miércoles, 11 mayo 2022. Estoy de viaje con que toda la familia. Al pasar por una calle de bares, vemos a varios personajes de "Sálvame". Están bailando en lo que parece una rampa de tierra de obra. Lidia Lozano baila y se cae al suelo continuamente. Matamoros, abrochándose la camisa, dice que él ya ha pedido su deseo. Su novia mira el portero automático de un edificio a intenta anotar quién vive en cada piso, pero solo aparecen las iniciales. Intento ayudarle. Dice que de tanto viajar al extranjero se le está olvidando el español, que si sé dónde venden diccionarios. Le digo que si quiere aprender gallego hable con las gemelas. Lo digo imitándoles el tono cantarín y se parte de risa. (Las gemelas son dos niñas rubias lánguidas de unos ocho años que no sé de dónde han salido, pero vienen con nosotros). Mi madre se acerca a ayudar e intenta descifrar iniciales. Señala una al azar y dice: Esa soy yo. Alguien nos recuerda que tenemos reservada una mesa. Vamos. Al pasar por delante de una tienda de baratijas, el dueño me dice que ha encontrado la pistola de silicona que me prometió. Le digo que espere, que ahora vuelvo, porque quiero comprar un kit de flamenca para una niña. Tengo de todo, dice muy contento y, como si pasara las páginas de un libro, me enseña un muestrario vertical de pendientes y collares de plástico. Le explico a mi madre que el kit es para Amaia, la bisnieta de Tito Paco. No me hace caso. En ese momento mi padre dice que tendríamos que pensar en cómo volveremos a casa. Dibuja un cruz en un papel. Aquí la estación uno, dice. Dibuja otra cruz a un centímetro. Aquí la estación, dos. Después dibuja un enrevesado camino con el boli. Así se va de la uno a la dos en metro. Le digo que podemos ir andando y ahorramos tiempo. Me miran como si hubiera dicho una barbaridad. En ese momento las niñas gemelas se echan a llorar. Somos muy cobardes, no queremos ahogarnos. ¡El agua os llegaba por aquí!, les grito con acento gallego señalándome por debajo de la rodilla.