botón perdido y mechas californianas

sábado, 11 enero 2014. Llevo la chaqueta negra a unos grandes almacenes. Les digo que quiero cambiarla por otra. Está usada, me dicen. En realidad vengo a donarla, respondo. Cuelgan la chaqueta en una percha y yo busco otra nueva para reemplazarla. No hay ninguna que me guste. Le digo a una vendedora que prefiero mi chaqueta vieja. Dice que cuesta 100 euros. Lo que me apena es pensar que me dejé un botón en unos de los bolsillos. Un botón de otro sueño que le dejé a Chivite en su bolso..
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Antonio aparca al final de una calle con eucaliptos, parece un sitio tranquilo. Aun así, dice que no tardemos. Uberto y yo salimos del coche a toda prisa. Entramos en un estanco a comprar entradas para un parque temático. La mujer que atiende nos cuenta que es monja y de Valladolid, y que podemos elegir el sello de la entrada. El sello de Murcia, dice Uberto. ¡Viva Murcia!, respondo yo. ¿Tú ves bien que una monja lleve mechas californianas?, pregunto. Uberto se ríe. Al llegar al coche vemos que Antonio está escondido detrás de un eucalipto. Unos diez geos armados levantan el coche como si fuera un trono de semana santa y lo colocan en otra plaza. Desaparecen. Un coche oficial pasa a toda velocidad. Se ve que nuestro coche interrumpía el paso, dice Antonio como si fuera lo más normal del mundo. Subimos a un cochecito como los que se usan en los campos de golf. Conduce Antonio, se sube por las aceras, pisa parterres. Lo miro asombrada. Todo el mundo sabe que los coches alquilados hay que conducirlos como si fueras una mujer, dice.