desnudos estupendos y el capitán tapioca

jueves, 28 febrero 08. Alberto, mi hermana y su marido están en la terraza regando. Pienso que están desperdiciando mucha agua, pero no les digo nada. Al entrar en el salón, mi hermana me dice que está harta de ver mi estupendo ombligo. Me doy cuenta, entonces, de que sólo llevo puestas unas bragas. Me siento en el suelo, me las quito y le digo: Pues mucho más estupenda estoy desnuda. Al entrar al dormitorio, veo a Alberto en la cama, aunque sigo oyendo su voz en la terraza. No comprendo cómo puede estar en dos sitios a la vez.
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Leo en una revista una noticia: El primer hombre violado del mundo. Dos páginas con fotos en blanco y negro de una fiesta en la playa, donde se ve al chico beber y después tumbado bocabajo sobre la arena. La violación no se ve pero se intuye por los gestos del chico. Mientras leo las frases a pie de cada foto, se convierten en imágenes con movimiento. No entiendo cómo la gente que estaba a su alrededor no hizo nada por ayudarlo. Tiro la revista asqueada.
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Alberto, Eski y Caína van en la cabina de una camión, donde transportan una bombona de butano gigante. Le pregunto desde la acera si tiene permiso para llevar material peligroso. Me dice que no quiere verme cuando lleguen a la playa. Me acerco al coche de Pepe, donde Isa, Daniel y Ángeles están listos para marchar. Les digo que no iré a la playa. Intentan convencerme de que vaya con ellos, pero les digo que Alberto no quiere verme allí. Se van. Me siento en la acera y me doy cuenta de que no hay asfalto, sólo tierra. Se han llevado hasta el asfalto, pienso. Me he quedado en un paisaje color arena bastante polvoriento. Un chico vestido de Capitán Tapioca se sienta a mi lado y sin decir nada me pone unas medias sport del color del paisaje. A la altura de la rodilla me ata un lazo. Le pregunto por qué las adorna como si yo fuera una niña. No es un adorno, es un distintivo; ahora eres de los nuestros, dice.
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Al pasar por delante de una iglesia, veo que Odila y Camilo están en la puerta. Entro y busco un lugar para sentarme. Sólo queda sitio en la primera fila. Mi tía Mari está sentada justo en mitad del banco. Procuro sentarme lejos de ella y dejando un sitio libre a cada lado para que se puedan sentar Odila y Camilo. Odila pasa de largo, ni siquiera me saluda, y se sienta junto a mi tía, en el otro extremo del banco. La misa empieza y Camilo no ha entrado.