cola del súper. La felicita por su papel en una serie. Seseña le dice que no es nada. Sólo hago de trastornada, dice.
toro mimoso
martes, 25 septiembre 2012. De un charco de barro aparece un toro enorme y viene hacia mí. Más que embestirme parece que quiera que le rasque el lomo. Lo hago, el toro se echa a dormir a mi lado. Aprovecho para escapar. Llego a un pasillo que da a varias puertas. Alguien me empuja y caigo de bruces dentro de una habitación con ventana a medio tapiar. Oigo voces, entreveo macetas. Una chica entra, me deja un cuenco con agua y un pedazo de pan. Intento averiguar qué hago allí o para qué me encierran. Dudo entre beberme el agua y sentarme a esperar o intentar escapar de algún modo.
números por nombres
domingo, 23 septiembre 2012. Llego a una especie de hospital. En mi habitación hay tres camas, una de matrimonio y dos gemelas. Llegan dos chicas, una con su hija. Se reparten las tres camas. Me quedo sin ninguna. Pensaba que tú dormirías con tu hija en la de matrimonio, le digo. No me contestan, empiezo a pensar que no me ven. Dicen sus nombres en alto, se presentan varias veces y cada vez dicen un nombre ditinto. Creo que os llamaré por colores o por números, ¿qué preferís? les pregunto. No responden.
paella de cristales
sábado, 22 septiembre 2012. Carlos y yo esperamos a que Pepe traiga la comida. Aparece con una paella enorme. La paella está hecha de trocitos de cristal rojo. Los tres, como si fuese un juego, ponemos las manos a la espalda, contamos hasta tres y hundimos las caras en la paella. Al levantarlas vemos las heridas de los otros, nos reímos con la boca llena de cristales.
cuentas de queso
jueves, 20 septiembre 2012. Daniel y yo entramos a cuatro patas en la casa de mis padres. Vamos recogiendo cuentas del suelo. Ahora tienes que tomarte una, dice Daniel. Corto una de las cuentas por la mitad. Está rellena de queso.
ataúd de helado
miércoles, 19 septiembre 2012. Entro con Ferran a una heladería. Ferran tropieza con un ataúd lleno de helado y cae dentro. Hace que nada, se ríe. El mostrador es un muro de nichos. Cuando llego comienza a elevarse. Me agarro como puedo, quedo colgada. Allá abajo hay alguien haciendo un agujero en la tierra. Pienso que si caigo sólo tendrá que poner algo de tierra sobre mi cuerpo.
el frío cansa
martes, 18 septiembre 2012. Un tipo uniformado dice que nos demos prisa, que el museo va a cerrar, pero que él puede colarnos. El grupo lo sigue inmediatamente, a mí me cuesta ir a su ritmo, hay que subir y bajar escaleras y los escalones miden más de medio metro de altos o, al menos, a mí me lo parecen. Los pierdo. Me siento en uno de los escalones a esperar. Aparece Camilo. Me pregunta si voy a marcharme con él. No sé a quién se refiere, pero le respondo que no, que no voy a marcharme. El frío cansa, le digo. Me da un beso, me agarra las manos, no dice nada.
alas de jamón
sábado, 15 septiembre 2012. Parece que se celebra algo en la casa de mis padres. En una vitrina hay varias fuentes con dulces y canapés. Mi madre pone una en la mesa. Los canapés resultan ser insectos vivos con las alas de jamón. Mi padre coge uno y lo observa. ¿Para comerlo tengo que matarlo antes?, pregunta.
cubos impresos
lunes, 10 septiembre 2012. Abro una caja de cartón, dentro hay un disfraz: blusa beige, chaqueta sin solapas con broche, falda de cuadros y peluca rubia con flequillo. Me lo pongo todo. Llega una señora vestida exactamente igual y posamos juntas ante un fotógrafo. Aparece Javier, dice que la máquina de fotocopias está libre. Le doy a varios botones para imprimir mis últimos poemas. Javier se echa las manos a la cabeza. ¡No!, ¡esa es la impresora de cubos!, dice. Efectivamente, mis poemas no aparecen en folios sino en las etiquetas de unos cubos de pintura, cada cubo un poema. Alguien dice que eso es mucho mejor. Coloca los cubos con los poemas en una fila, en el suelo, y junto a ellos hace un collage con las fotos disfrazada que me hicieron. Javier está muy contento, se abraza a la chica. Un perro se acerca a oler los cubos, después me huele a mí, me mira a los ojos y niega con la cabeza.
migas de la nada
domingo, 9 septiembre 2012. Aliso el mantel de una mesa enorme. Por más que lo aliso siempre saco diminutas migas de pan tostado. Oigo voces, pienso que ya llegan a comer, aunque no sé quién. Aliso el mantel con las dos palmas de las manos, pero siempre aparecen más migas de la nada.
saber volver
viernes, 7 septiembre 2012. Acompaño a Francis y a su hijo Javi hasta la puerta de casa. No reconozco la calle. Para que no se pierdan subo con ellos al autobús y les voy diciendo los nombres de las calles. Nos despedimos. Intento volver. Las calles van perdiendo el asfalto y acabo en solar donde hay animales sueltos. Entro en un bar donde todos van vestidos de punkis de los 80, entre ellos María. Le pregunto si sabe dónde estoy y cómo puedo volver a mi casa. No sabe. Al salir, hay una pelea. Trepo por una pared agarrándome a unas cabezas de piedra. Mientras trepo, pienso que desde allí arriba veré toda la ciudad y podré volver a casa.
