piscinas

miércoles, 5 noviembre 2025. Estoy en una mesa muy larga. Todos comen. A mi lado está Pablo. Le digo algo (no recuerdo qué) y responde, ¡ojalá! Me levanto y voy a buscar a su hija (de repente es un bebé). Paso por las cocinas de lo parece un hotel. Paso por un jardín con piscinas y fuentes (ya he soñado otras veces con este sitio). Se supone que tengo que encontrar a la niña antes de que llegue alguien (no recuerdo quién). Hay cierto tono de misterio durante todo el sueño.

yogures

lunes, 3 noviembre 2025. Mi tía M llama por teléfono. Responde mi hermana. Le grita (cree que soy yo quien está al otro lado) porque no le he comprado los yogures que me encargó. Mi hermana no entiende nada. Desde donde estoy le digo que es mi hermana quien está al teléfono, no yo, y que deje de gritar. De repente estamos en casa de mi abuela. Mi tía M y yo salimos con las luces apagadas para que mi tía E no se dé cuenta de que nos vamos. De repente estamos en la plaza de Santo Domingo y vemos a mi tía E en la terraza de un bar leyendo y tomando apuntes de lo que lee.

mis mentiras punto com

viernes, 31 octubre 2025. Es mi cumpleaños y tengo que buscar mis regalos por la casa. Miro por todas partes, desmonto una silla y debajo de un doble asiento creo encontrar una pista, pero solo es una pieza más. Alberto y Pablo están en el sofá mirando cómo busco. Pablo dice que no es tan ingenioso, que no espere nada de su parte. Encuentro el regalo de Alberto (no recuerdo qué), me gusta mucho, lo abrazo y le doy un montón de besos.
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Llego a un teatro, subo al piso de arriba. Antonio está de pie pegado a la baranda, entusiasmado, mirando el espectáculo. Una señora mayor recita poemas mientras hace contorsiones dignas del Circo del sol. Antes de que termine, Antonio dice que nos vayamos porque no quiere saludar a nadie. No puedo creerme que este con él. Para comprobar que no es una alucinación cojo su vaso de cerveza vacío, lo miro de cerca, veo que es real porque todavía está húmedo, y lo dejo sobre una mesita.
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Voy hacia el antiguo CAC. Hay coches y camiones aparcados como cuando era el Mercado de mayoristas. En la puerta hay una señora uniformada, tumbada en el suelo con una tabla de madera celeste con forma de paleta a modo de gola. La cabeza le asoma por el agujero. Le pregunto si sigue la exposición de Ouka Leele. Que no, pero que hay otra que no está mal, dice sin convicción. Le pregunto si está incómoda, si quiere que le lleve un cojín para la espalda. A todo se acostumbra una, dice. Entro. La sala está llena de gente bailando. Cerca de la puerta veo bailar a Antonio con los ojos cerrados. Es muy extraño porque la nariz le crece y le decrece mientras baila. Me acerco sin que se dé cuenta y veo que escribe una carta apoyado en la barra. Es una carta de agradecimiento. Le dice a alguien que  le ha gustado mucho (no recuerdo qué) y que siempre podrá contar con el. Firma con su nuevo correo: antonio@mismentiras.com.

nuevos amigos

jueves, 30 octubre 2025. Voy por la calle con la gati de mi hermana en los brazos, como si fuera un bebé. Alguien me pregunta por qué la he sacado de casa. le digo que quería que viera mundo, que en toda su vida solo ha visto cuatro paredes. La pongo en el suelo, pero se asusta. La abrazo, me araña.
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Estamos en casa de un amigo de Alberto. Su mujer está en la cama con una toalla en la cabeza tiñéndose el pelo. Esperamos. Llega peinada de peluquería. Le hablo de mis canas rebeldes en las sienes. Ella me enseña las suyas. Ambiente artificial/cordial. Él nos sirve un cuarto litro de ginebra en vasos enormes. A mí solo un dedo, digo (por no decir que jamás bebo ginebra) y al alargar el brazo lo derramo. Alberto coge lo primero que ve (un chal) para secar y todos gritamos, ¡Nooo! Oímos a un bebé. Está a punto de caer de la cama. Cabe en la palma de la mano. He aprendido en vídeos japoneses cómo hacer una cama de su tamaño con una toalla, digo. Me dan un pañuelo, pero no me sale bien. La mujer dice que quiere organizar una fiesta, que le encanta organizar fiestas. A mí me gusta imaginar cómo queda después la casa (mesas con copas vacías y desordenadas), pero solo imaginar, no me gusta organizarlas, digo. Se ríe. De repente estamos en nuestra casa y me fijo en que el parqué está quemado. También dice que tenemos que apuntarnos juntas a un gimnasio. De repente todos están vestidos con ropa deportiva, incluso Alberto. De repente estamos en la casa de mis padres. Todos en el descansillo equipados (incluido el bebé), esperándome. Intento llamar a mi hermana para decirle que no estaré en casa, pero el móvil no tiene teclas. Voy apagando luces. Alberto vuelve a encenderlas (han cambiado la puerta por una de cristal y quiere que crean que estamos dentro; también deja encendida la tele). La puerta tiene dos cerraduras y dos llaves planas muy raras. El ascensor (también nuevo) es una jaula con barrotes de colores tamaño ataúd. Bajamos de dos en dos. Pregunto al amigo si hay un sitio donde pueda leer mientras nadan. Hay, pero me advierte que su mujer ha reservado dos horas. Nunca me aburro, digo y le enseño La experiencia de Sergi Puertas y una libreta.

