domingo, 10 mayo 2020. Estoy en un supermercado y alguien me dice que mi carrito está ya en la caja. Me pongo en la cola. Soy la única sin carrito. Los demás los llevan exageradamente llenos. Cuando llega mi turno hay dos carritos junto a la cajera. Están cubiertos por una tela blanca. Por el volumen, sé que ninguno es el mío. Su carrito está en el almacén, me dice. Para no salir con las manos vacías, ni haber hecho la cola en balde, compro unas carrilleras de cerdo y una sartén que pesa muchísimo. Camino del almacén, pienso que no podré con todo y que sería mejor dejar la bolsa en casa. Además, no sé cómo, en la bolsa también hay cuatro botellas de vino. Llego a la casa de mi abuela, mi madre sale, le pregunto si quiere acompañarme a recoger la compra al almacén del súper. Mi madre se convierte en Alberto y dice que salía en ese momento a comprar un metro. En casa hay dos, le digo. Pero los has cambiado de sitio y no doy con ellos. Si me ayudas a traer la compra, te digo dónde están.