sábado, 22 febrero 2014. Estoy con Camilo en la barra de un bar. Una chica llega y se coloca entre nosotros, bebe de su vaso. En la pared hay un espejo grande inclinado hacia delante. Doy un paso atrás y le voy dando instrucciones a Camilo, a través del espejo, de lo que debe decirle a la chica para no espantarla.
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Hemos viajado hasta una ciudad donde se juega la final de un partido de fútbol. En el sueño consta que nos ha costado mucho conseguir las entradas y una plaza en el autobús. La ciudad está llena de aficionados con camisetas. Alberto y yo llegamos con un grupo y entramos a un bar. El camarero habla en francés. El bar es de madera oscura, nos sirve unas jarras de cerveza de dos litros. Por la ventana veo entrar a los aficionados al campo. Doy aviso, pero el grupo prefiere quedarse en el bar. Llegaremos a tiempo para la segunda parte, dice alguien. No comprendo nada. Mientras todos beben yo miro por la ventana y escucho la celebración de los goles.
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Entro en mi antigua habitación en la casa de mis padres. Todos los recuerdos que guardaba en un armario están desperdigados por el suelo, hay que tener cuidado para no pisarlos. Pienso en que me costará mucho ordenarlos. Aparece Juan, se ofrece a ayudarme. Entre los dos terminaremos en cinco minutos, dice remangándose. Cojo una escoba y barro todos los recuerdos, sobre todo juguetes de niña, y los meto en una bolsa de basura.