cuchillo jamonero

martes, 28 octubre 2025. Estoy en una entreplanta con poca luz. Repaso un texto que alguien me ha pasado. Le digo que es demasiado retórico, que deberías decirlo todo con menos palabras. Por ejemplo, usas cinco palabras para decir "pila", le digo. Es que es una pila bautismal, dice. Pues dos palabras, ni una más. Otro chico me mira desde el fondo, se ríe y se acerca. Critica que sea tan dura (se supone que es traductor). Podrás vengarte de mí cuando leas el poema que he traducido al francés, le digo medio en broma. Abro el bolso para guardar algo y marcharme, y veo que un sándwich vegetal que llevaba lo ha mojado todo. Lo tiro a un a papelera. En la papelera hay seis cuchillos, pienso que son de usar y tirar, pero son metálicos. Se lo digo al chico, se acerca y mira. Una chica viene corriendo, rebusca en la papelera y saca un cuchillo jamonero eonorme. Temo que quiera clavármelo. Corro escaleras abajo. Desde la calle, me vuelvo por si el chico se ha asomado a la ventana a despedirme. Veo su silueta, pero como no llevo las gafas puestas no sé si me saluda.

cuadrícula

lunes, 27 octubre 2025. Vamos en coche. Alberto ve una plaza en cuesta donde han dibujado una cuadrícula con tiza. Me hace un gesto y le digo que sí. Bajamos para verla de cerca. En cada cuadrícula hay, de repente, un silla (cada una distinta a la otra). Nos sentamos. La tranquilidad se acaba cuando empiezan a llegar mujeres y niñas. Van arregladas como para una fiesta. Le pregunto a una de ellas qué son las cuadrículas. Me explica algo sobre un santo y señala a una niña que dibuja algo en el suelo, entre las sillas. Una chica se me acerca con un perrito en los brazos. Está preñada, me dice con cara de felicidad (lo dudo porque es un cachorro). Me lo pone en los brazos a pesar de decirle que no quiero cogerlo. Temo que se me caiga porque es muy pequeño. Le noto una gran barriga y dos corazones latiendo. Se lo devuelvo. Efectivamente está preñada, le digo.

broche

domingo, 26 octubre 2025. Entro en casa de mis padre y ya estoy sentada en una silla de tijera. Un perro salta de un lado a otro pasando por encima de mis piernas (sin rozarme).
Llevo el broche plateado enorme con forma de rosa (el que me regaló mi cuñada). Una señora se acerca y me dice que es un broche precioso, que nunca ha visto nada igual. Me lo quito y se lo pongo en la solapa de su abrigo.

a dos manos

sábado, 25 octubre 2025. Entro en casa de mis padres y, en vez de salir a recibirme la gati, salen dos perritos peludos muy monos. Se tumban para que le rasque la barriga. Rasco a cada uno con una mano. La gati me mira desde lejos con cara de pocos amigos.

viento

viernes, 24 octubre 2025. Hace mucho viento. Mi madre y yo recogemos a toda prisa la ropa tendida. Mi madre desde la ventana de la cocina, yo desde la ventana del que fue mi cuarto. Voy quitando pinzas sin darme cuenta de que la ropa va cayendo al vacío. Mi madre, en vez de regañarme, se ríe.
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Me despierto. Una chica muy seria con una bata blanca me dice: Todo lo que has soñado ha pasado. No sé si primero fue el sueño y después los hechos, o al revés.

de tiendas

jueves, 23 octubre 2025. Entro con mamá a una tienda muy sofisticada. La ropa está colgada de manera que hace un recorrido como en un museo. Están especializados en prendas que normalmente no serían de cuero (blusas, camisetas, incluso ropa interior). Una señora se prueba una falda de vuelo. El cuero es tan fino que flota. Le digo con un gesto que cuando camine se le irá subiendo. Llegamos a una zona de complementos. Hay abanicos de tela semitransparente desflecados por el borde. También hay sujetadores a juego. Mi madre quiere regalarme uno. Le digo que no me gustan, aunque no estoy segura de si me gustan.

