el ascensor

lunes, 3 marzo 2025. Entro en el ascensor de la casa de mis padres. Detrás de mí entra un chico. Es nacho (parece más joven que hace veinte años). Pienso que debe ser una pesadilla para él estar encerrado en un ascensor conmigo, pero cruza los brazos y se apoya en el espejo del ascensor como si el viaje fuera a durar una hora. Me pregunta qué tal estoy con total naturalidad. No sé qué decirle.

chaleco de cuero

domingo, 2 marzo 2025. Me encuentro a Miguel (un amigo del instituto al que no veo desde hace años), me alegro muchísimo de verlo, nos damos un abrazo. Lo encuentro casi más joven rque entonces. Me extraña su indumentaria (un vaquero ajustado y un chaleco de cuero sin camiseta debajo). Cuando nos estamos poniendo al día aparece una niña india pequeña y le tira del chaleco. La persiguen unos tipos muy raros. Entramos en un bar con escaleras metálicas que forman un laberinto. Llegamos a una azotea atestada de gente bebiendo. Intentamos esconder a la niña. Miguel me dice que me quede con ella mientras él se deshace de los hombres raros. De repente los veo cuchichear y Miguel ya no me parece él. Meto a la niña en un armario y bajo las escaleras a toda prisa. Me persiguen. Llego a una especie de basurero donde parece que estén fabricando coches con tacos de madera sin lijar y planchas de metacrilato. Uno parece que se va. Conduce una chica. Le digo que me persiguen, que por favor me saque de allí. La chica mira hacia atrás como diciéndome que es un coche fúnebre y tendré que ir tumbada.

de premios, porcelanas y collares

sábado, 1 marzo 2025. Tengo que recibir un premio y llego tarde. El recinto es al aire libre, encalado, está vacío y solo queda una farola encendida. Un hombre, antes de apagar la farola, me dice con un gesto y un barrido de mirada que todos se han ido.
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Llego a toda prisa al mismo recinto de antes. Tengo que entregar un premio. Voy con una chica que no deja de hablarme y entretenerme. Me esperan Ana y Cristina. las veo sonrientes en el escenario. Antes de subir, una azafata se nos acerca con una bandeja llena de copas de vino blanco. Le doy las gracias y le digo que mejor después del acto, pero la chica que me acompaña empieza a bebérselas una detrás de otra. Después sube al escenario, coge el y comienza a hablar. Insulta quien ha ganado el premio (sin saber quién es), insulta al público y hasta a Ana y Cristina. Intento apaciguarla. El público se va indignado. Intento explicar a Ana y Cristina que no sé quién es esa chica y que se ha bebido unas ocho copas de vino de golpe. Lloran, dicen que lo he estropeado todo. No quieren saber nada de mí.
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He perdido algo. Una chica me dice que sabe dónde puede estar (la chica es Pili, una compañera de colegio a la que no veo desde hace cuarenta años). Pasamos por unas vías muertas llenas de basura y escombros. Hay vagones tumbados llenos de bolsas de basura. Algunas bolsas se mueven. Caminamos sobre ellas. Le digo que prefiero volver. Es lo mejor, dice y me toma por la cintura (de repente Pili se ha convertido en un chico). Pasamos por distintas habitaciones, cada una decorada de una manera. Nos paramos en una con moqueta azul, muebles decimonónicos, pañitos de croché y adornos de porcelana. Me gusta, decimos a la vez y nos miramos. No sé si va a besarme. No sé si es una chica o un chico.
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Llamo por teléfono a Daniel. Una niña, sin dejarme decir ni hola, me dice que le lleve las medicinas cuanto antes (u tono es tranquilo y su voz demasiado aniñada para ser su hija). Le digo si se puede poner Daniel. Cuelga. Vuelvo a llamar. ¡Abuelaaaaa!, grita la niña. Reconozco la voz de la madre de Daniel que, sin dejarme hablar, me dice que la tía (no recuerdo el nombre) va a traer las medicinas. ¿Se puede poner Daniel? Cuelga. Pienso que quizá Daniel esté enfermo, en la cama, y sea mejor llamarlo al móvil. En ese momento llega mi madre con un montón de collares larguísimos de distintos colores. Quiere que se los vaya separando para poder ponérselos. El montón ocupa lo que un balón de Nivea.

