sábado, 7 mayo 2022. Limpio lo que parece un altillo de un bar. El dueño dice que no hace falta. El diseñador que lo hizo se enfada muchísimo porque dice que nunca quedará igual que como él lo concibió. Le explico que no me queda otra, que el perro (se supone que es mío) ha hecho sus necesidades y como el altillo estaba forrado de tela, hay que cambiarlas por otras. Él se echa las manos a la cabeza indignado. Pienso que es un histérico o que solo está haciendo teatro delante de los clientes (que ni lo miran) porque el altillo de arte tenía poco. Mientras tanto el perro va menguando hasta el punto que puedo cogerlo con una mano y guardármelo en e bolsillo.
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Estoy en una tasca. Hay mesas de madera corridas. No conozco a nadie, no sé de qué hablar con las personas que me rodean. Saco el móvil para disimular que estoy ocupada. Cuando lo abro (es de los que parecen una castañuela) todos lo señalan y se ríen. El móvil se deshace como si estuviera hecho de moon sand. ¿Alguien conoce Rascafría?, pregunto por decir algo. Una señora dice que sí, y que llegaron a 40ºC bajo cero. Como no sé qué más decir, río exageradamente como si hubiera contado un chiste graciosísimo.