abrigo blanco y autobús descarrilado

miércoles, 22 octubre 2025. Estoy en la parte más alta de un cine antiguo con varios niveles. Huele a humedad, a antiguo. Los asientos son de espuma roja gastada. Proyectan una película de Truffaut (ayer vi un documental sobre su vida). Cada dos minutos encienden las luces para que el público aplauda cada escena. Me canso, me levanto y salgo a la calle por un ventanuco que da a un andamio. Veo a Virginia a lo lejos. Empieza a llover. Le digo que entre conmigo al cine para que no se le moje su abrigo nuevo (me envió ayer una foto con él puesto). Subimos por el andamio y entremos por el ventanuco. Todo sigue igual. Virginia me mira con cara de, "¿pero dónde me has traído?".
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Estoy en la terraza de un restaurante con la familia Cabezón Beltrán (se supone que estamos en Uruguay; la mesa a ratos es mesa, a ratos el capó de un coche enorme descapotable). El camarero se acerca y, cuando vamos a pedir, estornuda y se va. Ellos están de espaldas a lo que sucede, yo de frente a la entrada del bar. Veo cómo el camarero y dos chicas se quitan los delantales y cierran. Ariadna se ha puesto a hacer equilibrios sobre unos raíles que hay junto a la mesa-coche. Le gritamos que se baje, que es muy peligroso. Pasa de nosotros. Se baja en el último instante antes de que llegue el tren. El tren es un autobús muy largo. Aprovecho y me subo porque es muy tarde y he quedado con Alberto. De repente el autobús está en Málaga y entra en calle Fernando el Católico. Pienso que no tendrá espacio para dar la curva. Así es. El conductor se baja llorando. Entra una conductora e intenta maniobrar hacia atrás. Vamos a ir marcha atrás hasta Mangas Verdes, dice un pasajero y todos ríen la gracia. Yo estoy de mal humor porque voy a llegar tarde, así que me bajo en marcha (el autobús se ha convertido en un tren de juguete), tomo el autobús (ahora tren) entre los dedos y me lo llevo a casa. En casa dibujo el recorrido de las calles sobre la alfombra del comedor y coloco el tren con cuidado para que los pasajeros no se lastimen. Hago el recorrido maniobrando con cuidado mientras pienso dónde estará Alberto. Con una mano muevo el tren, con la otra lo llamo por teléfono. Alberto está enfadado, dice que no aparecí y se fue. Le explico que un autobús ha descarrilado y lo tengo en el comedor. Alberto dice que es la peor excusa que ha oído nunca. Ya sé que es un sueño dentro de un sueño, pero tengo que acabarlo para que todos los pasajeros puedan despertar en sus casas, le digo.

pelo imantado

martes, 21 octubre 2025. Estamos en casa con toda la familia. Esta oscureciendo. Estoy cansada y digo si nos vamos a dormir. Alberto dice que ha quedado con Jane. Me asomo desde la terraza y veo a una chica esperando. Tiene la melena perfecta. Mientras espera juega a piola con unos niños. Me miró al espero. Mi pelo está mal cortado y tieso. Si lo toco se eriza como las virutas del reloj de arena que me regaló ayer Sora. De todos modos bajo con mi prima Elisa. Han llegado varias amigas de Jane. Hablan en francés, pienso, para que yo no me entere de qué dicen (no saben qué hablo francés). Elisa me hace una seña. Volvemos a casa. Mientras ponemos la mesa, un tipo (supuestamente novio de Elisa), me dice que él sabe cosas, pero no puede decírmelas. Seguimos poniendo la mesa en silencio.

moqueta

sábado, 18 octubre 2025. Estamos en una habitación de hotel y queremos irnos a la cama, pero nuestra sobrina nieta está dentro viendo la tele. Pienso que mejor no molestarla, así que nos tumbamos en la moqueta. Veo que en la tele hay un concurso en el que participa mi sobrino Abel. Todos llevan capucha, no se les ve la cara. Alberto me pregunta cómo lo he reconocido. Es el que corre como un pato aunque no tenga los pies planos, le digo.

sólo un momento

lunes, 13 octubre 2025. Le digo a mi madre que me gusta mucho cómo tengo el pelo ahora (largo y espeso), pero creo que voy demasiado clásica. Levanto la melena por la mitad y le digo que la corte, pero no quiere. Entro en una galería bajo un edificio. Hay una tienda de gominolas, mantecados, juguetes y calcetines. El dependiente se acerca muy lentamente y me pregunta si necesito ayuda. Le digo que voy a comprar regalos de navidad para mis sobrinos y me haga varios paquetes. De todo un poco, le digo. Mientras está poniéndome las chucherías y los calcetines en paquetes de celofán, me dice que se acuerda de mí, que me ha crecido mucho el pelo. No sé de qué me conoce, pero me hace ilusión que me recuerde.
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Etoy en una plaza, es de noche. Parece que va a haber una verbena. Me acerco a dos chicas y les digo si conocen al grupo que va a tocar. No. Se llama Sólo un momento y tienen una canción que me encanta, les digo. Se la canto. Cuando llego a la parte que dice: "oú, vieo, no vea habe" me miran con cara de estupefacción. Una de ellas es Maricarmen Laporte (estaba en mi clase en 1°BUP). Tú tienes que conocerla porque la letra la escribió tu hermano, le digo.