móvil blanco

viernes, 28 febrero 2025. Francis llega corriendo y me cuenta algo realmente entusiasmado. Rebosa alegría Yo sonrío, intento que parezca que me alegro mucho de lo que dice, aunque no puedo oírlo. Tampoco puedo hablar ni mover las piernas. Estoy sentada en una cama, completamente paralizada, pero no dejo de sonreír para que crea que estoy bien y no fastidiarle la felicidad que siente.
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Voy en un carrito de supermercado como si fuera una bicicleta. En el asiento para bebés llevo a mi prima Elisa (es una niña de unos dos años). Cuando llegamos a una plaza empedrada, nos están esperando ella misma de mayor y su madre (mi tía P). Se alegran mucho de vernos, dicen que no nos movamos, que quieren hacernos una foto. Elisa (mayor) saca una caja de cerillas y las va encendiendo. Se supone que cada cerilla hace una foto (no lo entiendo pero no digo nada porque está muy ilusionada). Aparecen mi sobrino Diego. Se ha cortado el pelo de manera que le queda un penacho en el centro. ¡Parece un pollo!, gritan unos gamberros e intentan pegarle. Se arma un gran revuelo en la plaza. De repente Elisa (mayor) dice que Elisa (pequeña) ha desaparecido. Intento apaciguar a los gamberros, les digo que concentren su energía en encontrar a la niña en vez de pegar a Diego. La buscamos por todas partes, entro hasta en casas particulares. En la trastienda de una charcutería hay una cama con un bulto. Al destaparlo es un perro que duerme. Suena un móvil entre las sábanas. Es un móvil de concha blanco. Al abrirlo se corta la llamada. Llamo a ese mismo número y alguien me dice que la niña ha aparecido, que se quedó dormida en uno de los estantes del el bar "El conejo". Al salir de la charcutería veo pasar a Raquel (ella no me ve). Lleva un traje de chaqueta blanco y un ramo de flores. Pienso que irá a casarse. Me pregunto si llevará en el bolsillo el poema que le envié para la ceremonia.

la decoración

miércoles, 26 febrero 2025. Paseo con Sr. Chinarro, un amigo suyo y mi tía E. Lo mismo estamos en una playa que en unas cales tipo Nueva Orleans, que dentro de un edificio antiguo. Sr. Chinarro nos va explicando lo que vemos. Dentro del edificio, nos enseña (mitad con orgullo mitad con indiferencia) la habitación de su hermano pequeño. Lo tiene decorado estilo punk pero con fotos de toreros y corridas. Justo a la vuelta de la habitación hay una pequeña plaza de toros (me extraña que tenga un árbol y un banco en el centro), aunque lo más raro es que el piso no tengo techo. Le pregunto que pasa cuando llueve. El amigo me mira con sorna, como diciendo: aquí nunca llueve. Sr. Chinarro responde con guasa que ya me lo puedo imaginar. En la plaza de toros también hay un pequeño bar (de juguete, a escala de un niño pequeño) con sillas plegables. Sr. Chinarro le ofrece la más cómoda a mi tía (una butaca con las patas traseras más cortas). Dice que tenía una igual en su casa y se arrepiente de haberse deshecho de ella. Le pregunto si se ha mudado. No, sigue viviendo junto al mar pero ha cambiado la decoración, y me guiña (La decoración es el título de una de sus canciones). (En el sueño no pasa nada, solo andamos y hablamos sin prisa. De algún modo soy consciente de que es un sueño y me da mucha pena despertar y tener que "salir de ahí").

