viernes, 22 mayo 2020. Parece un restaurante de lujo que, según van marchándose los invitados, va convirtiéndose en un chiringuito de playa. Alguien lo retransmite por megafonía: "Ahora salen los padres de los novios, ahora los padrinos, algunos invitados han bebido de más, podrán identificarlos fácilmente por...", etc. Algunos invitados llevan una tira de plumas blancas en la cabeza. Los que la llevan (tanto hombres como mujeres, parecen avergonzados). El chiringuito ha desaparecido por completo, queda la playa. Las damas de honor se quitan los vestidos y se lanzan al agua. Me llama la atención que llevaban debajo el bikini. Mientras todo esto sucedía Joan jugaba con las piedras de la orilla. Le pregunto si nos bañamos o el agua estará muy fría. En ese momento una ola llega hasta nosotros y moja a Joan hasta la cintura. Muy fría, dice. Le digo que a pesar de tener ya la piedra perfecta, me gustaría llevarme otra, pero no sé cuál. Joan me lanza una piedra gris con forma de romboide. Es preciosa, pero sigo buscando. Miro las piedras que tengo a mi alrededor y observo que a algunas les están creciendo pelos. Siento un asco infinito. No quiero decirle nada a Joan para no estropearle el día. Quiero marcharme de allí.