ese

sábado, 11 octubre 2025. Veo una película donde instruyen militarmente a unos niños. Todos van uniformados, hasta un bebé de menos de un año. Desfilan hasta salir de la pantalla. Me aburro y salgo al jardín. Se supone que es la casa de Mesa Toré. Están metiendo tomates en cajas. Las cajas tienen la tapa transparente. Le pregunto qué va a hacer con ellos. Tirarlos. Abro una caja y son tomates cortados a gajos flotando en agua. Pruebo uno y no sabe a nada. Le digo que yo me encargo de reciclarlos, que los tomates irían a un contenedor y las cajas, al ser mixtas, a dos distintos. Un tipo alto llega y me pregunta cómo fue eso de traducir a una poeta francesa. Se lo cuento y les doy a cada uno un pliego de poemas. De repente Mesa Toré se enfada muchísimo, dice que me he referido a él como "ese". No recuerdo haberlo hecho, pero le pido disculpas. Hay confianza, dice el tipo alto, no vamos a nombrarte con nombre y apellidos cada vez que hablamos. Nada, desaparece ofendidísimo. Le digo al tipo alto que me voy a mi casa, que no soporto más que tiren comida y ver a tantos niños desfilando. El tipo intenta retenerme enseñándome una escultura de latón. Le da golpecitos con el pie para que resuene. ¿Quieres que te enseñe mi colección de postales?, por que no sé si lo sabes, pero más que escribir lo que me gusta es la pintura. Dice que no quiere verlas y se tumba en una hamaca.
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Se supone que estoy en un hostal. Me cepillo los dientes. Cuando voy a escupir mi tía está desmontando el lavabo. Intenta recolocarlo, lo pone del revés y lo cambia varias veces de posición porque no atina. No quiero mantener más tiempo el agua sucia en la boca y la escupo por el balcón. Protestan desde la calle. ¡Yo sé quién ha sido!, oigo gritar. Pienso que ya no podré salir de esa habitación nunca más.

museo

viernes, 10 octubre 2025. Estoy en el antiguo dormitorio de mi tía M en casa de mi abuela (cuanto todavía tenía un arco que daba al salón comedor, en vez de puerta). Busco la dirección de Sora en una agenda muy pequeña. No entiendo mi letra. Se apaga la luz y se enciende la lamparita que hay junto al sofá. Como si estuviera haciendo algo malo, corro a la cama y me tapo hasta la cabeza para que crean que duermo. Es Alberto. Menos mal, le digo. Dice que va a salir a pasear. Salgo de la cama y voy con él. Lleva pijama y batín. Yo voy desnuda, con el camisón arrugado y sujeto delante del cuerpo. Estamos en el paseo marítimo. Algunos pescadores sacan el copo. Está muy oscuro, así que me coloco bien el camisón sin miedo a que me vea nadie. De repente es de día y estamos en el Jardín de los Monos. Hay mucha gente en la parada del autobús. Me parece reconocer a Javier. Subimos. Los asientos están muy pegados unos a otros y nos molestan las piernas. Alberto quiere levantarse pero no puede. Finalmente nos bajamos. Un chico baja detrás de nosotros, se acerca, saluda. Es Javier (no se parece en nada). Le digo que no lo había reconocido, si se ha hecho algo en el pelo (lleva el pelo casi en cresta y muy oscuro). Estamos en una habitación vacía y  nos acercamos a un pequeño lavabo que hay en un rincón. Bebemos como si fuéramos animales. Alberto intenta quitarle algo del cuello a una chica gorda y bajita. ¿Qué era? Una garrapata, dice. Es que tengo pulgas, dice la chica. La miro con asco. Dos azafatas nos dicen que es la hora y nos ponen unos auriculares (se supone que estamos en un museo). De los auriculares sale una pajita. Una de las azafatas me la mete a la fuerza en la boca por más que le digo que no quiero beber nada. Salimos a la calle para cruzar a otro edificio. En el hall, Caína se queja de que alguien le debe dinero. Pablo llama a alguien por teléfono y dice que ya lo ha solucionado. El portero del museo se acerca a la pareja de Pablo y le retuerce el brazo. Después agarra a Caína por el cuello y le estampa la frente en la pared. Caína cae al suelo inconsciente. Corro hacia ella. El portero le pone un sombrero y me la entrega como si fuera un saco. Dice que a partir de ahora no le reclamemos dinero a nadie. Nos vamos a urgencias, le digo y cargo con ella. Al salir a la calle, la calzada tiene un enrejado por donde podemos caer. Tenemos que dar un rodeo para llegar hasta el río, a la altura de Comisaría. Intento parar a un coche de policía pero pasa de largo. Intento para un taxi, pero me enseña un cartel de cartón donde ha escrito algo que no llego a leer.