museo de cubitos de hielo
miércoles, 5 septiembre 2012. He ido a ver a Jota. Su casa está en obras, no se puede entrar, así que vamos a un museo de cubitos de hielo. Nos abrazamos a cada momento. Un vigilante me guiña con una mueca digna de cualquier videoclip cutre. Su novia nos mira y sonríe. Al principio no lo entendía, ahora te quiero mucho, me dice. Le digo que no se preocupe, que no me volverán a ver, que ya no hace falta. Te he hecho una bufanda color canela, le digo, la he dejado en el armario de la entrada. A pesar de las obras entramos como podemos en la casa, buscamos la bufanda en el armario. Está lleno de bolsas de plástico idénticas. De repente estoy en el parque, recuerdo que había quedado para comer con mis padres, miro el reloj. ¿Ya son las siete y veinte?, digo en alto. Hoy todo te va del revés, son las cuatro menos veinte, dice una voz en off. De todos modos la hora de comer ha pasado, compraré unos dulces e iré a merendar, me digo. Una familia india vestida con la equipación del Barça, me pregunta cuándo pasa el autobús negro. Le digo que aquí los autobuses son azules. No, el negro, repiten. A pesar de la prisa les explico que no existen autobuses negros, que sólo eran negros los taxis, pero de eso hace más de 30 años. Se ríen, estábamos de broma, dicen. Pienso que no llego ni para la hora de la cena. Cada autobús en el que intento entrar se convierte en un armadillo enorme y me pregunto si era eso a lo que se referían los indios del Barça. Mientras espero a que pase el C1 se ha hecho de noche. Una niña lee un cuento sentada en la parada. En la portada hay un dibujo de una pareja abrazada delante de un enorme cubito de hielo.
delicioso carburante
martes, 4 septiembre 2012. Construyo un avión de tamaño natural. De vez en cuando alguien me trae piezas y yo voy soldándolas. Cuando lo he terminado, vienen a verlo. Les explico que a simple vista es un avión normal, pero la gran diferencia es que funciona con delicioso café con leche. De lo que no estoy segura es de si el litro de café con leche es más barato que el litro de carburante, les digo.
+
Alberto y yo llegamos a una casa donde han convertido el salón en un bar para ver el fútbol. La casa está construida sobre la arena. Se ha puesto a llover y la arena, de repente, es negra. Pasa un chico en bici, pasa un abejorro verde metalizado. Veo a Camilo, a mi lado, mirando el paisaje. Qué bonito, ¿no? No, responde. Me gustaría verte escribiendo poemas, porque de algún sitio tienen que salir. No dice nada, se da la vuelta, entra en el improvisado bar y se sube a la barra. Mierda, ha marcado el Madrid, dice. Cuando baja de la barra pesa unos 10 kilos más y está completamente calvo. No le digo nada. Hablamos de banalidades mientras bebemos cerveza. No me atrevo a preguntarle si está bien. Me doy cuenta de que he perdido los zapatos y afuera sigue lloviendo. Encuentro unas John Smith a cuadros y me las pongo sentada en la cocina. Sobre la encimera hay un pescado enorme sin piel ni cabeza. Me produce un asco inmenso. Alberto entra, dice que termine de calzarme, que nos vamos. Mientras me ato los cordones le pregunto a Alberto: Si Camilo está en fase terminal, ¿podré ir a cuidarlo? Claro.
flores de pacífico
domingo, 2 septiembre 2012. Vemos un monte ardiendo desde un embarcadero de madera. La madera es muy oscura y destaca sobre el agua teñida de rojo. Unas chicas saharuis hacen equilibrios sobre sogas. Llevan mehlfas de colores brillantes que destacan sobre el agua roja. Parecen flores de pacífico, le digo a Alberto. Voy a por la cámara de fotos. Me encuentro a Elisa y Andrés. Están enseñando a conducir a Darío. Me parece peligroso dejar solo al volante a un niño de cuatro años, pero no digo nada. Me hablan a la vez, no sé qué dicen, usan palabras que suenan a modelos de muebles de Ikea. Yo a una mesa le llamo mesa, les digo. De repente vemos que Darío se ha estrellado contra un poste. Otros coches lo esquivan. Elisa y yo corremos hacia él. Andrés saca un pijama de su bolsa y se lo pone espacio.
dos pájaros
sábado, 1 septiembre 2012. Mis padres se están instalando en una casa a pocos metros del mar. Hay que barrer continuamente porque la arena entra en la cocina. Los marcos de las puertas están astillados y el suelo muy gastado. Mi padre coloca ramas alrededor de las puertas para disimularlos. Dice que así, además, los pájaros no entrarán en casa. En ese momento dos pájaros sobre el marco de la puerta me miran, usan las alas como manos, me amenazan. Uno hace el gesto de "silencio" poniendo el ala vertical delante del pico, y el otro pasa el ala por delante del cuello, como diciendo "si nos delatas te cortamos el pescuezo". Mi hermana se acerca a la baranda, pienso que hay que poner tela metálica. Busco la cinta métrica en una caja de costura, pero al tocarla se vuelve de color negra y los números desaparecen. De todas maneras mido sobre el suelo. Los dos pájaros son ahora dos hombres chinos. Uno acuchilla al otro mientras me hace el mismo gesto de amenaza. Cuando entro en casa mi hermana coquetea con un tipo al que le da fuego. Mi madre sale de puntillas de la habitación. Mi padre llora en el sofá. El suelo está cubierto de agua sucia. Busco una fregona y limpio sin decir nada.
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