trapecios y triciclos

lunes, 13 mayo 2024. Estamos en lo que parece una tasca medieval con mesas y bancos corridos de madera. Al fondo hay una especie de trapecios muy toscos. Oeste salta de uno a otro con ligereza hasta llegar a donde estamos. El mesonero le dice que lo hará muy bien (como si fuese a actuar esa noche). Le digo que yo también quiero actuar. Se ríen de mí con cariño. Me ato al cuello un mantel a modo de capa y voy hacia los trapecios. Subo al primero, me balanceo y salto al segundo, pero los travesaños no son de madera, son cuchillas afiladas. Me dejo caer. No comprendo cómo Oeste ha aguantado ese dolor. Vuelvo avergonzada. Oeste me abraza para consolarme. Por la ventana veo aparecer a dos tipos con tatuajes de esvásticas y navajas. Doy aviso y nos escondemos donde podemos. Los servicios son una especie de laberinto de planchas de conglomerado. Qué inocentes, ahí los van a encontrar enseguida, pienso. Abro una puerta de madera muy antigua. Es una habitación de dos por dos metros con el suelo de arena. Hay un tronco y una vasija rota. Las coloco de manera que pueda esconderme detrás tumbada.
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He quedado con Bel para que me dé su nuevo libro. Estoy en casa de mis padres. Suena el móvil, pero la pantalla se ve blanca, no puedo responder. Aparecen intermitentemente una letras con un mensaje. Mi madre me ayuda a descifrarlo. Pone "Otra vez será", dice mi madre. Me alegro, porque estoy cuidándola y no hubiera puedo dejarla sola.
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Entro a un salón de actos. No sé bien cómo he llegado ni qué hago allí, Los alumnos (o lo que sean) se sientan desperdigados. El salón parece vacío. Una señora comienza a pasar lista, pero están tan lejos unos de otros que no se entiende nada. Una chica sirve unas copas pequeñas con un líquido que lleva encima clara de huevo batida. Cojo la copa por no hacerle un feo. A mi lado, una chica con capa se la bebe de un trago. Ese te ha mirado dos veces, dice señalando a un tipo muy alto y muy guapo. Es uno de los músicos que va a actuar, se supone. ¿Qué te parece?, pregunta. Me gustan los altos, respondo. La señora que pasaba lista pregunta con apuro si hay algún flautista en la sala (como cuando preguntan si hay un médico). La chica de la capa, señalándolo, dice que el tipo alto es flautista.
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Estoy con Alberto y Francis en la terraza de un bar. Más que la terraza es en la acera, en unas sillas pequeñas de anea. Francis tiene a su lado una especie de triciclo-trineo de plástico con ruedas. Pienso que sería de sus hijos cuando eran pequeños, pero dice que lo encontró sobre un contenedor junto al Mercado de Atarazanas y que ahora es lo único que usa para desplazarse, que es muy cómodo y no gasta nada. Yo le digo que desde que tengo el triciclo voy a todas partes en él, pero siempre tengo que buscar calles que estén un poco en cuesta para dejarme caer porque no tiene pedales. Un tipo que está en la mesa de al lado, nos mira con gesto de burla. Yo digo fuerte, para que me oiga, que no me da vergüenza nada.