lunes, 29 mayo 2017. Luis Alberto de Cuenca quiere comprarse un abrigo azul. Dice que sólo lo venden la frontera. No sé si se refiere al nombre de una tienda o al límite con otro país. Quiere que lo acompañe. Lleva maleta y un abrigo azul puesto. Subimos a un autobús donde una chica nos habla en italiano. Reparte periódicos. Sólo regalo la primera página y si le gustan las noticias compren el diario entero, dice en italiano. "Non parlo italiano", le digo. Luis Alberto me hace una seña para que bajemos del bus. Bajamos, pero la calle es tan estrecha y sube tanta gente que me empujan de nuevo hacia adentro. El bus se pone en marcha. Le hago señas por la ventanilla, le digo que me bajaré en la próxima, que me espere. Lo veo entrar en un hotel. Bajo en la siguiente parada. Valles con adoquines, camino mal, dos niños me siguen. Uno me empuja, me roba el monedero. Consigo quitárselo. Unos tipos que tomaban vino en un bar me aplauden. Entro en el hotel. La chica que me recibe dice que ya han llegado todos. No entiendo nada. Subo en un ascensor enmoquetado de arriba a abajo. Empiezo a pensar que debería haberme quedado en casa.