equinoccio

jueves, 9 octubre 2025. Tengo unos papeles delante, sobre una mesa muy tosca de madera hecha con tablones. Me fijo en que los papeles son una quiniela rota. Intentó montar el puzzle y copiarla en un papel para mirar los resultados. Todos son equis. Pienso en la palabra equinoccio. Pienso en la palabra equino. "Nada que ver", escribo en uno de los trozos de papel.

fotos de mermelada

miércoles, 8 octubre 2025. Marcos y yo estamos en una habitación decimonónica. Hablamos muy bajito para que no nos oiga nadie. Como pensamos que nos pueden espiar por la ventana, en vez de cerrarla nos metemos en la cama y nos tapamos hasta la cabeza. Alguien se asoma y pregunta cuándo empieza la fiesta. Nos miramos y pensamos que no ha servido de nada tomar tantas precauciones. La habitación se va llenando de personajes extraños, parecidos a los de la serie Fantasmas. 
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Tengo delante un móvil enorme que ocupa casi toda la mesa. Abro la galería e intento borrar fotos. Las marco, le doy a papelera, pero no se borran. Tengo que pasar páginas (el móvil tiene páginas) para pulsar otra papelera. Me extraña que muchas fotos sean de cantantes de pop coreano. En otra página hay fotos de postres, pero los postres son en 3D y se pueden comer. Mi madre mete el dedo en cada uno y los va probando. Le regaño. Dice que no pasa nada y vuelve a comerse la mermelada de cada dulce que ve. ¡Eres diabética!, le grito.

mi querido bill

martes, 7 octubre 2025. Estoy en una azotea. Hay un grupo charlando. No participo. Un tipo me pregunta si no me aburro. Le hago un resumen: él practica gallego con su hermano porque va a prepararse unas oposiciones, la luz sobre el pelo de la chica es preciosa y ahí han puesto columpios (sobre otra azotea). Se asombra de que me haya fijado en todo eso porque parecía estar en otro mundo, dice. Dos de ellos se suben al muro. Les digo que tengan cuidado. Uno de ellos es el actor Bill Nighy. Hace el tonto y cae delante de nosotros. Le pregunto si puede mover los pies y las manos, si le duele algo. Dice que nada y se ríe. Mantiene su elegancia innata. Nos vamos a urgencias, le digo. Uno dice que va a por el coche. Yo cargo con Nighy. Al llegar a la calle no hay nadie (parece Londres). Entro a buscar ayuda en un museo, pero es un laberinto. Le digo a dos visitantes que me ayuden, pero hacen que no me entienden (a pesar de hablar español) y se escabullen. A estas alturas Nighy está completamente inconsciente, me pesa cada vez más, se me cae hacia atrás. Me asomo a una ventana y grito ¡Help! muchas veces seguidas, pero nadie me hace caso.

luna de miel

lunes, 6 octubre 2025. Llegamos a la boda de Raquel y Federico. Nos cuesta encontrar el sitio porque es en unas naves enormes en mitad del campo. Me llama la atención lo blancas y nuevas que parecen las naves.. No sé si las han pintado para la ocasión. Resulta que es una de esas bodas múltiples. Hay más de cien parejas para casarse (cada una con sus invitados). Comenzamos la búsqueda. Entramos en la primera nave. Alberto está cansado y se sienta en uno de los bancos de atrás. Inmediatamente un perro se le sube para jugar. Le digo que ni lo toque porque si no el perro nos perseguirá todo el día y acabaremos llevándonoslo a casa. Unas señoras nos miran mal, pensando que hemos llevado un perro a misa (la nave por dentro es una iglesia barroca). Seguimos buscando. Alguien me dice que perdemos el tiempo, que ya se han casado y están camino de su luna de miel en Nueva York. Bajo a toda prisa un terraplén que da a un camino de tierra y veo pasar su coche de largo que, como en las películas, deja atrás una enorme polvareda.

