jueves, 10 julio 2008. En una tienda, pido al dependiente unos gramos de luz.
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Voy con Alberto por la calle. Me encuentro en la acera un billetes de 20 euros muy bien doblados. Al desdoblarlo se convierte en un fajo de euros y yenes. Entre el dinero hay un pasaporte sin datos, como si alguien lo hubiera arrancado a propósito. También hay un mapa de china. Alberto dice que nos lo quedemos porque es un barrio de traficantes. Yo le digo que es demasiado dinero, y que quizá sea de alguien como nosotros, que sólo pasaba por allí. Lo guardo todo en la funda de mis gafas.
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Dos niños prenden fuego a su casa y a ellos mismos. Los miro todo sin participar, aunque también estoy dentro de la casa. El padre de los niños dice que quiere hacer una foto del paisaje que se ve desde la cocina. Me asomo, es bastante triste, casas viejas amontonadas. Dice que le gustaría que la foto fuese en blanco y negro.
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Hemos quedado para comer con los amigos en un restaurante. Bajamos a un sótano decorado como un palacio. Pienso que ya he estado allí, pero no recuerdo cuándo. Los amigos no llegan, sólo una chica a la que no conozco y que se sienta a mi lado. Le digo a Alberto que se siente entre las dos. Mientras intento recordar cuándo estuve allí, oigo sus risas cada vez más fuerte.
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Voy con Alberto por la calle. Me encuentro en la acera un billetes de 20 euros muy bien doblados. Al desdoblarlo se convierte en un fajo de euros y yenes. Entre el dinero hay un pasaporte sin datos, como si alguien lo hubiera arrancado a propósito. También hay un mapa de china. Alberto dice que nos lo quedemos porque es un barrio de traficantes. Yo le digo que es demasiado dinero, y que quizá sea de alguien como nosotros, que sólo pasaba por allí. Lo guardo todo en la funda de mis gafas.
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Dos niños prenden fuego a su casa y a ellos mismos. Los miro todo sin participar, aunque también estoy dentro de la casa. El padre de los niños dice que quiere hacer una foto del paisaje que se ve desde la cocina. Me asomo, es bastante triste, casas viejas amontonadas. Dice que le gustaría que la foto fuese en blanco y negro.
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Hemos quedado para comer con los amigos en un restaurante. Bajamos a un sótano decorado como un palacio. Pienso que ya he estado allí, pero no recuerdo cuándo. Los amigos no llegan, sólo una chica a la que no conozco y que se sienta a mi lado. Le digo a Alberto que se siente entre las dos. Mientras intento recordar cuándo estuve allí, oigo sus risas cada vez más fuerte.