domingo, 28 mayo 2017. Hay mucha gente en casa, aunque no es nuestra casa. Las paredes son de cristal y estamos rodeados de árboles. Alberto hace manualidades con unos niños. Corta un trozo de cinta de cassette para atar algo. Es una de mis antiguas cintas. Le digo que corte las suyas, que no se le ocurra volver a tocar mis cintas ni mis vinilos. Todos me miran, nunca me habían visto enfadarme tanto. No sé cómo, pero estamos volviendo a casa, esa casa, y a llegar la puerta corredera de cristal está abierta. No hay ningún mueble. ¡Nos han robado!, digo todavía sin creérmelo. Voy entrando en cada habitación. Nada. Sobre el suelo del que se supone es mi cuarto hay algunas prendas y, bajo una tabla, dos libretas que, se supone, escondí. Al menos me han dejado el pañuelo de los pandas, Le digo a Alberto. Me arrepiento de haberle gritado por cortar una cassette. De repente nada tiene importancia.