bufanda-pantalón

viernes, 7 marzo 2014. Voy por una carretera sin arcén, no sé dónde voy, sólo sé que no puedo volver. Estoy sentada junto a Francis, intenta convencerme de algo. Estamos sentados en la calle, junto a un edificio de más de 50 pisos. Al mi lado hay un teléfono. Descuelgo, Andrés intenta convencerme de algo. Le cuelgo. Estamos en una habitación con el techo muy bajo, sin cortinas, hace frío. La conversación es demasiado seria. Todos opinan sobre mi vida, sobre lo que debo o no debo hacer. Me extraña que Francis lleve un pantalón de campana. Habla de cuando estuvimos en La Habana. Estoy tan cansada que ni siquiera digo que miente. Hay una bufanda de lana muy larga, me la pongo sobre las piernas. Para cambiar de tema, pregunto a los que andan por allí qué tal me quedaría un pantalón así para. Parecería que estás grillada, dice Eduardo. Es lo que diría Alberto, pienso. Carmen me cuenta algo sobre un viaje. Aparece Alberto como recién levantado de la siesta. Le enseño la bufanda-pantalón. Es de grillada. Todos ríen.