indecisiones

lunes, 28 julio 2008. Un chico con traje y corbata negra me acompaña a una fiesta. Hay tanta gente que nos cuesta subir al primer piso. El chico me dice que no beba nada, que va a llevarme a la mejor barra. La barra en cuestión no sirve bebidas, tras el mostrador hay un monje budista que me frota una pieza metálica en la cabeza. Después me da de beber un líquido pegajoso de un vaso también metálico. Le dice algo al chico al oído y nos vamos. Me ha dicho que no puede curarte, me dice el chico antes de desaparecer.
+
Voy cogiendo piedras del suelo. Algunas tienen forma de animales y me extraña. Sólo quiero llevarme una de recuerdo y no sé por cuál decidirme porque todas parecen haber sido manipuladas. De repente estoy en una clase vacía. Sobre la mesa hay trabajos manuales. Las clases han terminado y los trabajos son para tirar, así que decido llevarme uno. Me cuesta decidirme. Todos son demasiado infantiles. Hay plantillas para dibujar animales y figuras planas de barro que, pienso, pueden servir de salvamanteles. Alberto dice que no entiende que quiera llevarme esas porquerías a casa. Me decido por una figura de barro plana amarilla y circular que se parece a un pollo. Hay recortes de cartulina por todas partes y un dibujo en la pizarra que representa a un hombre desnudo, dibujando, tumbado sobre un montón de cáscaras de plátano. Tapo la pizarra con una sábana. Entre las páginas de un libro de latín encuentro dos pegatinas. Aparece Elisa que muestra un interés desproporcionado por ellas. Se las doy. Bajo la mesa hay recortes de revistas antiguas y tebeos desencuadernados. Intento meterlo todo en una bolsa para llevármelo. Mientras, veo pasar bajo mis pies una hilera de hormigas que transportan diminutos capullos de seda. Me quito un zapato, me calzo la mano y las piso.