adoquines mojados

domingo, 23 febrero 2025. Tengo que estar en casa de mis padres a las siete de la mañana porque mi hermana se va de excursión a ver almendros en flor. Salgo corriendo de casa cuesta abajo, pero no avanzo nada. Cuando llego el autobús se ha ido. Corro hacia casa de mis padres pero las calles se vuelven empedradas y cuesta arriba. Sigo sin avanzar, me resbalo, me caigo varias veces. Intento alzar el vuelo, hacer que nado con los brazos en el aire. De repente estoy en el portal pero está lleno de cosas (muebles, ropa, objetos de mis padres). Por una parte entorpecen mi camino hacia el ascensor, pero por otro, no sé qué hacen allí y me veo en la obligación de recogerlos para que nadie se los lleve o los tire. Hago un montón con todo bajo la escalera donde están los contadores. Subo los cuatro pisos sin aliento porque el ascensor no funciona. Cuando por fin abro la puerta, mi hermana está en pijama con la cabeza llena de rulos. Me dice muy contenta que ha cambiado de planes, que ya no hay prisa.

dos nombres

viernes, 21 de febrero 2025. Estoy en la barra de un bar con Alberto. Aparece una chica y me pone la barriga desnuda muy cerca de la cara. Le doy un beso (a la barriga). Alberto me hace señas como diciendo que no está embarazada, que solo está gorda. De repente estamos en casa de un compañero de trabajo de Alberto. No conozco a nadie. Voy al cuarto de baño. La casa está hecha con pasillos forrados de tablones de madera muy toscos. El cuarto de baño está muy sucio. Hay una puerta abatible que da a una escalera muy empinada (también muy tosca), que parece dar a un habitación luminosa desde donde se oye música. Dudo si subir. Orino con cuidado porque todo está muy sucio. La orina es sangre. Cuando, sigo sin saber de qué hablar con nadie. Me acerco al hijo del compañero. Me llama por un nombre que no es el mío (empieza por E, pero no recuerdo cuál). Le pregunto si quiere que le diga mi verdadero nombre, que tengo dos, uno de verdad y otro familiar, como su padre. Dice que no, que mejor se lo diga otro día. Le digo que lo más seguro es que no volvamos a vernos.

en batín

jueves, 20 febrero 2025. Juano llega a casa (no se parece a mi casa; se parece más a la casa de mi abuela). Dice que me regaló sin querer un pijama que había comprado para su tío. Alberto trae el pijama. Todavía está envuelto (en papel de seda arrugado). Lo rasga por un extremo para comprobar que es el pijama que busca. Es un pijama rojo de señora con motivos orientales (se parece al último pijama que mi hermana le compró a mi madre). Sí, este es. En ese momento aparecen varias vecinas con sus carritos de la compra (una de ellas va dentro del carrito). Saludan y miran a Juano con recelo. De repente me doy cuenta de que Alberto, Juano y yo vamos en batín. Ellos tienen un pase, pero yo llevo el batín de mi suegro y, para más inri, un gorro de lana muy viejo calado hasta las cejas.