la fiesta final

domingo, 5 octubre 2025. Descampado cerca del mar. Oeste está apoyado en un coche grande blanco (un modelo de los años 70) como si estuviera esperando a alguien. Paso con dos niñas de la mano para dejarlas en un edificio bajo que hay detrás. Lo saludo con la cabeza. Después te voy a ver, dice.
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Bajo al portal de la casa de mis padres. Los buzones están cambiados de sitio. No tengo llave e intento sacar lo que hay dentro metiendo los dedos. Cada vez que lo hago aparece alguien y disimulo, vayan a creer que estoy robando el correo.
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Estoy en una especie de chiringuito decorado como si fuera Hawaii. Hay muchas mesas largas de madera. Se supone que estamos en un congreso de poetas. Desayunamos cada uno en una mesa y hablamos a gritos entre nosotros. Una chica me tira los tejos (a gritos) y el resto se ríe. Le digo que quién sabe, que habrá que esperar a la fiesta final. Después alguien hace un comentario, y yo le respondo algo tan gracioso (no recuerdo qué) que acabamos todos en el suelo a carcajadas.

azufre

azufre sábado, 4 octubre 2025. Alguien me dice que tengo que cenar antes de media noche porque si no la sopa sabrá a azufre. 
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Estoy delante de la barra de un bar. Detrás de la barra hay una pista de hielo y una pantalla enorme. Jurdi se me acerca. Me susurra al oído que la película que van a poner ya la ha visto, que es una porno y que en una de las escenas aparece el pubis de una chica pero que era tan raro y feo que no supo si era de verdad un pubis o un caballo. Lo miro asombrada. Cuando lo veas ya me dirás, dice. Un tipo con mala pinta le hace una seña a la chica que está a mi lado, ella se levanta sin ganas y, al entrar en la pista de hielo, el hielo se transforma en agua. Comienza la película, pero no en la pantalla, dentro del agua. La chica se ha dejado el pubis sobre la barra de bar y, efectivamente, parece un caballo.
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Llueve y entramos en un bar decorado como una cabaña de paja. Dentro llueve más que fuera. Me voy quitando la ropa y la retuerzo para sacarle el agua. Llevo el último libro de Carles. También se ha mojado. Lo abro. Pienso que al tener forma de acordeón se secará antes. Aparecen Elisa y Andrés. Salimos del bar. Elisa dice que se ha comprado una moto para llevar a mi madre al médico. No digo nada, cosa que ella interpreta como que no estoy de acuerdo y se enfada muchísimo porque dice que fui yo quien le dijo que tenía que solucionar los traslados al médico. No sé de qué habla, pero sigo sin decir nada. Andrés me pregunta cuál es el sitio más cutre donde hemos hecho lectura de poemas. Hago un repaso, pienso en bares pero ninguno me parece demasiado cutre.

cabra montesa

miércoles, 1 octubre 2025. Estoy en una habitación que parece un parque de bolas. Una pareja tiene un niño con unas orejas enormes. El niño me mira insistentemente y, por decirle algo, le preguntó cómo se llama. La madre me mira mal y se lo lleva. Hay un cuadro muy grande. Parece que el padre del niño espera algún comentario (quizá lo haya pintado él, pienso). Le digo que me recuerda mucho a un pintor, pero no me sale el nombre (un expresionista alemán). Él nombra a algunos pintores que no tienen nada que ver. No me da buena espina. Me alejo disimuladamente. Detrás de un poyete de obra (es todo muy precario), hay una tele antigua donde alguien ha puesto un vídeo en el que se ve a mi tía M pintando un retrato. Mi prima Elisa hace de modelo (es una niña; lleva un camisoncito blanco). Pienso que podría ir parando el vídeo y hacer fotos para que mi tía lo viera, pero una señora apaga la tele de un golpe y dice que esa cinta es inmoral. Otra señora me lanza unos tacos de goma que esquivo como puedo. A partir de ahí me toca escapar de una masa que me persigue. Una chica dice que en esa isla tratan muy mal a los turistas y que me vaya cuanto antes. Corremos hacia el puerto, pero el barco ya ha zarpado. Llegamos a una zona alta donde, al parecer, llevan a los turistas diciéndoles que es un sitio típico. Los tumban boca abajo sobre la tierra con la excusa de hacerles una foto, les ponen encima una cabra montesa, les dicen que sonrían y, en ese momento, la cabra les da un cabezazo y los mata. La chica se queda espantada por qué no sabía qué eso pasara en su pueblo. Queda en shock cuando ve unos barracones con montones de cuerpos muertos y apilados, envueltos en lonas y cuerdas.

hojas amarillas

domingo, 28 septiembre 2025. Estoy en una salón de actos estrecho con bancos de madera (podría decirse que es una capilla). Alguien me dice si ya sé qué poemas voy a leer. No sé de qué me habla. Miro a mi alrededor y todo el mundo repasa unas hojas como si tuvieran que aprenderlas de memoria. De repente recuerdo que hoy era el homenaje a Cumpián. No llevo poemas ni bolso donde buscarlos. Intento salir del banco, pero estoy rodeada por ambos lados. De repente alguien desde detrás me pasa unas hojas amarillas con poemas. Cuando me vuelvo para darle las gracias es el propio Cumpián, que me guiña y se desvanece.

