puros, laberinto y fibromialgia

martes, 1 julio 2008. Estoy en un avión. El avión es una habitación con 8 asientos. En el pasillo, una mujer muy tosca abre mi maleta y la de Antonio Cantos y las revuelve. En la de Cantos hay papeles y en la mía, además de ropa, una caja enorme de puros que no sé de dónde ha salido.
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Paseo con Salud por unas callejuelas muy estrechas entre edificios de piedra. Se hace de noche de golpe y le digo que tengo que comprar algo antes de que cierren. Entro en una tienda que más bien parece un laberinto. Corro de un pasillo a otro, subo y bajo escaleras, pero no encuentro nada de lo que busco, ni siquiera la salida. Una vez en la calle, Salud llora. Dice que Hugo y Ann han salido también pero Paul no aparece. Dice que no se moverá de allí hasta que aparezca su hijo.
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Purranki y yo estamos solos en el bar de un colegio. Él lee un libro con ilustraciones y yo hago dibujos de animales en un cuaderno. Una chica va a entrar al servicio, Purranki me mira indicándome que haga algo. Corro hacia el servicio para llegar antes que ella y coloco mi libreta sobre el lavabo por la página que dice Ugg You. Está escrito con letras gordas e infantiles a colores. Se supone que eso en el idioma que hemos inventado Purranki y yo, significa Lárgate. La chica entra, cuando sale nos da las gracias. Al recoger mi cuaderno, veo que me equivoqué de página. La chica ha visto dos osos dándole la bienvenida. Purranki saca el móvil y llama a un restaurante. Les dice que reserven mesa para dos, pero que sólo tomaremos segundo plato. Díganos qué puede ofrecernos, somos ese tipo de clientes que nos gusta el marketing, les dice. Pienso que me gusta mucho su forma de actuar. Mientras, la camarera me dice que son 1,80. Tengo un montón de monedas en la mano, pero soy incapaz de sumarlas. Las pongo todas en la mesa y voy sumando con dificultad, hasta que la camarera, un poco harta, coge ella misma las monedas. Miro a Purranki avergonzada. Cosas de la fibromialgia, dice y me sonríe. Me levanto para irnos, pero me doy cuenta de que no llevo los pantalones. Están arrugados en el suelo. Mientras intento ponérmelos, sin ningún resultado, Purranki se aleja y el bar empieza a llenarse de gente. Yo sigo allí, en una silla de colegio, sin poder ponerme los pantalones.