martes, 26 noviembre 2019. Cena en el comedor de mi casa. La mitad de los comensales en la mesa. La otra mitad en el suelo, sentados sobre alfombras. Encabeza la mesa Bertín Osborne. Con la boca llena de comida señala su vaso vacío. Le ofrezco agua. Quiere vino. Mi madre me pasa un vaso de tubo con vino peleón hasta arriba. Bertín lo rechaza y protesta con la boca llena. Voy al aparador a por una copa y vino bueno, pero todas las copas son blandas, se arrugan entre los dedos. Se las enseño a Bertín para demostrarle que no es que no quiera ponérselo. Sigue protestando, pero no deja de comer. Me siento muy cansada y asquedada. Salgo de casa pero al jardín de mi abuela. Suena el teléfono. Alguien me dice si nos vemos. Pregunto varias veces quién es, pero nadie responde. Finalmente dice su nombre (es una de mis primas). Dice que está muy mal. Vamos a vernos ahora mismo, voy a tu casa o quedamos abajo en un bar, le digo. Alguien le quita el teléfono. Se ha confundido, dice un hombre antes de colgar.