que nada te detenga

lunes, 20 mayo 2024. Estoy de visita en casa de una chica. La casa es una habitación rectangular atiborrada de cosas. Un chico (se supone que es poeta) está tumbado en un sofá rígido de cretona y nos cuenta su vida. Yo hago que me asombro de todo (no sé qué hago allí y pienso que así terminará antes y podré irme). La chica dice que quiere enseñarnos algo. Salimos de la habitación y entramos en otra idéntica vacía, con paredes suelo y techo de cemento. No tiene ventanas, solo unas ranuras cerca del techo. Me gusta más que la otra. Dice que no sabe qué hacer con ese espacio, que hay gente que lo ha decorado y agrandado su casa. Le digo que debe hacerlo cuanto antes, pero con menos cosas o repartir las que tiene entre las dos habitaciones. Si tanto te gusta quédatela, me dice. De repente me invade una oleada de calor y felicidad desde los talones a la cara.
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Tengo que recoger un par de paquetes. Le digo a Alberto que mientras él recoge uno donde estaba la comisaría, yo subo hasta donde estaba la Casa de la Cultura a recoger el otro. Veo que están cerrando, pero Alberto entra por debajo de la persiana a medio echar. Me gusta ese gesto de no darse por vencido. Cuando lego a mi destino está cerrado. Recuerdo a Alberto y salto la verja. Llamo a la puerta. Primero con los nudillos, después al timbre. Aparece un topo enorme. Parece de juguete hecho de terciopelo mojado. No estoy segura de si es un topo o un ornitorrinco. Empieza a subir pegado a la pared como si fuera una salamanquesa. Me da más asco que miedo. Salto de nuevo la valla y me alejo.
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Se supone que volvemos de algún sitio y que, a la ida, Josemari ha perdido una figurita de plástico. Me cuenta cosas sobre su padre. Cuando estamos llegando a casa (se supone que somos vecinos) le digo que voy a encontrar su figurita, que nunca hay que darse por vencido. Miro la acera palmo a palmo y, en un hueco, veo la figurita encajada. La saco con mucho cuidado y corro a dársela. Estaba encajada del revés, por eso no la vimos al pasar, le digo. Entra en su casa y yo en la mía (se entra directamente a la cocina) y les cuento entusiasmada, a Alberto y Salvatore, lo que ha pasado.