por un bollito

miércoles, 19 febrero 2025. Voy por una calle estrecha. Está llena de estudiantes rubios y altos en camiseta (parecen americanos). Un hombrecillo lleva un cesto lleno de bollitos a la espalda. Uno de los estudiantes (se parece a Trump de joven) le quita uno sin que se dé cuenta. Me vuelvo hacia él, le digo a gritos delante de todo el mundo: ¿¡Te parece bonito robarle a un anciano!?, ¡eso no eres capaz de hacerlo en tu país! El tipo entra en cólera por haberlo puesto en ridículo delante de sus compañeros. Me persigue. Uno de los chicos que va en su grupo se pone a mi lado (más joven, enclenque, pelirrojo con pecas) y me dice que ya era hora de que alguien le parara los pies. El musculitos se quita el cinturón y se lo echa al cuello del pelirrojo para ahogarlo. Consigo quitárselo, le digo que huya. El chico corre hasta llegar a una estación de metro y desaparece. El musculitos me persigue, me alcanza, me golpea, me arranca la ropa, me tira al suelo. La gente a nuestro alrededor no hace nada, solo miran mientras comen helados o hamburguesas y siguen paseando. Cuando lo tengo encima, de repente dejo de ser yo y veo la escena desde fuera, como en una película. Tiene debajo a una chica muy guapa. ¡Defiéndete!, le grito a la chica. La chica se levanta y le tira una piedra enorme a la cara. El chico, sorprendido, dice que nunca había sentido nada igual, que le gusta, que por favor vuelva a golpearlo. La chica no sabe qué hacer y yo no sé qué decirle. La chica le pregunta: ¿Qué haces en estos casos? El chico dice que es él quien suele pegar. Después le da una patada en la mandíbula y ella queda tumbada inconsciente. De repente, los dos son mayores y están en un restaurante rodeados de sus familias. Se les ve muy felices. Celebran el cumpleaños de su hija. Yo lo sigo viendo todo como en una película sin comprender nada.

en camisón

martes, 18 febrero 2024. Josemari sale con prisas de su casa (no se parece a su casa). Sus hijos (no se parecen a sus hijos) le dicen que hay que sacar al perro (tampoco se parece a su perra). Yo estoy en la acera. Josemari me pide que lo saque yo, que todavía no ha hecho sus necesidades y ellos tienen que irse o no llegan al trabajo ni al colegio. Le digo que estoy en camisón. Me dice que el camisón parece un vestido y es tan temprano que nadie va a verme. Cojo la correa y el perro salta a una cubeta llena de escombros. Termina pronto, le digo como si me entendiera.

pulseritas

lunes, 17 febrero 2025. Sonia y yo bajamos por una rampa de lo que parece un barco muy grande (¿estamos en un crucero?). Javi nos espera abajo. Entramos directamente a una tienda de souvenirs. Una chica muy nerviosa quiere vendernos pulseras a toda costa. Me parece raro que las pulseras que nos enseña sean idénticas a las que lleva mi madre. De repente pienso que se las han robado y tengo que comprarlas para devolvérselas porque seguro que las echa de menos.

mudanza

sábado, 15 febrero 2025. Estoy en casa de mis padres, pero no parece la casa de mis padres. Tiene un sofá en forma de L. Mariángeles y Salud están charlando. El sofá está cubierto por unas telas muy arrugadas. Toda la casa está desordenada. Mariángeles dice que quiere mudarse y va a tirar muchas cosas. Miro a mi alrededor, pero tampoco se parece a su casa. Al cabo del rato llega Carlos, su hijo. Me pregunta si cuando limpio el polvo le doy la vuelta a la bayeta y la uso por el otro lado. No sé qué responder. Carlos ve unos cuadros en el suelo. Le digo que su madre está de mudanza y los va a tirar. Se sorprende y enfada muchísimo, dice que por qué no le ha pedido permiso porque los cuadros son suyos. Abre la puerta de la que era mi cuarto y dice: Qué desastre todo. Le cuento que cuando era mi cuarto era precioso. Ahora el suelo no está lleno de ropa y zapatos amontonados.

bigotes

viernes, 14 febrero 2025. Llego a casa de mis padres. Me bajo en el cuarto piso y oigo ruido en el quinto. Subo la escalera. Hay un montón de músicos (o eso parecen) sentados en el rellano. Se supone que tengo que hablar con alguien que lleva bigote. Todos me parecen iguales, todos llevan bigote.

