jueves, 30 mayo 2024. Alberto y yo paseamos por la orilla. El agua está tan limpia que entran ganas de bebérsela. Como siempre, miro más las piedras que el mar. Veo una caracola pequeña, al lado otras tres. Unos pasos más allá un puñado de cauris (uno, exactamente igual al que encontré en Pedregalejo cuando era niña). Parece que se arremolinan a propósito, digo. Llega un chico muy joven, saluda, quiere enseñarme algo en su móvil. Es Tony. ¡No te había reconocido, qué delgado estás! Sí, dice pasando del asunto. No solo está más delgado, también más joven, parece que tenga 20 años. Por su gesto, temo que lo que vaya a enseñarme en el móvil sea una mala noticia.