cama amarilla

jueves, 25 septiembre 2025. Estamos en una especie de covertizo. Voy señalando cosas: aquí había tal, allí cual, etc. ¿Qué es esto?, pregunto. Eso era mi cama, dice Cantos. Intento montarla (es una especie de hamaca amarilla). Cantos la extiende en el suelo (al tocarla ha pasado de rígida a blanda). La ponía aquí, la inflaba y dormía muy bien, dice. Salimos del cobertizo, es de noche, nos acercamos al coche para irnos. Salvatore me abraza y llora. Mi tío abandonó sus cosas en la otra orilla, dice entre lágrimas.

el monje asesino

miércoles, 24 septiembre 2025. Voy con Carlos Areces por la calle. Va muy serio y callado. No me atrevo a decirle cuánto lo admiro. Le pregunto si es verdad que escribe novelas y si me dejaría leer alguna. Dice que sí, pero que son muy serias y seguramente la gente crea que van a ser de humor, que ha publicado una de la vida de un monje asesino. Dice que quiere enseñarme algo. Entramos en un patio de vecinos con muchas macetas. De repente desaparece. Pienso que no le he dicho que tengo un montón de fotos de niños y niñas de comunión y que quería dárselas. Me doy cuenta de que llevo un libro suyo en la mano. La cubierta es de papel de seda morado que se va haciendo cada vez más grande hasta el punto de tener que hacerlo una bola y tirarlo. El libro es una novela de Areces.
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Mis tías están dentro de la bañera de mi casa, sentadas en el borde mirando hacia la pared. Se supone que están enfadadas conmigo por algo. Les digo que es una tontería enfadarse porque tenemos que seguir viéndonos queramos o no.
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Buscamos un bar para tomar algo. Hay uno en una plaza con algunas mesas vacías. Un niño de unos doce años me dice que tienen buenas tapas y que la mesa de dentro está muy fresquita. Se lo digo a Alberto pero elige una en la acera, la más alejada del bar. Pienso que el pobre niño tendrá que dar largos viajes para servirnos. De repente estamos en otra mesa con dos tipos (se supone que son amigos de Alberto), les han servido jarras de cervezas y a mí vino Oloroso. Nos dicen que la especialidad es el brócoli. Preguntamos si hay algo más. Que no. Pues brócoli para todos. Les pregunto qué iremos a ver mañana (se supone que estamos en otra ciudad). Los dos tipos dicen que tienen que irse a sus casas. Alberto dice que él también tiene plan, volver a casa e ir a nadar. Me siento totalmente decepcionada. En ese momento pasa el niño por la acera, que ya vuelve a su casa. Se gira y me saluda con una sonrisa enorme. Levanto el brazo y lo saludo felicísima.
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Estoy en la terraza de la casa de mis padres. Se supone que tengo que llevar a mi tía E al médico, pero no quiere ir. Se lo estoy contando a mi hermana para que me eche una mano, pero dice que ella ya ha quedado. Suena el timbre de la puerta. Cuando voy a abrir suena el teléfono. Pienso que es Andrés, que como no le he abierto a tiempo, me está llamando. Cojo el teléfono y, efectivamente, es Andrés. Le digo que ahora le abro, pero me dice que está en su casa, que solo llamaba para charlar. Le digo que tengo que abrir la puerta, que estoy muy liada. Al ir a la puerta, veo que está abierta. Abro del todo. Es mi tía E (parece muy joven). Le pregunto por qué no ha empujado ella sola la puerta, si ya estaba abierta. Dice que no quería molestar. Entra directamente en la cocina, abre el grifo y se sirve un vaso de agua.

pircing

martes, 23 septiembre 2025. Estoy en casa de mis padres. Han organizado una comida. Han puesto dos mesas en L. En un extremo está mi cuñada con sus hijos. Voy al cuarto de baño. Está sucio y el techo roto. Pienso que me da vergüenza que alguien entre y lo vea. En ese momento empujan la puerta (tampoco hay pestillo), la sostengo con el pie. Es mi sobrino Diego. Dice que necesita mi ayuda. Abro la puerta y el cuarto de baño se transforma en un descampado. Quiere que le quite un pircing para que no se le enganche al comer. Lo tiene en la oreja, arriba del todo, y lleva una cadena hasta el labio. Intentó quitársela sin hacerle daño. Le pregunto si le duele. Dice que no me preocupe, que él se la quita todas las noches antes de irse a dormir.