regalos y huevos de mármol

miércoles, 12 febrero 2025. Es el cumpleaños de Pateta, están en el cine y los espero fuera. También a los demás, que han ido a comprar el regalo. Lo trae Blanco, Navarrete y Pacho. Veo que ya se lo han dedicado. Le han dejado el precio y se ven varias pegatinas (una sobre otra) desde su precio original hasta la última naranja fluorescente que pone 5 euros. No pudo quitarla porque alguien ha escrito la mitad de la dedicatoria sobre ella. No sé qué hacer. Envuelvo como puedo porque el papel de regalo que han traído es pequeño y está usado. Cuando por fin Laura y pateta salen del cine, dicen que no les ha gustado nada la película. Era La insoportable levedad del ser. Es justo el libro que le han comprado.
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Estamos en un monte y tenemos que bajar a la ciudad. Hay un camino pero queda un poco lejos. Michel dice que podemos ir campo a través. Sonia dice que es muy peligroso. Michel baja en un pispás y lo sigo. Hay muchas agujas de pino que me hacen resbalar. Bajo algunos árboles hay nidos con huevos enormes que parecen de mármol. No sé cómo han bajado los demás, pero una vez abajo buscamos un sitio para cenar. Entramos en un local donde sirven comida para vagabundos (hay que pasar por el servicio; hay dos tipos sentados en sendas tazas de váter y ni se inmutan). Michel pregunta si nos darían de cenar. Nos enseñan una carta enorme. El postre es una barra de helado para cada uno. Michel se ofende muchísimo y nos vamos. Al salir, las calles están desiertas y a oscuras. Sobre un tejado hay unos cien gatos negros iguales, sentados, muy quietos. Uno hace ademán de levantarse y los demás de seguirle. Levanto el brazo y le digo que se siente, que después iré a ponerles de comer. Los gatos vuelven a su sitio. Vamos por las calles buscando algo abierto. Le digo a Alberto que me alegro de que las calles (empedradas) estén tan limpias porque voy descalza (a pesar de que hace mucho frío; los demás, Marcos y Javi, llevan abrigo). Se supone que no me puse zapatos para que no me doliera la cadera. (Me despierta un tremendo dolor en la cadera izquierda).

paraguas y yincana

martes, 11 febrero 2025. Un tipo me pregunta si sé arreglar paraguas y me enseña un palo. Le digo que quizá doblando una percha pueda hacer una varilla, y si puedo hacer una podré hacerlas 
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Omar Montes llega a casa de mi abuela y organiza una especie de yincana en la que participa toda mi familia. Mientras, él se tumba en una especie de camilla, se tapa con una sábana y disfruta viéndonos jugar. Cada vez que lo miro pienso lo mismo: qué chico más guapo.

huevos fritos

sábado, 8 febrero 2025. He quedado con Javi en un bar, se supone, para contarle algo muy importante. Cada vez que intento a hablar aparece alguien, ocupa nuestra mesa y habla a gritos. Nos cambiamos varias veces hasta entrar en una zona con las paredes azules llenas de retratos hechos a lápiz. Me fijo en que conozco a casi todos, pero todos están muy serios. Cuando se lo voy a contar a Javi, veo que dentro del ojos tiene varios huevos fritos pequeños.

manada

jueves, 6 febrero 2025. Parece un festival que se celebra en los pasillos de un edificio antiguo. Estamos sentados en el suelo, con la espalda pegada a la pared, esperando que empiece el espectáculo. De repente aparece una manada de animales (no recuerdo cuáles; supongo que influenciada al ver a la familia de jabalíes en el centro comercial). Un guarda jurado dice que no nos movamos y sobre todo, no le digamos nada a Cumpián, porque hará alguna locura de las suyas. Pienso que precisamente Cumpián no hará nada, se quedará asombrado viendo cómo pasan de largo. Aparece Cristina muy maquillada y me dice que qué hago allí sentada, que ya tenía que estar en el escenario. Le tiendo unos folios. Le digo que nadie me ha dicho lo que tengo que leer ni cuándo. Dice que tenía que haber ido a los ensayos por la mañana. Nadie me avisó. Cristina mira con reproche a un chico que se encoge de hombros.

dientes

miércoles, 5 febrero 2025. Eva me enseña fotos de su familia. Son fotos antiquísimas. Me llama la atención que toda la familia tenga unos dientes enormes.

