domingo, 8 mayo 2022. Al despertar, estoy en una casa que parece nórdica. Hay pocos muebles, las paredes son cristaleras, se respira paz. No sé dónde estoy pero no me importa. Cuando voy a preparar la cafetera comienza a llegar gente. Miran la casa como si fueran a comprarla. Intento salir como puedo. Veo a Alberto de lejos y corro tras él. Entra en un edificio que parece un ayuntamiento o un teatro. Llego a un salón vacío con sofás y sillones pegados a la pared, como si fuera a haber un baile. Comienza a entrar gente hasta ocupar todos los sillones. Una azafata me pide que le ceda mi asiento a un anciano. Reconozco a cuatro o cinco escritores famosos. La gente los mira con veneración. Intento escabullirme. Una chica me arrincona y pregunta si los conozco, porque sabe que yo también soy escritora. Le digo que ser escritora es no es tan bonito como parece, que no se puede vivir de los libros. Veo de lejos a Oeste que también intenta escabullirse. Me acerco, lo abrazo. Dice que no puede quedarse, que lo siente mucho. Desaparece escaleras abajo. Aprovecho para salir por una puerta lateral. Corro por la calle sin saber hacia dónde voy. Vuelvo a ver a Alberto de espaldas, entra en una especie de ermita de piedra. Dentro hay una escalera de piedras redondas gastadas. En vez de bajar me dejo resbalar para llegar antes. Una vez abajo no hay salida (sólo unos cuantos santos en el suelo y unas velas. Cuando me vuelvo, la escalera es de metal con tablones de madera. Veo que alguien va a tenderle una emboscada a Alberto y lo aviso a gritos, pero resulta ser un teatrillo con pistolas y espadas de juguete. Llego a lo que parece el bar de un museo. la gente se agolpa para tomar algo, pero las mesas y sillas están apiladas junto a la pared. Las coloco ordenadamente, pongo en cada lugar los cubiertos, las aceiteras, la sal. Las mesas son muy bajas y en tonos pastel, parecen de guardería. Mi cuñada dice que tiene que irse urgentemente porque mi suegra le ha dicho que no sabe hacer mayonesa. Le digo que es muy fácil, que en yo la hago sin huevo en treinta segundos. Se va de todos modos y me deja a su hija. Dice que mañana me toca cuidarla. No sé cómo voy a apañarme porque a la mañana siguiente tengo que ir a trabajar. Me acerco a Alberto con mi sobrina de la mano. Está sentado y comiendo en una de las mesas que he preparado. Ni siquiera me contesta.