domingo, 15 mayo 2022. Llego a un edifico enorme. He quedado con alguien en una sala, pero no recuerdo el nombre de la persona ni la sala. Enseño una foto a las recepcionistas. Cuchichean entre ellas. Por el cuadro que aparece al fondo debe ser la sala (dice un nombre que no entiendo). Me acompaña. Recorremos el edificio por espacios diáfanos, las paredes son de cristal azulado (hasta el suelo parece de cristal). Se mete por un tubo-tobogán en el que hay cajas de plástico. Temo hacerme daño. Me fijo en que las cajas tienes las equinas romas. La sigo. Recorremos el tubo durante un rato como si fuera un tobogán de parque acuático y desembocamos en una sala de juntas. Unas diez chicas muy parecidas (rubias con coleta) están sentadas muy derechas al rededor de una mesa ovalada muy larga. Explícales, me dice la recepcionista. No sé muy qué hacer y al verme titubear me dice que lea mis poemas. veo que llevo el bolso rojo con folios, los saco, leo poemas. Lo hemos grabado todo, te puedes ir, dice la recepcionista. De repente ya estoy fuera. No reconozco el lugar. Aparece Javi con una cámara de vídeo de los 90. Mira te he grabado leyendo, dice entusiasmado. Me alegro mucho de verlo, quizá él pueda decirme dónde estamos y cómo volver a casa. Llegan las chicas rubias de antes pero sin coleta, corren hacia mí como colegialas, quieren despedirse, algunas lloran. Una de ellas me da un sobre de azúcar donde aparece su teléfono. Les doy besos y abrazos a todas. Javi sigue grabando. Para que no se te olvide, dice sonriente.
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Voy por la calle y al pasar junto a dos niñas y un niño, la más pequeña grita, ¡mamá!, corre hacia mí y me da la mano. Le pregunto si se ha perdido. Mamá, repite. Vuelvo con ella de la mano sobre mis pasos. Su hermana y hermano me miran asombrados. Eres igual que nuestra madre, dicen. Los tres son rubios con ojos claros, no se me parecen en nada. ¿Dónde está vuestra verdadera madre? Una chica con una libreta y un boli, me explica que son huérfanos de guerra. la pequeña no quiere soltarse de mi mano. Le pregunto a la chica si se pueden quedar a vivir conmigo. La chica apunta todo lo que digo en su libreta, pero no me responde.
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Se supone que habíamos aparcado el coche en una plaza, pero al llegar la plaza se ha convertido en mercado y terrazas de restaurantes. El coche está bajo un cañizo y detrás hay un montón de cajas con verduras. Hay coles y coliflores enormes en el suelo. Los cocineros de los restaurantes nos observan con gesto de guasa (van vestidos de cocinero de dibujo animado, todos gordos con bigote y unos sombreros blancos enormes en forma de seta). Les digo si pueden ayudarnos. No se mueven, se ríen con los brazos cruzados. Alberto ha desaparecido (pienso que ha ido a llamar a la policía). Comienzo a mover cajas, coles, mesas y sillas. Me sorprende que las coles pesen más que los muebles. Pienso que sólo se trata de hacerlo como si jugara al tetris, acumularlo todo en un rincón para poder sacar el coche marcha atrás. Me quito un abrigo negro que llevo con las solapas subidas y lo cuelgo en un gancho que sobresale en una caja. Una chica me dice que lo he puesto sobre su vestido y lo quite. Los clientes de las terrazas observan como muevo cajas y muebles, ven cuánto me cuesta, pero nadie intenta ayudarme.