jabalí

lunes, 3 febrero 2025. Una niña dice que ha desaparecido su jabalí. Lo veo medio enterrado junto a una cerca y parece vivo, pero no puedo decirle nada porque no formo parte del sueño (lo veo todo como en una película).

de rayas

domingo, 2 febrero 2025. Vivo en una casa con jardín. El jardín es compartido con una familia numerosa que siempre vuelve en fila, desde el pequeño al mayor. La fila la acaban los padres. Su ropa está hecha con la misma tela aunque los modelos sean diferentes. Llegan vestidos de rayas (me recuerdan al baby de mi colegio). Según entran me van saludando. El más pequeño me pregunta si mi tía M irá a leerles un cuento que empezó el día anterior. Me sorprende cuando me enseña el libro (en su móvil) porque no es precisamente para niños. También veo que tiene fotos mías con el pelo corto. Intento llamar a mi tía pero el móvil no funciona.

de gaultier

sábado, 1 febrero 2025. Alguien me pregunta con mala cara por mis zapatos. Bajo la mirada, son los zapatos de punta larguísima que compré en 1990. Son de Gaultier y están como nuevos, le digo.

cuenta pendiente

jueves, 30 enero 2025. Estamos en una casa con jardín decorada años 70. Se supone que estamos con varios amigos, pero no conozco a nadie. Alberto y yo vamos a comprar al supermercado. La cajera pasa la mitad de nuestras cosas  distraída (habla con alguien por teléfono) y las deja en un carrito, pensando que son de la pareja que compró antes que nosotros. Le digo que eso también es nuestro. Dice que como ya está pagado (por la otra pareja), no pasa nada y nos lo llevemos. Nos hace una señal para que nos demos prisa porque hay clientes esperando. Me voy muy preocupada porque a esa pareja le aparecerá en el extracto del banco. Llegamos a la casa. Una chica dice que fulanito (no recuerdo el nombre) está muy mal y que tenemos que ir todos a verlo. Pienso que de paso puedo ir al supermercado y pagar lo que le han cobrado a la pareja, pero me he dejado el ticket y mi DNI sobre la mesa del jardín, ha llovido y el ticket se ha deshecho. ¡Date prisa!, dice la chica. Salgo de la casa sin DNI, sin bolso. Por el camino me doy cuenta de que tampoco me he puesto bragas.

jaula

miércoles, 29 enero 2025. Se supone que estoy en casa de mis padres pero no se parece en nada. En una habitación que parece un patio, con las paredes llenas de macetas, hay una jaula muy pequeña en el suelo. Dentro hay un pájaro de colores muy brillantes. El pájaro abre la puerta y sale de la jaula. No vuela, se pasea dando saltitos por el suelo. De repente la gata de mi hermana salta sobre el y se lo come.
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Estamos en una habitación de hotel. Alberto quiere dar una vuelta. Me veo en el espejo un montón de circunferencias en la cara y en el pecho, como si me hubieran puesto ventosas. Alberto dice que a lo mejor me han sentado mal los cacahuetes (no recuerdo haber comido cacahuetes). Alberto sale y yo me quedo. Oigo cantar a una chica. Canta en inglés y canta muy bien. Bajo a oírla. En la acera están Emilio y Salvatore esperando a Javi para ir a jugar al Trivial. Veo que en la esquina hay un bar que se llama Trivial. Emilio me pregunta si es ese y le digo que no, que cada día se juega en uno distinto. Hay una chica, casi una niña, a mi lado. Le pregunto cómo se llama para presentársela a los demás. Esther. Dice que Javi viene ahora, que de qué lo conozco. Le digo que del instituto, pero que en estudiaba en Maristas. Empezamos a andar hacia el hotel porque dos tipos con muy mala pinta se meten con nosotros. Intento  llamar a Javi pero me sale el recepcionista del hotel. El recepcionista me cuenta que ha escrito un libro de tercetos y que va a enviármelo para que yo lo mande a una editorial. Por más que quiero apagar el móvil, no puedo.

