jueves, 6 febrero 2014. Estamos en una especie de trinchera. Pablo ha perdido una bota y alguien le presta un zapato que parece de claqué. Se pone encime una bolsa de plástico, imagino, para que no se le ensucie. Dice que mejor me quede en retaguardia, porque nunca se sabe. Asomo la cabeza por encima del montón de tierra y veo que la trinchera está acristalada como si fuera una terraza, con ventanas de aluminio. Me llama la atención que los cristales estén tan limpios, incluso me veo reflejada. Me asombra la melena rizada que me llega hasta los hombros. No me reconozco. ¿Tanto tiempo llevamos aquí?, pienso.