domingo, 16 marzo 2014. Bajo una cuesta empinadísima con curvas a toda velocidad. Voy en el asiento de atrás, no veo a quién conduce. Le digo que tenga cuidado, que pare, e quiero bajarme. A los lados hay precipicios, unos dan a rocas puntiagudas y otros al mar. Veo que nos precipitamos hacia una enorme puerta de metal pintada de blanco. "Sin salida", han escrito con mala letra en la puerta. Me bajo del coche y huyo. Consigo llegar a una calle en cuesta donde la gente en vez de caminar por las aceras se sube a unos esquíes colocados en una especie de cinta transportadora. Me subo a uno de ellos, pero los míos están del revés y se atascan. Detrás de mí llegan más esquiandantes, pienso que se formará un tapón por mi culpa.