caramelos

martes, 28 enero 2025. Llego tarde a una lectura. Como cada uno está a lo suyo, dejo un libro dedicado en una estantería y me siento a esperar. Una señora me ofrece caramelos, unas bolitas rojas que parecen de cristal. Le doy las gracias y le digo que no como caramelos. Se me  echa encima, intenta metérmelos en la boca a la fuerza. Me grita que tengo muy poca vergüenza y no quiere verme más por allí. Otras dos señoras de la organización me consuelan. Cuando voy a irme fijo en que falta un zapato y el bolso. Sospecho que la señora de los caramelos me los ha escondido. Me apoyo en el quicio de la puerta a llorar. Veo a Oeste (lleva el pelo largo), sale con dos o tres personas. Me apena que se vaya sin habernos saludado. De repente se vuelve y me ve. Se acerca, me abraza, me pregunta si estoy bien. Me echo a llorar desconsoladamente. Le digo que he perdido un zapato y el bolso Me ayuda a buscarlos (estaban escondidos detrás de la estantería). Salimos. La señoras se disculpan por el comportamiento de su compañera, me dicen que vuelva cuando quiera. En la calle hay un atasco enorme. Francis me saluda desde lejos, me hace señas (a mi lado está Farfán, pero me da vergüenza saludarlo después de tantos años). Salvatore va en uno de los coches. Le pregunto si ha visto a Alberto. Dice que está en una conferencia sobre Schopenhauer.

funda de guitarra

lunes, 27 enero 2025. Voy en un autobús. Va completo. Al fondo hay unos turistas con muchas maletas, incluso una guitarra en su funda rígida. En cada parada se van bajando hasta que quedamos solo cuatro pasajeros. Miro al fondo y se han dejado el equipaje y la guitarra. Pienso si lo habrán hecho a propósito y será peligroso, pero no digo nada para ano asustar al resto. El conductor cambia de rumbo, se mete por calles que no conozco. De repente para y se sienta en el pasillo del bus a llorar. Dice que no se sabe el recorrido, que mintió en la entrevista diciendo que era conductor. Mientras lo consolamos miro el equipaje al fondo. Por una parte pienso que deberíamos salir de allí cuanto antes, por otra que llegaré tarde a casa de mis padres y por otra, no sé si ofrecerme a conducir yo.

trivial

domingo, 26 enero 2025. Voy con dos o tres personas por la calle. Avenidas con varios carriles donde se pasa de un barrio elegante a uno muy desfavorecido (ya he soñado alguna vez con esta ciudad, pero no sé qué ciudad es). Buscamos una parada de autobús. Les cuento, por hablar de algo, que ese camino suelo hacerlo a pie para ir al dentista. De repente estoy entrando en un bar muy desangelado con muy mala luz (se parece al comedor del que fue mi colegio). Al fondo están algunos amigos preparándose para jugar al Trivial. Me siento entre Francis y otro tipo que no conozco. Empiezan a llegar más y más personas que no conozco y van apiñándose alrededor de la mesa hasta el punto que tengo que separar mi silla para que quepan. Quedo en segunda fila pegada a la pared. En ese momento me llama mi hermana, dice que mi padre se ha caído. De repente estoy en el dormitorio de mis padres. Mi hermana está en la silla de ruedas con mi padre sentado sobre sus piernas (con aspecto desmadejado; no sé si está vivo o muerto). ¡He conseguido levantarlo sola!, me dice muy contenta.

cubeta

sábado, 25 enero 2025. Estoy en casa de mis padres. Llama mi tía E para decirme que se ha caído y está sola. Mi madre se entera (no sé cómo porque está en la cama durmiendo) y se acerca a mí con una bastón muy tosco que parece sacado de El hobbit. Ve a ayudarla, me dice. Entro en el ascensor pero de repente estoy en la cubeta de una camioneta. En la cabina van un tipo y una chica joven. Discuten. No sé si voy en una ambulancia rústica. Llegan a la autovía, entran por un camino de tierra, damos muchos saltos y temo caer fuera. Volvemos a la autovía. Hacemos el mismo recorrido varias veces. No comprendo qué hacemos porque mi tía vive en el segundo y mis padres en el cuarto piso.