frutas naranjas

sábado, 20 septiembre 2025. Estoy en el comedor de la casa de mi abuela. He preparado la mesa con muchos platos distintos porque viene Joan a cenar. Come con ganas. Le digo si quiere postre, pensando que me dirá que no. Hace un gesto de, eso ni se pregunta. Voy a buscar qué hay. En un mueble del pasillo (es la primera vez que lo veo), hay un flan, dos tarrinas muy pequeñas de natillas, un trozo de bizcocho. Lo pongo todo en una bandeja para que pueda elegir. Mi tía Paqui me llama desde el cuarto de estar. En la mesa hay restos de frutas, algunas no las conozco. Me cuenta algo supuestamente divertido y me río por compromiso para irme y no hacer esperar a Joan. De la mesa del cuarto de estar he cogido unas cuantas uvas y unas frutas naranjas con pinta de dátiles, que no sé lo que son. Cuando vuelvo al comedor le pongo la bandeja delante. Ha llegado Jorge. Les digo que elijan, que pueden comer todo lo que quieran. Eligen las frutas naranjas, que de repente se han vuelto muy grandes y me parecen muy jugosas. Pruebo una y no me sabe a nada. Después de las frutas cogen un trozo de pizza como si no hubieran comido en años. No entiendo nada.
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Vamos por lo que parecen los pasillos del metro. Llevo un cómic que he leído y no me ha gustado. Alberto me lo quita de la mano y lo pone en una estantería giratoria que hay en un puesto. La chica le llama la atención, él sigue andando. Le digo a la chica que si se lo quiere quedar y vender está como nuevo. Me dice que las cosas no se hacen así, que si lo quiero donar tengo que ir al piso de abajo. Le pido disculpas. Unos metros más allá Alberto se ha sentado en el suelo (no se parece en nada Alberto). Dice que no le gusta el hotel. Le digo que no tenemos por qué quedarnos, incluso podemos irnos ya a casa y olvidarnos de la lectura que hay por la noche. Dice que a la lectura sí podemos quedarnos. No estás en situación de elegir, le digo, a partir de ahora voy a decidir yo: baja recepción y dile a la chica que no nos podemos quedar, que nos ha surgido un imprevisto, mientras yo voy a recoger nuestras cosas, cogemos el coche y nos vamos a los Picos de Europa. Alberto se levanta del suelo y desaparece. Entro en nuestra habitación. Es una habitación minúscula y está llena de gente porque es una habitación compartida (ayer vimos un documental sobre micropisos). De repente todos se van, dicen que dejan la habitación solo para nosotros. De todas formas no me quiero quedar allí, los muebles están muy viejos y el cuarto de baño solo tiene un lavabo. Intento recoger nuestras cosas, pero lo único que hago es ponerme calcetines unos encima de otros. Alberto llega. Le pregunto si ha cancelado la habitación. Se encoge de hombros.

pañal

viernes, 19 septiembre 2025. Cuando voy a cambiarle los pañales a mi padre, veo que el anterior se lo han puesto sin lavarlo. Le digo que espere un momento, que no encuentro pañales limpios ni la hoja de reclamaciones.

dificultades

jueves, 18 septiembre 2025. Estoy en casa de mis padres y llego tarde al colegio. Busco mi ropa pero está toda tirada por el suelo del que fue mi cuarto. Tengo que llevar la comida, huevos duros, pero no encuentro un cazo para cocerlos. Mi hermana intenta ayudar pero me da un táper. Le explico que si pones un táper al fuego o sobre la vitrocerámica se quema. Me mira con cara de no entender. Voy de un lado a otro a toda velocidad metiendo libros y cosas en la mochila. Me va persiguiendo por toda la casa leyéndome las instrucciones de algo. Mi madre, que ya estaba levantada, se ha vuelto a acostar vestida (incluso lleva un collar de perlas). Veo que mi padre se ha levantado e intenta subir la persiana. Ha dejado el andador a un lado y temo que se caiga. ¡Que alguien ayude a papá!, grito. Entro en el cuarto de mi hermana. Detrás de la puerta, en el suelo, hay dos mochilas con llaves. Como no me da tiempo a buscar las mías me las llevo todas. Algo se mueve dentro de la cama de mi hermana. Es mi tía M (no sé qué hace allí), y me dice que no haga tanto ruido, que quiere dormir hasta el medio día. Miro el reloj, tenía que haber salido de casa a las 08:30 y son las 8:45. Dudo si abandonar y quedarme en casa, pero pienso que hace mucho que no voy al colegio. Salgo al descansillo, hay cola para el ascensor. Bajo las escaleras de tres en tres. Voy pensando que como hace tanto que no voy quizá hoy haya examen o vayan por una lección de la que no sé nada. Aprendo rápido, pienso. Al llegar al portal me doy cuenta de que llevo un perro pequeño blanco. El perro corre delante de mí y se aleja (la correa va extendiéndose). Pienso en si sería mejor parar un taxi para llegar a tiempo, pero creo que no llevo ni dinero ni tarjeta. Pienso en a quién le podré dejar el perro mientras estoy en clase, porque lo veo demasiado nervioso para que se quede quieto durante tantas horas bajo el pupitre.