sábado, 18 mayo 2024. Estoy en una habitación de hotel demasiado ostentoso. Todos es dorado y el suelo es de cristal para que se pueda ver el paisaje. Salgo a dar una vuelta. Cuando regreso, el ascensor solo tiene dos botones. Una chica baja inmediatamente asustada y un señor se ríe. Pulso el delsegundo piso y ya buscaré la manera de seguir subiendo. Llegamos a una terraza. El señor desaparece entre la gente. La terraza des una sala de espera enorme llena de gente que se queja (dolorida y triste). Intento preguntar a varias enfermeras por dónde se sube alas habitaciones más latas del hotel. Nada. Una de ellas, con un vestido blanco de flores llamativas acampanado hasta los pies, me dice que espere como todos. Intento explicarle que no soy una enferma, que solo quiero ir a mi habitación. Nada. Me siento en el poyete de la terraza, como los demás. Una chica me mira fijamente. ¿Qué?, me dice. No he dicho nada, le respondo y comienza a contarme entre lágrimas que le duelen mucho los riñones, que le van a estallar. Le digo que mejor vaya a urgencias y la atenderán inmediatamente. Su novio la abraza y me mira con cara de malas pulgas. Le digo que seguramente sea una piedra, que mi madre expulsó una y dijo que había sido peor que un parto. Y eso que tuvo dos hijas, añado. Eso parece hacerles mucha gracia a los que me rodean y se vuelven afables. Una pareja mayor muy elegante me pregunta si tengo hijos. Ni hijos ni piedras, digo y todos vuelven a reír. A mi lado, una chica muy pija me dice que va a apuntarme su teléfono para que la llame si voy a Valladolid (lo apunta con rotulador rojo en el empeine de mi pie izquierdo (escribe, Begoña y un número). La pareja mayor y otro chico también muy pijo me hablan de política, de cómo ha cambiado todo. Si no me parece que AP sonaba mejor que PP. Le digo que sí, que sonaba mejor y que eran mejores políticos aunque yo jamás le votaría a un partido de derechas aunque me mataran. Hablamos mientras caminamos sin rumbo por la terraza. Ya no quedan pacientes. Otro chico tipo Bustamante se mete en la conversación, hace chistes, es muy amable, dice que me ayudará a encontrar mi habitación. Miro hacia arriba, señalo, ¡es esa! Todos miran, ven el suelo de cristal y exclaman, ¡ooh! Nos despedimos. La chica me recuerda que me dio su teléfono (me miro el empeine y el número se ha borrado, pero no digo nada). El chico pijo dice que su vuelo sale ya y se marcha. La pareja se despide cariñosamente. El chico Bustamante me abraza, dice que no puede separarse de mí. No sé ni cómo te llamas, le digo (responde algo parecido a Nachete). ¿Eres de Santander?, pregunto. Niega con la cabeza. Dice que es del Real Madrid y enumera a los jugadores. Me separo de él teatralmente, le digo que entonces nuestra a mistad es imposible. La pareja mayor ríe la broma. Él casi llora. Se supone que ha pasado mucho tiempo porque voy vestida con otra ropa. Vuelvo a subir en el mismo ascensor y llego a la misma terraza. Una enfermera muy borde no quiere decirme por dónde llegar a mi habitación. Vuelvo a pasar por el mismo poyete, y allí está Nachete, tumbado sobre una toalla, con ropa de verano. Me sorprende y me incomoda mucho verle allí. Me mira con cara de, ya era hora que llevo meses esperándote. No sé qué decirle.