inalámbrico

jueves, 23 enero 2025. Suena el teléfono (aunque no es nuestra casa ni nuestro teléfono, un inalámbrico enorme sacado de una película de ci-fi). Lo coge Alberto pero no le sale la voz. Le digo que hable más alto. Oigo a un teleoperador decir algo sobre una mercería. Alberto le dice que no nos interesa, que no le gusta que llamen a casa para vender cosas. Oigo como el chico se echa a llorar. Le digo que me lo pase. Hablo con él, me cuenta que no ha tenido otra que trabajar de eso. Le digo que él no tiene la culpa, que es la sociedad la que ha fallado, que su generación es la más preparada, que nosotros a su edad no hacíamos nada, no viajábamos, no hablábamos idiomas. Parece que se calma. Según le voy hablando su voz se va pareciendo cada vez más a la de Andrés.

portal

miércoles, 22 enero 2025. Me despiertan unos ruidos. Para salir del dormitorio tengo que pasar por una ranura muy estrecha porque alguien ha movido el tabique. Dos albañiles se asustan al verme (llevo un camisón y un gorro de dormir tipo Scrooge). Han quitado la puerta de casa, están pintando el rellano y la escalera. Han pintado respetando unas flores. Les pregunto si esos frescos estaban ahí. De toda la vida, me dicen. No entiendo nada. De repente estoy entrando en el portal. Tiene dos puertas de barrotes de hierro y están abiertas (les falta el cristal). Las cierro. Intento abrir el buzón con la llave del que fue mi diario. Aparece Carmen (que no vive allí) con unas vecinas. Le explico lo que me pasa. Le digo que los albañiles se dejaron la puerta abierta toda la noche. Nadie me presta atención.
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Estoy en casa de mis padres. Mi tía M llama por teléfono y se queda callada. A ratos la oigo llorar. No sé cómo consolarla. Le digo a mi madre que le hable. Mi madre hace un gesto con la mano de "paso". Mi sobrina Nadia llega dando vueltas como una bailarina. Se ha cortado el pelo y teñido de rubio platino. ¿Te gusta mi nuevo pelo morado? ¿Morado? Nadia se mira al espejo y se echa a llorar. Le digo a mi prima Elisa que hable con mi tía. Me hace un gesto de "tengo mucha prisa" y desaparece con nadia.

reformas

martes, 21 enero 2025. Estoy en un restaurante con los amigos. Han pedido de postre tarta de queso. Se la traen entera y es muy grande. La cortan en cuatro pedazos. Les digo que no quiero. Salvatore me vuelve a preguntar antes de servirse el último trozo. Nada. No sé por qué estoy de mal humor. Se levantan y se van. Tú pagas, me dicen. Al rato bajo por unas escaleras algo mugrientas (no pegan nada con el resto del local) a un sótano de donde sale música. Todo está muy oscuro. Me parece ver la silueta de un tipo con guitarra. Me quedo quieta por si choco con él. Al rato la vista se me hace a la oscuridad y veo la silueta de Alberto al fondo, haciéndome señas. Me acerco. Las luces se encienden. Una señora me da las gracias por ponerme sus cosas (dice señalando un broche que llevo; el broche no era suyo, era de marina). Salgo del antro y estoy frente a la casa de mi bisabuela. Una señora me dice que ella conocía a la dueña y me da un nombre que no coincide en nada con nadie de mi familia. Le digo que soy la bisnieta, que la casa se vendió y la reformaron entera por dentro. ¿La cocina ya no tiene las losas rojas? No, todo muy moderno. Unos pasos más allá veo un montón de basura apilada, me acerco, han tirado juguetes casi nuevos. Me lo llevaría todo, pero elijo una caja con varios ositos polares y un sobre con letras plateadas del tamaño de una uña.